Uğur Ümit Üngör y Annsar Shahhoud, New Lines Magazine, 27 abril 2022
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Ümit Üngör obtuvo el doctorado en 2009 (cum laude) en la Universidad de Ámsterdam. En 2008-09 fue profesor de Historia Internacional en el Departamento de Historia de la Universidad de Sheffield y, en 2009-10, investigador postdoctoral en el Centro de Estudios de la Guerra del University College de Dublín. De 2010 a 2020 trabajó en el Departamento de Historia de la Universidad de Utrecht. En 2020 fue nombrado profesor de Estudios sobre el Holocausto y el Genocidio en la Universidad de Ámsterdam y en el Instituto NIOD de Estudios sobre la Guerra, el Holocausto y el Genocidio.

Annsar Shahhoud tiene un máster en estudios sobre el Holocausto y el genocidio. Sus investigaciones se centran en la violencia estatal en Siria.

Los vídeos filtrados muestran con un detalle escalofriante y sin precedentes a militares sirios cometiendo en 2013 una matanza de 288 civiles, entre ellos siete mujeres y 12 niños. En los vídeos, que se filtraron a los autores de este informe en 2019 y que suman 27 tomas de la masacre en sus diferentes etapas, los militares muestran sus rostros a la cámara y parecen tranquilos y con control pleno antes de ejecutar a sus cautivos civiles a sangre fría. Una investigación posterior de dos años de duración basada en información de fuentes abiertas y en numerosas entrevistas, incluso con algunos de los verdugos que siguen siendo oficiales de la unidad de élite de la inteligencia militar siria, ha revelado que la masacre se desarrolló el 16 de abril de 2013 en el distrito damasceno de Tadamon. Las imágenes arrojan luz sobre el funcionamiento interno de un régimen que se basó en ejecuciones masivas sistemáticas de civiles, además de los bombardeos indiscriminados de zonas civiles durante los 11 años de guerra del país.
New Lines ha obtenido los detalles de esta investigación y ha verificado la autenticidad de las imágenes y las pruebas presentadas por los autores.
Hasta ahora, gran parte de la atención en los debates públicos se ha centrado en los enfrentamientos durante la guerra o en los despiadados bombardeos y ataques aéreos del régimen sobre los territorios controlados por la oposición. Pero los barrios bajo el control del régimen, justo al otro lado de las líneas del frente, han sido comparativamente descuidados. Los vídeos de la masacre de Tadamon, nuestras entrevistas con los autores y el testimonio de los supervivientes demuestran que se estaba desarrollando una operación de limpieza asesina en toda regla. Al profundizar en nuestra investigación, nos dimos cuenta de que esta masacre era una instantánea de una política de destrucción y exterminio mucho más amplia que el régimen promulgó en los suburbios del sur. El alcance de este microcosmos genocida en esta zona fue mucho más allá de esta masacre grabada en vídeo e incluye al menos cuatro formas de violencia: asesinatos masivos sistemáticos, encarcelamiento, violencia sexual y explotación económica.
La investigación se centra especialmente en los dos principales ejecutores que aparecen en la grabación. Se trata de Amjad Youssef, de 36 años, que en el momento de la masacre tenía el rango militar de suboficial, y del ahora fallecido Najib al-Halabi, nacido en 1984, que no tenía ningún rango oficial ya que servía en la milicia armada conocida como Fuerzas de Defensa Nacional (FDN). En tres vídeos distintos de unos siete minutos cada uno, estos dos hombres se muestran a plena luz del día mientras ejecutan a 41 civiles. A continuación, arrojan los cadáveres en una fosa previamente excavada y preparada con neumáticos de coche para su incineración.
En las imágenes se ve a Youssef vestido con un traje militar verde y un sombrero de pescador de color oliva. Está concentrado, es estoico y preciso, y trabaja eficazmente para completar la tarea en cuestión de 25 minutos. Su hermano de armas, Najib, lleva un traje militar gris y está tranquilo, sonriendo, fumando e incluso hablando directamente al objetivo. Los disparos parecen ser rutinarios y repetitivos: Uno de los autores saca de una furgoneta blanca a un civil con los ojos vendados y atado con una cremallera y lo lleva a la gran fosa previamente excavada. Otro lo ejecuta con un rifle de asalto AK-47. A algunas víctimas les disparan con pistolas. Los asesinos llevan a cabo las ejecuciones según el procedimiento habitual, sin hablar más que para dar órdenes a las víctimas («levántate», «sal», «camina», «corre»). Uno de los agentes está filmando, mientras que los otros dos están disparando. No están especialmente emocionados, pero es evidente que disfrutan del trabajo. En un momento dado, Najib da la vuelta a la cámara, sonríe hacia ella y envía un mensaje obediente a su «jefe»: «Saludos a usted, jefe (معلم), por sus hermosos ojos y su uniforme color oliva cuando lo lleva». Según nuestra investigación, la referencia a los «ojos bonitos» se refería a Jamal Ismail o a Abu Muntajab, ambos comandantes de los verdugos.
Es evidente que los autores prepararon el lugar de la ejecución para disponer de unas condiciones ideales sin interrupciones y, en última instancia, no solo para ejecutar a las víctimas, sino también para quemarlas y no dejar ningún rastro. Se sienten cómodos y familiarizados con el lugar de la masacre, matando a plena luz del día, lo que sugiere que la zona está firmemente bajo su control. No parecen tener prisa por terminar el trabajo ni les preocupan las amenazas. Engañan a algunas de las víctimas sugiriendo que las trasladan a otra zona y que esta parte de la carretera está expuesta a francotiradores.
«¡Francotirador, cabrón!», grita Youssef mientras hace que una víctima se tambalee hacia la fosa común y luego le dispara. Con una de las víctimas, se impacienta y le reprocha que no haya muerto al primer y segundo disparo. Al tercer disparo, le increpa: «¡Muere, cabrón! ¿No has tenido ya suficiente?» El final del vídeo sugiere que la masacre ha terminado, ya que uno de los autores pregunta: «¿Hay más?» Finalmente, se hace el silencio y solo surgen débiles gemidos de la masa de cuerpos bajo las botas de los ejecutores.

Los vídeos, ya de por sí impactantes por su atrocidad, destacan por su brevedad e insensibilidad entre las miles de horas de grabación que hemos examinado a lo largo de nuestras respectivas carreras como investigadores de la violencia masiva y el genocidio en Siria y otros lugares. Resulta especialmente chocante en los vídeos de Tadamon el hecho de que los agentes de inteligencia que cometieron la masacre estaban de servicio y de uniforme; dependen del propio presidente Bashar al-Assad y, sin embargo, decidieron mostrar sus rostros en las imágenes incriminatorias. En varios momentos del vídeo, miran directamente a la cámara aparentemente relajados y sonrientes. Al documentar sus propias acciones, utilizaron una calidad de vídeo de alta definición.
En uno de los vídeos se ve a Youssef conduciendo una excavadora que luego utiliza para cavar la fosa común, de unos tres metros de profundidad. La calle en la que ocurre esto parece haber sido bombardeada, y toda la escena parece la secuela de una destrucción masiva por bombardeos y enfrentamientos. Hay agujeros de bala en las paredes. Se puede ver a través de un edificio. No hay sonidos de guerra: ni bombardeos, ni disparos, ni enfrentamientos. Solo silencio atravesado por los disparos de las ejecuciones y el humo ocasional de las armas de los asesinos. El operador de la cámara se toma su tiempo para filmar las imágenes: se centra principalmente en la fosa común. A continuación, las víctimas son introducidas en el encuadre y fusiladas una a una. La fosa se llena rápidamente y se convierte en una maraña de cuerpos, ropa, sangre y neumáticos.
Los ojos de las víctimas están cubiertos con cinta adhesiva transparente o plástico de celofán. Las manos están atadas con cremalleras de plástico blanco, normalmente utilizadas para atar cables. (Estas mismas cremalleras son utilizadas por la policía de todo el mundo como esposas de plástico). La mayoría de las víctimas llevan ropa moderna e informal: vaqueros y camisas, chándales o dishdashas (las túnicas blancas que llevan los hombres). Unas pocas llevan pijamas de interior, lo que sugiere que las sacaron de sus casas o de los controles de seguridad. Algunas víctimas tienen un aspecto francamente pobre, otras parecen bien arregladas; ninguna parece haber sido torturada gravemente o como los demacrados detenidos que el régimen mantiene en sus campos de trabajo tipo gulag. Son mansos y no se resisten ni protestan, y siguen las órdenes de los agresores: Salen, caminan, se levantan. Todos son fusilados, a excepción de un hombre mayor, que es decapitado por Youssef.
La mayoría de las víctimas mueren en silencio. Unas pocas suplican, lloran y aúllan; otras intentan negociar, suplicar o implorar. Ninguna de las víctimas pronuncia la «Shahadah«, el testimonio de fe musulmán, antes de morir. A algunos les dan patadas o les empujan a la fosa y luego les disparan; a otros les disparan y luego les dan patadas; a otros les disparan mientras caen. Una de las víctimas suplica: «Por favor, por el imán Alí», pero Youssef es inexorable y lo arroja al interior: «Vete a la mierda, hijo de puta». Durante las ejecuciones se producen algunos percances: Un hombre mayor se dirige torpemente a la pared en lugar de a la fosa, luego cae en ella con una pierna y llama con dolor a su padre. En otro caso, el verdugo no acierta con una víctima masculina joven, que se cae, liberando sus manos. Se frota los ojos, pero a continuación recibe un disparo en la cabeza. Algunos cuerpos parecen moverse en la fosa, pero Youssef se asoma, apunta su Kalashnikov con una mano y los despacha con un tiro de gracia.
Las únicas siete víctimas femeninas, que llevan hiyabs y los abrigos que caracterizan la vestimenta de las mujeres musulmanas conservadoras, son asesinadas con una ferocidad y un odio que los asesinos, por lo demás sin pasión, no expresan a los hombres. Fuera de cuadro, a una de las mujeres que solloza le ladran: «¡Levántate, puta!» (!طلعي شرموطة). Sus súplicas caen en saco roto, ya que es arrastrada por el pelo y arrojada al agujero. Dos mujeres gritan incontroladamente cuando Youssef las arroja a la tumba y las ejecuta; las demás afrontan su destino en silencio. En otro vídeo, la cámara se desplaza sobre un grupo de niños muertos, entre los que se encuentran bebés apuñalados o con heridas de bala, que yacen en una habitación oscura mientras el operador de cámara habla en voz baja: «Los hijos de los mayores financieros del barrio de Ruknaddin. Sacrificio por el alma del mártir Naim Youssef».
Aunque la inmensa mayoría de las víctimas eran suníes (incluso de etnia turcomana), unas pocas pueden haber sido ismaelíes, probablemente atacadas por actividades políticas o de desobediencia, según nuestra investigación. A juzgar por la percepción y la actitud de los autores, los hombres suníes de mediana edad eran por definición sospechosos, a menos que afirmaran su lealtad y obediencia a Assad. En caso contrario, eran vistos y tratados como simpatizantes, agentes ocultos o potenciales partidarios de la oposición. La celebración y la bienvenida de los residentes de etnia turcomana a la invasión del barrio por parte del Ejército Sirio Libre era supuestamente una prueba de ello. Pero se trataba de una fantasía exagerada, ya que todas las víctimas que identificamos procedían de familias apolíticas de clase media y trabajadora. Fueron detenidos en Tadamon o en los puestos de control que lo rodean, transportados al lugar de la masacre y ejecutados. Probablemente nunca imaginaron que este nivel de violencia podría caer sobre ellos en lo que habría sido un día normal de sus vidas, haciendo sus negocios dentro de una zona controlada por el régimen durante los primeros años de la guerra de Siria. Y mientras se cometía la atrocidad, probablemente nunca entendieron por qué les estaba sucediendo esto.
El barrio de Tadamon está situado en la entrada sur del viejo Damasco. El término árabe «tadamon» se traduce como «solidaridad», originalmente con los desplazados por Israel durante su invasión de los Altos del Golán en 1967. Los desplazados del Golán empezaron a vivir en las tierras de cultivo del sur de Damasco y construyeron viviendas informales, utilizando fondos privados al no tener acceso a las subvenciones estatales. La floreciente comunidad fue entonces reconocida oficialmente, con carácter retroactivo, como parte del barrio de Midan y fue bautizada como Tadamon.
En la década de los 90, oleadas de inmigrantes de mano de obra doméstica acudieron allí desde la periferia del país. La sequía de 2003, que afectó profundamente al sector agrícola del país, obligó a muchos agricultores a abandonar sus tierras en un acto desesperado por encontrar un medio de supervivencia en Damasco. Los aldeanos siguieron a sus paisanos, y Tadamon llegó a absorber esta migración interna en cadena hasta convertirse en un considerable distrito informal con la mayor densidad de población de Damasco.
La mayoría de la población era árabe suní, pero alauíes, drusos, ismaelíes, turcomanos y kurdos también lo llamaban hogar. La divergencia entre estas comunidades se basaba en el solapamiento de sus afiliaciones sectarias y regionales. Por ejemplo, los alauíes de la calle Nisrin se identificaban con su pueblo de origen, Ein Fit, mientras que los drusos de la calle al-Yalaa habían huido del monte Hermón. Para entender la dinámica de la violencia masiva en Tadamón, es importante observar estas divisiones socioespaciales que fueron conformadas por comunidades en competencia.
Los medios de comunicación sirios se referían a Tadamón como la «pequeña Siria», basándose en la supuesta fachada laica del régimen de Assad y en la retórica de la coexistencia en el país. Pero Tadamón era un espacio paradójico: Sí, sirios de diversos orígenes sectarios, étnicos, políticos y regionales convivían en la intimidad, pero era un ambiente tenso que se polarizaba cada vez más. Tadamón es uno de los pocos lugares en los que las víctimas y sus agresores eran vecinos directos.
¿Cómo influyeron estas complejidades en el conflicto? Las divisiones sociales del barrio pueden haber provocado la desconfianza entre los distintos grupos, pero hay innumerables barrios en todo el mundo en los que ocurre lo mismo. No hay nada especial en la coexistencia incómoda. Sin embargo, el régimen sirio fue capaz de fomentar el antagonismo y aumentar las tensiones entre las comunidades históricamente establecidas en el marco de un proceso de polarización progresivo en 2011. Esta polarización cada vez más extrema entre los vecinos se reflejó en los patrones de movilización.
Cuando las manifestaciones comenzaron a aparecer en varios barrios de Damasco en la primavera de 2011, Tadamon fue testigo de protestas públicas pacíficas que fueron cortas, esporádicas y a veces caóticas. El movimiento de protesta se dividió efectivamente en función de los intereses de los grupos de orientación local, y en algún momento hubo tres Comités de Coordinación Local diferentes. Se observaron divisiones similares entre las comunidades pro-Assad, que se dividieron en milicias rivales. Al final, la zona se dividió en al menos 13 terrenos (para)militares separados controlados por varios señores de la guerra. A partir del verano de 2011, Tadamón también experimentó el conocido ciclo de protestas de la oposición: represión del régimen, militarización de la oposición, escalada del régimen.
La respuesta del régimen a las manifestaciones de 2011 fue la creación de los «shabiha«, una milicia leal que reprimió violentamente las protestas masivas. Vestidos con ropa de civil y formada desproporcionadamente por jóvenes de minorías, los shabiha irrumpieron en los barrios, dispersaron las manifestaciones y cometieron delitos contra la propiedad, torturas, secuestros, asesinatos y masacres. Aunque los shabiha parecen haber aparecido de la nada, fue el régimen el que los condonó, incitó, dirigió y gradualmente organizó y reorganizó a través de su elaborado sistema de patrocinio. Estaba claro que el régimen había creado estas milicias para que hicieran el trabajo sucio con una negación plausible. En 2011 los shabiha fueron formalizados en las FDN y se les dio impunidad para establecer puestos de control, así como para arrestar y detener a personas, y durante las manifestaciones tenían licencia para matar. Uno de los autores de los atentados de Tadamon era un shabiha de alto nivel.
Aunque el régimen de Assad tenía mucha experiencia y competencia en la represión contra la población civil, era menos hábil en la guerra, y esto quedó bien demostrado en 2012. El régimen perdió constantemente territorio en toda Siria y, a principios de 2013, la mitad del país estaba bajo el control de varios grupos rebeldes. También en la zona más amplia de Damasco la línea del frente se había acercado a la ciudad, ya que la mayor parte de Ghuta oriental y los suburbios del sur estaban en manos de los rebeldes. En febrero, las fuerzas rebeldes lanzaron un ataque coordinado a gran escala contra Kafr Souseh desde el sur y Yobar desde el este. Si la ofensiva hubiera tenido éxito, los rebeldes habrían estado a poca distancia de las principales oficinas de inteligencia del régimen en Kafr Souseh. La ofensiva fracasó, pero el espectro de una posible derrota se cernía sobre ellos y, lo que es más importante, la línea del frente había llegado a Tadamon.

¿Cómo llegó New Lines a poseer información sobre la masacre de Tadamon?
En junio de 2019, Üngör asistía a una conferencia académica en París sobre los usos académicos de los testimonios en vídeo de supervivientes y testigos presenciales de la violencia masiva. Había preparado una presentación sobre cómo analizar las imágenes de vídeo de los verdugos. Mientras esperaba su panel, un amigo sirio que vivía en París le llamó y quiso verle urgentemente. Se reunieron de inmediato, y luego se sentaron en el fondo de un tranquilo café mientras el amigo sacaba su teléfono inteligente e instaba a Üngör a ver un vídeo. Lo que vimos en este vídeo y en los siguientes nos impactó incluso a nosotros, avezados investigadores de la violencia y las atrocidades masivas: La inteligencia militar siria y las FDN llevaban a cabo un exterminio sistemático de civiles en el barrio de Tadamon en 2013 y más allá.
Empezamos con el propio vídeo de la ejecución principal. Y había una buena pista sobre el momento preciso de la masacre, ya que uno de los archivos de vídeo tenía una marca de tiempo del 16-4-2013. Localizar el lugar exacto de los asesinatos fue más difícil: la fosa común estaba excavada en una calle bastante estrecha, y la arquitectura y el diseño urbano sugerían que estaba en algún lugar de los suburbios de Damasco, pero no estaba claro si era en Ghuta oriental o en los distritos del sur. Vimos poco más que el edificio situado justo enfrente de la fosa de ejecución tenía un balcón azul y un tejado rojo, y una pared tenía ilustraciones de palmeras. Por lo demás, toda la zona estaba bombardeada y no había nada reconocible: No se veía ninguna tienda, señal o punto de referencia. Pero después de ver el vídeo una y otra vez, nos dimos cuenta de que había un grafiti en una de las paredes detrás del perpetrador: «Conquista de la ciudad de Yalda, 14/3/2012». Este texto, pintado con aerosol muy probablemente por las facciones rebeldes, sugería que el lugar podría haber sido la ciudad sureña de Yalda, que cayó en manos de los rebeldes brevemente en 2012. (Resultó ser el vecino barrio obrero de Tadamón, pero la pista era un comienzo). Las pintadas nos llevaron a ponernos en contacto con activistas de la oposición y facciones rebeldes que habían actuado allí.
Como no podíamos viajar a Siria, pedimos ayuda a un asistente de investigación que poseía tanto experiencia como redes en las comunidades de las víctimas. Discretamente, exploró y grabó la zona, buscó víctimas y organizó entrevistas confidenciales con los supervivientes. Estas entrevistas se llevaron a cabo a través de un software relativamente seguro, y los nombres de los entrevistados y la información de identificación se compartieron por separado y se borraron de los registros. Seguimos estrictas medidas de ciberseguridad. También realizamos entrevistas digitales con testigos presenciales, transeúntes, defensores de los derechos humanos y antiguos combatientes del Ejército Sirio Libre. También cumplimos con nuestro deber fiduciario como investigadores académicos con sede en Holanda e informamos a la policía holandesa de que teníamos estos vídeos en nuestro poder.
Durante nuestra investigación encontramos a numerosas personas que identificaron la ubicación de la calle en la que se produjo la masacre como la calle Dabul de Tadamon, basándose en instantáneas de los vídeos que les mostramos. Los relatos coincidían en señalar el lugar cerca de la mezquita Ozman, en la calle al-Biradi, una zona que estuvo bajo el control del régimen durante todo el conflicto. El barrio estaba dividido en dos partes por una línea de frente bastante estable que el 16 de abril de 2013 pasaba por la mezquita Ozman hasta el cine al-Nayum. Aquí, chocamos con nuestros límites para identificar la calle precisa, por lo que pedimos asistencia técnica a analistas de geolocalización y de fuentes abiertas. Los expertos aportaron pruebas concluyentes, basadas en los nueve pilares del edificio junto a la fosa, que confirmaron nuestra suposición de que las masacres tuvieron lugar efectivamente cerca de la mezquita de Ozman en Tadamon.
Pero, ¿quiénes eran esos ejecutores? ¿Por qué los dos principales asesinos llevaban dos uniformes diferentes? Sugiere que se trata de dos agencias diferentes, pero no llevaban ninguna insignia o parche sobre los hombros. Sus acentos solo sugerían ocasionalmente un dialecto regional, ya que en su mayoría hablaban un árabe sirio «neutro» que podía pasar por damasceno o por el acento del trabajador medio del gobierno en Damasco y sus alrededores, independientemente de su origen, y nada de lo que decían proporcionaba ninguna pista sobre sus identidades personales o profesionales, ya que nadie se dirigía a otra persona. La tarea que teníamos por delante era desalentadora: Teníamos que encontrar a los organismos responsables del barrio y tratar de localizarlos en Internet, ya fuera en los medios de comunicación prorégimen o en los opacos grupos de Facebook de las agencias de inteligencia.
Desde 2011 Facebook es una plataforma muy popular entre los sirios favorables al régimen, incluidos los autores de los atentados, que suelen publicar sus historias y las fotos de sus compañeros fallecidos. La pregunta clave era: ¿Cómo podemos obtener información de ellos sin arriesgar la seguridad de nadie? Tuvimos suerte: en 2018, ya habíamos creado el perfil en Facebook de una joven prorégimen de una familia de clase media alauí de Homs, «Anna». El propósito de esta identidad asumida era observar de cerca a los verdugos sirios en su entorno online y acercarnos a ellos directamente para entrevistarlos. Elaboramos cuidadosamente la personalidad de Anna y sus publicaciones en Facebook para que encajaran en el ecosistema de los perpetradores: No dudarían de los motivos de una chica de clase media alauí de Homs que estudiaba en el extranjero e investigaba el conflicto. El perfil fue un éxito rotundo: Conseguimos entrevistar a docenas de verdugos de Assad, incluidos algunos de rango relativamente alto.
Cuando dimos con el vídeo de la masacre de Tadamon, Anna ya estaba bien integrada en los círculos prorégimen: Su lista de amigos incluía soldados, milicianos, oficiales, empresarios, periodistas e incluso agentes de inteligencia. Teniendo en cuenta la profesionalidad rutinaria de estos asesinatos, la prominencia de las agencias de inteligencia en el marco del régimen de Assad, y la sensibilidad y discreción que requeriría una operación de asesinato en masa de este tipo, era probable que al menos uno de los autores perteneciera a una rama de la inteligencia. Como nos fijamos mucho en los rostros de los asesinos (más de lo que era saludable para nosotros), empezamos a navegar por las páginas de Facebook del ejército, de los servicios de inteligencia y de las milicias que actuaban en el barrio de Yalda y en el sur de Damasco en general. Tal vez nos topáramos con una cara conocida. Pero era como buscar una aguja en un pajar: No teníamos ni nombre, ni número de sucursal y muy pocas pistas más. Nuestros entrevistados reconocieron al principal tirador, pero se referían a él con el apodo operativo genérico de la mujabarat (servicios de inteligencia) «Abu Ali» y no recordaban su nombre completo ni ningún otro detalle. Durante meses, buscamos en vano, y nuestra paciencia se convirtió cada vez más en desesperación.
Entonces, un día, reconocimos al principal tirador en una foto de la Rama de Distrito de la Inteligencia Militar, también conocida como Rama 227.
El principal verdugo, Youssef, es claramente reconocible por una cicatriz horizontal en su ceja izquierda. En el vídeo de la masacre, miraba directamente a la cámara y la imagen era muy clara. Antes de enviarle una solicitud de amistad, ojeamos sus publicaciones, muchas de las cuales eran públicas. Sin duda era él. Su aspecto físico se ha transformado un poco: El cuerpo delgado y flaco del tirador, vestido con uniforme militar, se había vuelto más musculoso. Su perfil de Facebook era el de un perpetrador sirio corriente y típico: retratos de padre e hijo Assad, instantáneas de sus amigos, imágenes pintorescas de su pueblo, selfies haciendo ejercicio en el gimnasio y, lo más importante, un post melancólico en el que lloraba a su amigo y colega, Halabi, claramente el segundo tirador. Estábamos eufóricos: Habíamos encontrado a «nuestros dos ejecutores».
Aceptó la solicitud de amistad de Anna en Facebook y se mostró cauteloso, pero también claramente curioso de cómo y por qué Anna se puso en contacto con él. Cuando le explicamos en términos vagos a través de la persona de Anna que estábamos realizando una investigación académica sobre el curso del conflicto y que él parecía estar en el “ejército», accedió a hablar con nosotros. A lo largo de seis meses, charlamos y hablamos con Youssef varias veces, y le hicimos dos largas entrevistas en vídeo. Durante la primera entrevista, estaba en la sucursal, sentado con un chándal y una chaqueta negra ante un escritorio con un retrato de Assad detrás de él en la pared. Esta fue la primera conversación para conocernos, y explícitamente no utilizamos el término «muqabala» (entrevista) sino la palabra «ta’aruf» (presentación). Estaba un poco tenso y, tras el habitual intercambio de cumplidos, interrogó a Anna más de lo que Anna pudo interrogarle a él. Pero su comportamiento en sí mismo también era objeto de nuestra investigación. Al fin y al cabo, Anna tenía en su pantalla a un autor real sentado en su mesa. Tenía un ordenador en su despacho y pedía un café cuando quería. Al final, pareció convencido y accedió a una segunda conversación.

Esta segunda entrevista fue mucho más informativa e interesante. Hablamos a última hora de la noche, cuando Youssef estaba en su casa, en el sofá, con una camiseta blanca sin mangas, mientras fumaba sin parar, bebía y comía un pepino. Nos contó que nació en 1986 en el pueblo alauí de Nebaa Tayyib, en el distrito de Ghab, en el centro-oeste de Siria, a unos 65 kilómetros al noroeste de Hama. Hijo mayor de una familia mixta de 10 hermanos, todos fueron criados estrictamente para honrar la herencia religiosa familiar de su bisabuelo, un prominente jeque alauí. Junto con sus hermanos, Youssef practicaba a menudo los rituales religiosos en el santuario alauí de Bani Hashim, a las afueras del pueblo.
Youssef nos contó que en 2004 se inscribió en la Academia de Inteligencia Militar de Maysalun, en el distrito de al-Dimass, en Damasco, y que se sometió a un entrenamiento intensivo de nueve meses. Para Youssef, de 18 años, trabajar para el Servicio de Inteligencia Militar era su mejor oportunidad para vivir una vida diferente a la de sus antepasados, que habían sufrido las penurias de trabajar en los campos de tabaco y luchaban por ganarse la vida. Youssef había soñado con tener una vida decente de clase media: una casa, un coche, una familia. Youssef también tenía un deseo oculto de liberarse de su padre, un jeque alauí distante y antiguo agente militar/de inteligencia. Pero trabajar para la mujabarat no hizo más que consolidar sus vínculos con la comunidad prorégimen, y se convirtió en un «hijo de la institución», como él decía. En contra de su ambición de independencia, ahora era «de tal palo, tal astilla», dijo con un tinte de resignación. En nuestras entrevistas, incluso a su actual edad de 36 años, seguía expresando un profundo temor por su padre y, según uno de sus conocidos, nunca se atrevió a fumar en su presencia.
Durante la década de 2000, a Youssef le fue bien en su carrera. Ascendió constantemente de rango y se convirtió en un suboficial interrogador con horario de oficina rutinario en la sucursal. En 2011 trabajaba para la Subdivisión 227, una sombría organización con sede en Kafr Souseh, y era responsable de la detención, tortura y asesinato de miles de opositores políticos del régimen. Si su duro entrenamiento lo embruteció, su trabajo como interrogador en la sucursal debió de habituarlo aún más a cometer actos de violencia contra compatriotas sirios. El levantamiento de 2011 debió de cambiar aún más su vida. Fue enviado al departamento de operaciones y se le asignó el mando de la operación militar en el frente del sur de Damasco. Desde 2011 hasta junio de 2021, fue el funcionario responsable de la seguridad en la línea del frente en los distritos de Tadamon y Yarmuk. Hay algunas imágenes de propaganda de estas operaciones, en las que se ve a Youssef en un clip de vídeo, con los ojos muy entrecerrados y un cigarrillo en la mano, mientras conversa con un grupo de combatientes listos para asaltar Tadamon.
Durante nuestras entrevistas, Youssef reprendió nuestro uso del término mujabarat y en su lugar nos amonestó para que utilizáramos el término «ejército» o «fuerzas armadas»:
No hay nada en la crisis que se llame inteligencia; todo es ejército. Yo soy un oficial de inteligencia. Trabajé como en el ejército. Mi trabajo era el del ejército. Mi trabajo no es la lucha callejera ni las incursiones ni las bombas, etc. Este era mi trabajo en la crisis. En la crisis no había nada llamado inteligencia. Todos éramos del ejército; nuestro trabajo era el mismo.
Su reacción alérgica a la propia palabra «mujabarat» lo dice todo: No denotaba que negara su existencia, sino que hablaba de la naturaleza secreta y tabú de las agencias de inteligencia en Siria. Está claro que no se puede hablar abiertamente de ellas, aunque sí se habló de otros temas tabúes como el sectarismo. Esto podría estar relacionado con la imagen que Youssef tiene de sí mismo. Dejó claro sobre todo que se veía a sí mismo como un «ibn al-muasasa» (hijo de la institución). Por un lado, esto significaba que estaba impregnado de la tradición y la cultura de la Inteligencia Militar y que su lealtad era ante todo hacia esa agencia, por encima de cualquier lealtad sectaria o regional. Por otra parte, era literalmente un hijo de la institución, ya que su padre había sido un oficial militar que había servido en el ejército durante décadas.
Otro gran tabú que ensombreció las entrevistas fue la propia masacre. En ningún momento, durante los primeros meses de entrevistas y otras comunicaciones con él, insinuamos que habíamos visto el vídeo o que éramos conscientes de sus crímenes. A medida que explicaba su visión sobre las causas y los derroteros del conflicto, quedó claro que había quedado especialmente tocado y radicalizado por la muerte de su hermano menor, que murió sirviendo en el ejército el 1 de enero de 2013. En este punto de la entrevista, se puso más emotivo, empezó a juguetear con su mechero y murmuró: «Me he vengado, no te miento, me he vengado, he matado. Maté mucho. Maté a muchos, no sé a cuántos maté».
Al cabo de unos meses, le confrontamos con la masacre y le hicimos saber que habíamos visto las imágenes. Primero, negó que fuera él quien aparecía en el vídeo. Luego, dijo que solo estaba deteniendo a alguien. Finalmente, se conformó con la justificación de que era su trabajo y expresó su contenido: «Estoy orgulloso de mis actos».
¿Por qué Youssef aceptó hablar con nosotros durante tanto tiempo? Probablemente fue una mezcla de curiosidad, soledad y frustración. Desde que terminó la guerra, con una victoria pírrica y un agotamiento económico, los responsables de Assad suelen vivir en silencio con sus recuerdos, bebiendo araq y fumando un pitillo tras otro. También está descontento con los recientes acuerdos laborales, ya que ha sido destituido de su puesto de comandante de operaciones en Tadamon y Yarmuk y reubicado en un aburrido trabajo de oficina en la sucursal. Su confesión del asesinato en masa en Tadamon no fue del todo sorprendente: Su mujer y sus hijos probablemente no sabían nada, y nosotros éramos probablemente los únicos que le habíamos preguntado por ello. Cuando por fin le revelamos que teníamos todos los vídeos y que habíamos reunido a través de nuestra investigación un tesoro de información incriminatoria sobre él y su unidad, empezó a amenazarnos, o, mejor dicho, empezó a amenazar a la persona de Anna: «Venid a Damasco o perderéis todo lo que amáis», dijo enfadado.
Desde los años 70, Hafez al-Assad construyó su imperio de inteligencia con cuatro servicios principales: La Inteligencia General o Seguridad del Estado, la Seguridad Política, la Seguridad Militar y la Inteligencia de la Fuerza Aérea. Algunos servicios tienen subdivisiones, algunas de las cuales se volvieron eminentemente poderosas por derecho propio y empezaron a constituirse en un actor importante y relativamente independiente.
Los servicios de inteligencia sirios se distinguen de muchos de sus homólogos de todo el mundo principalmente por sus amplios poderes para utilizar la fuerza contra los ciudadanos sirios. Se les permite no solo intervenir teléfonos y espiar a las personas, amenazarlas y manipularlas, sino también detenerlas y encarcelarlas, a menudo sin órdenes judiciales ni protecciones del Estado de derecho. Sus prisiones se caracterizan por la tortura sistemática, extensa y brutal, llevada a cabo por torturadores profesionales.
La mujabarat siria es tan poderosa como escurridiza: es un actor inmensamente poderoso en el conflicto, pero no se puede investigar. Es casi suicida entrar en Damasco y empezar a hacer preguntas sobre las estructuras, el funcionamiento o el impacto de la mujabarat (a menos que el régimen confíe en la persona). El personal de inteligencia opera bajo apodos o el sobrenombre genérico de «Abu Haidar», «Abu Ali» o «Abu Yafar», y está estrictamente prohibido identificarlos. Esta práctica deliberada de los servicios de inteligencia sirios es para mantener el secreto e inducir el miedo. Se desconcierta a los agentes de inteligencia y se crean mitos exagerados sobre su persona y sus capacidades. Pero, en este vídeo, los autores son descaradamente visibles.
La Subdivisión de Distrito, conocida como Subdivisión 227, está a cargo de la provincia de Damasco y su zona rural. Desde sus inicios en la década de 1980, estuvo dirigida por notorios jefes de espionaje como Nizar al-Helu (1942-2016), Hisham Ikhtiyar (1941-2012), Rustom Ghazaleh (1953-2015) e Imad Issa. Shafiq Massa fue el director en 2013. En el momento de escribir este artículo, Kamal al-Hussein dirige la sucursal 227. Su sede es un sombrío edificio en forma de W en un complejo de la mujabarat situado entre la Universidad de Damasco y la plaza de los Omeyas, justo enfrente del Ministerio de Educación Superior.
La lista de amigos de Youssef en Facebook era una galería de asesinos. Uno de sus contactos en Facebook era Yamal al-Jatib, el agente de más alto rango de la mujabarat al que hemos entrevistado. Originario del vecino barrio de Qadam, el agente enmascaraba cuidadosamente una personalidad despiadada detrás de una figura paternal, ruidosa y alegre, con una sonrisa contagiosa y el pelo entrecano. Este personaje es lo suficientemente fuerte como para engañar a cualquiera. Por ejemplo, en un reportaje de la CNN del 3 de diciembre de 2013, se presenta como «un comandante militar que responde al nombre de Abu Aksam», mientras muestra al reportero de la CNN Frederik Pleitgen los alrededores de Sbeineh, justo al sur de Tadamon. Aceptó nuestra solicitud de amistad, y en una de las dos entrevistas le confió a Anna: «Te estoy diciendo algo que no debería. Soy el jefe de Youssef». Insistió en saber quién la puso en contacto con Youssef, llamándolo «un héroe, hermano de un mártir, definitivamente no es un mindundi». La conversación dio entonces un giro brusco cuando Anna le preguntó por las supuestas violaciones:
Anna: Hace un rato me hablaste de la reforma de los detenidos en las cárceles, pero los medios de comunicación dicen que el régimen sirio ha matado a gente en sus cárceles. ¿Ha cometido masacres contra ellos?
Yamal al-Jatib: Mi respuesta es muy sencilla: ¿Por qué llevarlos a la cárcel y matarlos para luego ser acusado de haberlos matado? Prefiero matarlos en la calle, ya está hecho y murió en la batalla. Si no estuviera en mi punto de mira, y es un enemigo mío y está arruinando mi país, ¿por qué iba a llevarlo a la cárcel y matarlo en la cárcel y luego que me acusen de haberlo matado? Esta pregunta se hace mucho, pero es estúpida. A alguien que puedo matar en la calle sin que nadie me vea, ¿por qué lo traigo a mis prisiones y le doy un número, comida y bebida, y es una carga para el Estado? ¿Sabes que comen lo mismo que nosotros? Comen lo que nosotros comemos. ¿Por qué tengo que traerlo a comer y beber de mi comida y bebida y le cuesta al Estado, para que me acusen de ello, de una manera más estúpida que esta? … Cuando detengo a 10 o 15 hombres armados, necesitan 30 o 40 soldados que los acompañen. ¿Por qué crearme el problema si puedo matarlos en la calle y relajarme? ¿Por qué tengo que matarlos en la cárcel? Prefiero matarlos en sus lugares y acabar con ellos.
Ahora que ya tenemos resuelto el círculo de la mujabarat, ¿qué pasa con el otro autor, el del traje militar gris? El copiloto de Youssef en el vídeo de la masacre era Najib al-Halabi, alias Abu William, a quien encontramos etiquetado en un post de Facebook sobre los «Mártires de Tadamon». Druso originario del Golán, su familia fue desplazada a Damasco y él mismo nació y creció en Tadamón. A diferencia de otros residentes en Tadamón, él era un privilegiado y dirigía un club antes del conflicto. En 2011 creó el primer grupo shabiha en Tadamon y lo situó justo al lado de la mezquita Ozman, en la línea del frente, lo que le convirtió en un héroe a ojos de los leales. También parecía haber adquirido de alguna manera un nivel de experiencia en la construcción de túneles y la excavación de pozos y trincheras, y a menudo era llamado por sus colegas para supervisar y asesorar en estas actividades, ya fuera en la línea del frente o para las masacres.
En los vídeos de las masacres, Najib está de pie al borde de la fosa común, fumando un cigarrillo, sonriendo a la cámara y mostrando el signo V de la victoria. No parece mostrar ninguna angustia mientras comete la masacre contra civiles a los que de alguna manera conocía personalmente, ya que creció con ellos, según nuestra investigación. Además, según nuestras investigaciones sobre su personalidad, Najib parece haberse ganado la reputación de ser humilde e inteligente, de saber escuchar y, en general, de caer bien a la gente que le conocía. Aparentemente, nunca mostró su odio o su lado oscuro a nadie: «No se podía saber que haría algo así. Me sorprendió cuando vi el vídeo», dijo una persona que le conocía. Pero tenía enemigos: Najib fue asesinado durante las actividades de excavación de túneles en el frente en 2015. (Algunos creen que fue un trabajo interno, pero ese aspecto está fuera del alcance de esta investigación).
La shabiha se puso en marcha con la intención expresa de que no se pudieran atribuir sus crímenes a las fuerzas armadas oficiales del régimen. De este modo, el régimen podía argumentar (y lo hizo) que su violencia era obra de vigilantes enfurecidos y que no los controlaba. Pero en Damasco, las milicias estaban dirigidas por un amigo del palacio, Fadi Saqqar (nombre real: Fadi Ahmad), un graduado de secundaria sin barbilla y fumador empedernido, cuyas profundas y oscuras ojeras delataban una constante falta de sueño. Aunque procede de una familia privilegiada (su padre era un antiguo oficial de inteligencia), fue encarcelado por corrupción antes del levantamiento. Las conexiones de su padre con el régimen le fallaron, y se dice que mató a un compañero de prisión antes de recibir un indulto presidencial especial porque sus servicios eran necesarios para las represiones de 2011. No solo creó la shabiha, sino que se le vio atacando personalmente a los manifestantes con un cuchillo y rápidamente se convirtió en un destacado intermediario del régimen que hizo varias apariciones públicas con Assad. Fadi Saqqar usurpó el poder y se enriqueció hasta el punto de que incluso los leales a Assad le despreciaban (Youssef, por ejemplo, no expresó más que un profundo desprecio por él).
Entre el soldado de a pie Najib y el cerebro Fadi Saqqar se encontraba el oficial al mando de la shabiha para Tadamon, un cincuentón llamado Saleh al-Ras, más conocido por su apodo Abu Muntajab. Un hombre espeluznante, larguirucho y con bigote de lápiz (varias mujeres a las que entrevistamos más tarde lo identificarían como su violador), Abu Muntajab dirigía un reino de terror en Tadamon y era caracterizado por sus colegas como «el Hitler de Siria». Cuando Najib recitó una dedicatoria al «jefe», es posible que se dirigiera a su superior directo, Abu Muntajab, pero también es posible que se dirigiera al general de división Bassam Marhaj al-Hassan, jefe del Estado Mayor de las FDN en el palacio. El «Tío», una persona con un poder único en Siria, le parece a los no iniciados como cualquier anodino vendedor de verduras en el mercado semanal, pero ejercía tanto poder que podía anular cualquier decisión de otros comandantes debido a sus estrechos vínculos con Assad. Según numerosos testigos a los que entrevistamos, llamaba al canal de radio código 001, que le conectaba con Assad, quien en una ocasión dio la orden de «bombardear el barrio con todos los medios de que se disponga”. Los vídeos de la masacre de Tadamon y nuestra investigación demuestran de forma concluyente la connivencia y la cooperación entre la mujabarat y los shaniha.

Los vídeos que tenemos a mano son una instantánea del proceso de asesinato silencioso e industrial del régimen en las zonas bajo su control. Cuando la oposición militarizó y conquistó partes de Tadamón en noviembre de 2012, el régimen emprendió todo un proceso de segregación y sometimiento. Las autorizaciones de seguridad se otorgaban solo a aquellos a los que la Subdivisión 227 de la Inteligencia Militar permitía permanecer en el barrio, a través del comandante de las FDN que controlaba la calle. Esta autorización era necesaria para cualquier tipo de actividad, ya fuera un viaje de emergencia para la atención médica o una visita personal a un amigo.
Además, la Sección 227 emitía tarjetas de identificación especiales para los residentes del barrio. Había dos tipos de tarjetas de identificación: amarillas para los residentes en la vecina Daf al-Shouq y azules para los residentes en Tadamon. Estas tarjetas contienen información detallada sobre el titular, como el nombre, la dirección, los miembros de la familia, el lugar de nacimiento, etc. De este modo, la rama estableció un sistema de vigilancia masiva y recopiló información meticulosa sobre los habitantes.
Las primeras víctimas de las masacres de Tadamon fueron llevadas a pie desde su casa o calle a lugares no muy lejanos de donde vivían, y sus cadáveres fueron dejados en el lugar donde todo el mundo pudiera conocerlos. Los vídeos de las secuelas de estos incidentes muestran que se les disparó a corta distancia. Estas víctimas de las ejecuciones masivas del régimen fueron olvidadas en gran medida en el transcurso del conflicto. Los vídeos de las secuelas de estos incidentes fueron pasados por alto o manipulados en la guerra de relatos entre el régimen y la oposición. Después de noviembre de 2012, las víctimas fueron llevadas a los lugares de exterminio programados a pie o en minibús. A continuación, se les disparaba uno tras otro por la espalda, y sus cadáveres eran quemados hasta convertirse en cenizas. Este método de asesinato e incineración surgió porque los ejecutores se esforzaban por ocultar sus actos y deshacerse de los montones de cadáveres en los callejones de los barrios. Por ello, cada autor creó su propio lugar de ejecución. Youssef tenía el suyo propio, pero otro ejemplo fue el del comandante de las FDN Ibrahim Hikmat, más conocido como Abu Ali Hikmat, una figura militar fornida con el pelo claramente teñido y que fue un joven miembro de las Compañías de Defensa, los infames escuadrones de la muerte de la década de 1980. Abu Ali Hikmat construyó su propio crematorio primitivo para quemar los cadáveres de las víctimas recogidas en sus puestos de control y en el hospital Al Mujtahid. Sus soldados se jactaban a menudo de sus meticulosas habilidades para matar gente y destruir pruebas, afirmando que su grupo había matado al menos a 30.000 civiles entre 2012 y 2015. Puede que esto sea una exageración de los presuntuosos verdugos, pero es una ilustración del alcance y la escala de la matanza masiva en Tadamon. Como describió un residente: «Olíamos el olor metálico de la carne humana quemándose cada día».
El encarcelamiento es una segunda forma de violencia en Tadamon. A finales de 2012 Tadamon se convirtió en una enorme prisión urbana con más de 60 puestos de seguridad y controles. La sucursal 227 y los puestos de control de las FDN se multiplicaron y se apostaron en la entrada de cada aliado del barrio en un kilómetro cuadrado entre la calle al-Yalaa y la línea del frente. Los comandantes de las FDN construyeron muros, dividiendo el barrio en 15 zonas, y cada grupo documentó y registró a los residentes en su territorio. Estos guetos privados fueron controlados y administrados según sus propias reglas, incluyendo la conversión de las casas y tiendas confiscadas a las víctimas en prisiones, donde trasladaban a los detenidos y los torturaban. El subcomandante de la oficina de información de las FDN a nivel estatal comparó el barrio con el “triángulo de las Bermudas”, donde todo el mundo desaparece.
Los vídeos y nuestras entrevistas arrojan luz sobre la campaña de encarcelamiento informal masivo en Tadamon. Tres de nuestros vídeos muestran graves torturas a víctimas civiles en casas particulares: palizas, latigazos, quemaduras, electrocución y tortura psicológica. Los autores, incluidos Youssef y Najib, infligieron torturas crueles y experimentales para divertirse con el sufrimiento de las víctimas. Al-Hassan estaba al tanto de estas prisiones e incluso supervisaba el proceso y alentaba a los perpetradores.
En tercer lugar, la violencia sexual estaba tan extendida en Tadamon que no podía ser otra cosa que una política. Una mujer a la que entrevistamos nos contó que se dirigió a la oficina de la Sección 227 en la calle Daboul para preguntar por el paradero de su marido. Youssef estaba sentado en su silla detrás del escritorio, en una habitación poco iluminada, fumando cigarrillos, mientras los sonidos de tortura resonaban en la habitación detrás de él. Escuchó atentamente a la mujer y le prometió liberar a su marido con una condición: «Acuéstese conmigo o podrá olvidarse de su marido». Durante dos años, a partir de ese día, Youssef violó a esta mujer. Sus hermanas, vecinas e incluso maridos fueron violados y agredidos sexualmente por los servicios de inteligencia y la shabiha, especialmente por Abu Muntajab. El secuestro y la tortura sistemáticos de los hombres por parte de la shabiha crearon una atmósfera de miedo y reforzaron la vulnerabilidad de las mujeres. Las mujeres negociaban su supervivencia entablando relaciones sexuales forzadas con los verdugos, es decir, esclavitud sexual. Las víctimas masculinas sufrieron una violencia similar durante el encarcelamiento y la tortura. Los perpetradores detenían a los hombres por sospechar que simpatizaban con la oposición, pero también los detenían para manipular a las mujeres de sus familias.
En cuarto y último lugar están los trabajos forzados y la explotación económica. Con la escalada de los enfrentamientos en el frente en 2013, los oficiales de inteligencia militar, así como los milicianos de las FDN apostados en los puestos de control, detuvieron a hombres suníes de Tadamon, Daf al-Shouq y otras zonas, y los transportaron al frente como trabajadores forzados para cavar trincheras, construir barreras y muros mientras los proyectiles y balas de la oposición volaban a su alrededor. Los que sobrevivían a las penurias del trabajo o a las escaramuzas eran fusilados en las trincheras y sus cadáveres se convertían en cenizas. Los trabajos forzados no solo eran una necesidad militar, sino también un negocio lucrativo para los señores de la guerra y los comandantes de inteligencia. Para escapar de los trabajos forzados, los civiles tenían que pagar hasta 2 millones de liras sirias (el equivalente a 40.000 dólares, según el tipo de cambio, que fluctúa) a los puestos de control. Otra capa de opresión económica y violencia en el barrio fue la confiscación ilícita de la propiedad privada. A medida que la gente de las zonas de la oposición huía a Tadamon, el mercado inmobiliario se convirtió en un negocio en auge. Los comandantes de la mujabarat y de los shabiha pusieron sus manos en las propiedades de las víctimas desalojadas o asesinadas y las alquilaron en el candente mercado inmobiliario, con el pretexto de ayudar a los mártires y a las familias desplazadas o por necesidad militar. Por ejemplo, Youssef y sus jefes se apoderaron de al menos 30 propiedades en Tadamon, que aún hoy alquilan.
Las víctimas constituían una enorme carga moral y emocional para nosotros. Sus familias y seres queridos no tenían ni idea de su paradero. Experimentamos un terrible dilema: lo sabíamos, pero no podíamos decírselo a nadie; queríamos identificar a las víctimas, pero teníamos que enseñárselo a la gente. Mientras veíamos los vídeos una y otra vez, reflexionábamos: ¿Querríamos ver los últimos segundos de nuestros propios seres queridos? La mayoría de estas víctimas fueron olvidadas y marginadas. Los medios de comunicación internacionales se centraron principalmente en el sufrimiento en los territorios de la oposición, mientras que el régimen de Assad encubrió sus crímenes e impuso un silencio mortal en la sociedad siria. Como resultado, incluso las víctimas quedaron confundidas por la falta de reconocimiento de su dolor. La vergüenza, el miedo, la impotencia y la opresión continuada hasta el día de hoy llevaron a una entrevistada a preguntarse: «¿Me violaron?» Nuestras entrevistas de historia oral dieron a las supervivientes la oportunidad no solo de volver a recordar los hechos violentos, sino también de validar su identidad como víctimas.
Estos vídeos son únicos dentro de la avalancha de imágenes violentas que surgen de Siria durante el conflicto: Los oficiales de la mujabarat que dependen de Assad, con rostros reconocibles, estaban cooperando con los shabiha en la documentación de sus propios crímenes contra civiles indefensos. ¿Por qué lo hicieron? Por un lado, no tiene sentido sacar a estos dos tiradores del contexto más amplio de la impunidad masiva de la violencia de las agencias de inteligencia y las milicias sirias, cuya responsabilidad de mando última recae en Assad. Si tomamos la palabra de los ejecutores, vieron estas masacres como un sacrificio para vengarse por sus compañeros caídos, Hisham Issa y Ammar Abbas. Youssef dijo abiertamente en los vídeos y en las entrevistas que vengaba a su hermano menor Naim, que había muerto luchando en Daraya. Filmaron toda su actuación como si de un trofeo se tratase, pero también como prueba para los oficiales superiores de haber llevado a cabo el trabajo.