Joseph Massad, Middle East Eye, 19 octubre 2022
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Joseph Massad es profesor de política árabe moderna e historia intelectual en la Universidad de Columbia, Nueva York. Es autor de numerosos libros y artículos académicos y periodísticos. Entre sus libros se encuentran Colonial Effects: The Making of National Identity in Jordan; Desiring Arabs; The Persistence of the Palestinian Question: Essays on Zionism and the Palestinians y, más recientemente, Islam in Liberalism. Sus libros y artículos se han traducido a una docena de idiomas.
Como continuación de la metáfora racista que el ex primer ministro de Israel, Ehud Barak, nacido en Lituania, de apellido originario Brog, planteó en 2002 cuando describió a Israel como una «villa en la selva», el jefe de la política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, declaró la semana pasada que «Europa es un jardín. Hemos construido un jardín… El resto del mundo -y usted lo sabe muy bien, Federica [Mogherini]- no es exactamente un jardín. La mayor parte del resto del mundo es una jungla, y la jungla podría invadir el jardín».
Borrell, socialista español de Cataluña, que fue voluntario en 1969 en una colonia de kibbutz fundada por colonos judíos polacos en 1946, parece estar en la misma onda que el exdirigente israelí.
En el siglo XIX y gran parte del XX, la metáfora favorita que los racistas coloniales europeos utilizaban contra el resto del mundo era que Europa representaba la «civilización», mientras que el resto del mundo representaba el «salvajismo» y la «barbarie».
Los pueblos indígenas de las Américas fueron calificados desde el principio de salvajes. Cualquier resistencia a los genocidios coloniales de Europa, entonces o después, se consideraba nada menos que barbarie, como los franceses calificaron la resistencia de los africanos esclavizados de Saint Domingue, del pueblo argelino, de los canacos de Nueva Caledonia, entre muchos otros.
En la misma línea, Theodor Herzl, el fundador del sionismo, había propuesto que la futura colonia de colonos judíos en Palestina fuera «una parte de una muralla de Europa contra Asia, un puesto de avanzada de la civilización frente a la barbarie».
Civilización frente a «barbarie”
Las luminarias liberales de Europa, como John Stuart Mill, sostenían que «las naciones que aún son bárbaras no han superado el período durante el cual es probable que les beneficie ser conquistadas y sometidas por extranjeros».
Alexis de Tocqueville escribía en 1848 que estaba muy preocupado por el destino de los blancos americanos si los esclavos eran liberados. Esperaba que el destino de los blancos de Haití y del resto del Caribe fuera diferente al de los colonos blancos de Estados Unidos: «En las Indias Occidentales es la raza blanca la que parece destinada a sucumbir; en el continente, la raza negra». Sin embargo, añadió con mucha preocupación que: «Tal vez lo ocurrido con los moros de España le suceda entonces a la raza blanca del Sur».
La metáfora imperialista y racista de Borrell fue vomitada como parte de su discurso de apertura en la Academia Diplomática Europea de Brujas la semana pasada y fue dirigida a la experta italiana en el islam y excomunista Federica Mogherini, rectora del Colegio de Europa.
Borrell utilizó el lenguaje maltusiano del control de la población cuando expresó a Mogherini su preocupación por el hecho de que «la jungla tiene una fuerte capacidad de crecimiento, y el muro nunca será lo suficientemente alto para proteger el jardín».
Como de Tocqueville antes que él, e incluso como la ex primera ministra de Israel, la ucraniana Golda Meir (nacida Mabovitch), que no podía dormir preocupada por el número de niños palestinos que se concebían o nacían cada noche, la principal preocupación de Borrell es que los habitantes de la jungla invadan el jardín.
Borrell cree que: «Hay una gran diferencia entre Europa y el resto del mundo -bueno, el resto del mundo, entiéndase lo que quiero decir, ¿no?- y es que tenemos instituciones fuertes. La gran diferencia entre los desarrollados y los no desarrollados no es la economía, son las instituciones».
Añade que no podría «ir a los países emergentes y construir instituciones para ellos: tienen que ser construidas por ellos. De lo contrario, sería una especie de neocolonialismo».
Encubrir el neocolonialismo
Lo que resulta más desconcertante del discurso de Borrell no es su desconocimiento del colonialismo y el neocolonialismo, de los que evidentemente es consciente, sino que piense que solo afectan a la «jungla» pero no al «jardín».
Parece que las propias instituciones coloniales y neocoloniales de Europa no son las que han permitido construir el «jardín» europeo, con el trabajo de los inmigrantes del «resto del mundo» y con la riqueza robada al «resto del mundo», según piensan Borrell y el resto de los supremacistas blancos de Europa, con la fantasiosa ingenuidad de los propios europeos.
Esto se aplica tanto a su propio país, España, que se construyó sobre las ruinas de las Américas y el genocidio de los nativos americanos, como a Gran Bretaña, cuyos piratas robaron gran parte del oro y la plata que los españoles habían robado de las Américas y los redirigieron hacia Inglaterra.
Son el colonialismo y la esclavitud los que construyeron el «jardín» europeo -desde Portugal hasta Francia, pasando por Bélgica y los Países Bajos- y no el ingenio o la buena voluntad de los europeos. La preocupación de Borrell por un posible nuevo neocolonialismo europeo no es más que una cortina de humo para encubrir el actual neocolonialismo europeo en Asia y África.
De Tocqueville, que estaba tan enamorado de la república estadounidense de la esclavitud, a la que llamó «democracia», escribió que los estadounidenses blancos tienen mucha «vanidad nacional«: «Los estadounidenses, en su trato con los extranjeros, parecen impacientes ante la menor censura e insaciables de elogios… Te acosan incesantemente para arrancarte elogios, y si te resistes a sus súplicas, se dedican a alabarse a sí mismos. Parece como si, dudando de su propio mérito, quisieran tenerlo constantemente exhibido ante sus ojos. Su vanidad no solo es codiciosa, sino inquieta y celosa».
Los europeos padecen claramente una dolencia similar. Borrell se ofrece como voluntario: «El mundo necesita a Europa. Mi experiencia al viajar por el mundo es que la gente nos mira como un faro. ¿Por qué viene tanta gente a Europa? ¿Hay flujos de inmigrantes ilegales o irregulares que van a Rusia? No muchos. No, vienen a Europa, pero por buenas razones».
Plus ça change… [*]
Lo que Borrell no parece darse cuenta es que, a diferencia de Rusia, Europa ha robado y sigue robando los recursos del mundo en Asia y África y se los lleva a Europa, haciendo la vida imposible a los habitantes de ambos continentes.
Los asiáticos y africanos que acuden a Europa, y que son capaces de saltar sus altos muros, siguen sus riquezas robadas para poder vivir. A diferencia de Borrell, no están enamorados de la supuesta «libertad» y «democracia» europea, que les ha causado y les sigue causando mucho sufrimiento dentro y fuera de Europa.
El racismo cada vez más institucionalizado contra los pueblos no blancos de Europa, ya sea en España y Alemania, Italia y Francia, Gran Bretaña y los Países Bajos, por nombrar los ejemplos más destacados, no son claramente suficientes para disuadir a Borrell de la versión ficticia que tiene de Europa.
El imperialista y antisocialista Winston Churchill comprendió la posición de Europa mucho mejor que el socialista Borrell, y mucho menos que la excomunista Mogherini.
Declaró en 1914: «No somos un pueblo joven con un historial inocente y una escasa herencia… Hemos acaparado para nosotros una parte totalmente desproporcionada de la riqueza y el tráfico del mundo. Tenemos todo lo que queremos en el territorio, y nuestra pretensión de que se nos deje disfrutar sin molestias de vastas y espléndidas posesiones, adquiridas principalmente por la violencia, mantenidas en gran parte por la fuerza, le parece a menudo menos razonable a otros que a nosotros”.
La última llamada de atención de Borrell a los jóvenes europeos de que deben «mantener el jardín, ser buenos jardineros. Pero vuestro deber no será cuidar el jardín en sí, sino cuidarlo de la jungla de fuera», no es sino otra directiva para que sean mejores racistas y colonialistas. No se trata de un llamamiento nuevo. ¡Plus ça change!
N. de la T.: [*] Del francés, «algunas cosas no cambian nunca…«
Foto de portada: El jefe de la política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, en una cumbre de la UE 27 en el castillo de Praga el 7 de octubre de 2022 (Reuters).