Dra. Amira Abo el-Fetouh, Middle East Monitor, 16 mayo 2022
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

La Dra. Amira Abo el-Fetouh es una escritora, novelista y guionista egipcia. Se licenció en la Facultad de Medicina Oral y Dental de la Universidad de El Cairo, así como en el Instituto Superior de Cine de la Academia de las Artes, en la especialidad de Crítica de Arte. Ha escrito dramas televisivos y ha presentado la serie El Caballero del Romance. Ha colaborado con varios periódicos. Entre sus obras: Journey of a Lifetime (2003) y Endless Loyalty (1978).
Durante un cuarto de siglo, Shirin Abu Akleh llevó un micrófono en la mano, la única arma que tenía a su disposición, para expresar la verdad sobre el enemigo israelí que ha usurpado su patria. Viajó por toda la Palestina ocupada para denunciar los brutales crímenes y la ocupación de Israel y revelar la falsedad de sus afirmaciones. Le arrancó la máscara y expuso la realidad de su horrible racismo para que todo el mundo lo viera. Lo hizo con honestidad y sinceridad y de manera muy profesional.
Durante un cuarto de siglo, Shirin entró en nuestras casas y nos hizo sentir miembros de su familia, no solo espectadores de televisión. Era nuestra invitada, no una extraña, y por eso millones de personas quedaron tan conmocionadas por su horrible asesinato a manos de un soldado del mismo Estado usurpador israelí.
Shirin Abu Akleh dedicó su vida a servir a Palestina hasta su último momento. Se situó en el centro de los principales acontecimientos que afectaban a su patria y a su pueblo; fue testigo de los brutales ataques de las fuerzas de ocupación y fue capaz de transmitir su sufrimiento y su dolor para que todos lo vieran. Los palestinos de todo el mundo se identificaron con ella, que se sentía desgarrada por el horror de su tragedia. Ha sido testigo del robo de tierras palestinas por parte de Israel; de la construcción de asentamientos ilegales; de la judaización de antiguas ciudades y pueblos palestinos; de la confiscación y demolición de casas palestinas; de la expulsión y el desplazamiento de sus habitantes; y del arrasamiento de pueblos para impedir que sus propietarios cultiven sus propias tierras. Shirin estuvo junto a los palestinos que esperaban pacientemente en los humillantes puestos de control militar instalados por la ocupación para impedir sus movimientos y perturbar sus vidas. Siguió las detenciones diarias al amanecer e informó de los asesinatos cometidos por las fuerzas de ocupación israelíes.
Esta valiente periodista de Al Jazeera cubrió reportajes por toda la Palestina ocupada, incluido Yenín, donde acabó siendo asesinada; otra víctima palestina de la ocupación israelí. Las pruebas de vídeo demuestran claramente que recibió un disparo en la cabeza mientras cubría las incursiones del ejército de ocupación en el campo de refugiados de Yenín, a pesar de llevar un chaleco y un casco que la identificaban como miembro de la prensa. Su sangre empapó el suelo del campo, donde muchos otros palestinos han sido asesinados antes que ella. Había derramado lágrimas por los mártires del campo; ahora el pueblo de Yenín derrama lágrimas por ella. En lugar de informar de las noticias, ella se convirtió en la noticia.
Como siempre, Israel afirmó que la bala que mató a Shirin fue disparada por un palestino durante un intercambio de disparos con el ejército de ocupación. Esta afirmación fue refutada por el colega de Shirin, Ali Al-Samudi, que estaba con ella cuando le dispararon y que también resultó herido al recibir un disparo en la espalda. La periodista Shatha Hanatsheh estaba junto a Shirin cuando le dispararon; también confirmó que no había intercambio de disparos en ese momento. De hecho, no había combatientes armados en las cercanías, ni enfrentamientos armados. El francotirador que le disparó tenía como objetivo silenciar la voz de la verdad y disuadir a otros periodistas de denunciar los crímenes de Israel.

Los israelíes están probando todos los trucos de su libro de propaganda para justificar lo sucedido, pero nadie cree una palabra de lo que dicen. Los líderes mundiales, el Consejo de Seguridad de la ONU y las organizaciones internacionales han condenado el asesinato de Shirin. El jefe del Estado Mayor israelí ha anunciado que se ha abierto una investigación, y han empezado a aparecer filtraciones en medios israelíes como Haaretz y el Canal 9. Las afirmaciones son refutables por las pruebas de vídeo: no hubo intercambio de disparos, y el francotirador tenía un objetivo muy claro al que apuntar; no tenía una visión restringida.
Fueron los sionistas los que mataron a Shirin, cuyos informes veraces les aterrorizaban. Pero no se detuvieron ahí. Incluso cuando estaba en su ataúd, atacaron a los dolientes -se utilizaron hasta algunos oficiales montados a caballo- en un esfuerzo por interrumpir su funeral. Israel prohibió que la gente llevara su féretro a pie hasta el cementerio, como es habitual; se impidió que miles de personas se despidieran de ella. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se mostró tan conmocionado por las escenas del funeral de Shirin, en las que las fuerzas de seguridad israelíes se enfrentaron a los dolientes, que ha pedido una investigación. A pesar del acoso y la arrogancia de Israel, el funeral de Shirin fue multitudinario, algo que ni siquiera se le concedió a Yasser Arafat. También se prohibió la bandera palestina, pero eso no impedirá que el pueblo de la Palestina ocupada haga sus legítimas reclamaciones sobre su tierra; una bandera es un trozo de tela, pero el pueblo tiene profundas raíces en Palestina, en Jerusalén, y volverá algún día a la ciudad y a la tierra.
«¡Cuidado con la muerte natural!», escribió Ghassan Kanafani. «No mueras sino en medio de la lluvia de balas».
Ese fue el destino de Shirin Abu Akleh. No vivió para ver la emisión de su último reportaje en el 74º aniversario de la Nakba palestina. Sin embargo, millones de personas sí escucharon su voz. Puede que Shirin se haya ido, pero la verdad permanece: Israel es un Estado de ocupación brutal.
Foto de portada: Cortejo fúnebre de la periodista asesinada de Al-Jazeera, Shirin Abu Akleh, en Jerusalén, el 13 de mayo de 2022 [Mücahit Aydemir/Anadolu Agency].