Elecciones parlamentarias en el Líbano: ¿Cómo ganó la oposición?

Sami Atallah, The Policy Initiative, 21 mayo 2022

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


El Dr. Sami Atallah es director fundador y jefe de investigación de The Policy Initiative. Fue director del Centro Libanés de Estudios Políticos desde enero de 2011 hasta diciembre de 2020. Sami tiene dos másteres en Economía Internacional y del Desarrollo y en Métodos Cuantitativos por las universidades de Yale y Columbia, respectivamente, así como un doctorado en Política por la Universidad de Nueva York.

El 15 de mayo de 2022 Líbano celebró sus primeras elecciones parlamentarias desde el levantamiento nacional de 2019. Mientras los partidos políticos gastaban frenéticamente dinero en sus campañas, los grupos antisistema se apresuraban a formar alianzas electorales.  Aunque las elecciones se celebraron en circunstancias logísticas difíciles, cabe destacar tres aspectos clave: En primer lugar, mientras que Hizbolá mantenía sus 13 escaños, sus aliados -a saber, Amal, el Movimiento Patriótico Libre (MPL) y el Partido Democrático Libanés (PDL)- perdieron bastantes. En segundo lugar, las Fuerzas Libanesas (FL) consiguieron ganar cuatro escaños más, suficientes para desafiar al MPL, su rival cristiano, en lo que respecta al liderazgo de su comunidad. Por último, los grupos de la oposición lo hicieron sorprendentemente bien, ganando 13 escaños y expulsando del poder a muchos titulares. Aunque está claro que los resultados de las elecciones reflejan el descontento de los libaneses con la vieja guardia, la rivalidad dentro de la élite también salvó a los grupos de la oposición de su potencialmente perjudicial fragmentación, y contribuyó a que un número considerable de sus candidatos cruzaran finalmente la línea de meta.

Los dos primeros resultados son más propensos a la parálisis política, y son más bien intrascendentes en relación con un cambio positivo en cuestiones socioeconómicas. Aunque el tercer resultado parece prometedor a primera vista, la probabilidad de que los miembros del grupo de la oposición desarrollen un frente común es cuestionable, lo cual, junto con sus diferentes posiciones políticas, predice un futuro menos esperanzador.

Empecemos por el bando de Hizbolá. Además de mantener sus escaños, el partido se aseguró más votos para sus candidatos en comparación con las elecciones de 2018. Sin embargo, este no fue el caso de los aliados de Hizbolá. Por ejemplo, el Movimiento Amal, encabezado por el presidente del Parlamento, Nabih Berri, perdió dos escaños. El Movimiento Patriótico Libre, el partido del presidente Michel Aoun, también perdió tres escaños. Marada, dirigido por Sleiman Frangieh, aspirante a la presidencia, perdió dos escaños. Arslan, jefe del Partido Democrático Libanés, perdió su escaño en Aley. Otras figuras políticas clave como Eli Ferzli, vicepresidente del parlamento, Faysal Karami, miembro de una familia política establecida, y Asad Hardan, del Partido Social Nacional Sirio (PSNS), también perdieron sus escaños. Aunque Jamil Sayyed, cercano a Bashar al-Assad, que se presentaba en la lista de Hizbolá, salió elegido pero con muchos menos votos que en 2018.

Este resultado podría deberse a la incapacidad de Hizbolá para superar el descontento de los votantes a la hora de apoyar a sus aliados, o más bien, una causa quizá más probable fuera la decisión que tomó para cortar las alas del bando prosirio en la Alianza del 8 de Marzo, con el objetivo de limitar sus maniobras en los asuntos internos, posiblemente en previsión de la evolución regional entre Siria y los países del Golfo. Aunque esto pueda parecer contraintuitivo, el partido no necesita especialmente una mayoría en el parlamento para mantener su hegemonía, ya que el estatus ineludible de sus armas está de forma notoria fuera de la institución del Estado. Irónicamente, estas armas han sido utilizadas convenientemente tanto por Hizbolá como por sus oponentes para movilizar al electorado hacia sus propios fines.

En lo que respecta a las Fuerzas Libanesas, el partido consiguió añadir cuatro escaños más a su bloque, convirtiéndose en el partido más grande del parlamento, con un total de 18 escaños de un total de 128. También aumentó su voto popular en un 18% en comparación con 2018, al tiempo que amplió su presencia geográfica a Jezzine, en el sur, arrebatando escaños a su rival, el MPL. Este éxito repercutirá sin duda en las elecciones presidenciales, ya que las FL pueden afirmar ahora, previsiblemente, que es el representante legítimo de la comunidad cristiana. En cuanto al MPL, además de perder escaños y votos, parece enfrentarse a conflictos internos entre sus miembros, principalmente entre los que se alinean con su jefe, Gibran Bassil, y otros que se oponen a él.

Sin embargo, el resultado de esta rivalidad será intrascendente, ya que las FL, al igual que el MPL, sigue formando parte del actual establishment político y del statu quo. Aunque las FL han hecho una campaña vehemente contra las armas de Hizbolá, en última instancia su programa socioeconómico no difiere de su rival del MPL y de otros partidos gobernantes. Por poner un ejemplo relevante, el partido había participado en la comisión parlamentaria de investigación (que también incluía a miembros del MPL, Hizbolá, Amal, el Movimiento del Futuro, el Partido Socialista Progresista, el Movimiento por la Independencia y el Movimiento Azm), que obstruyó el plan de recuperación económica de Diab, que si se hubiera aplicado habría protegido a los depositantes. La consecuencia de esta obstrucción ha sido terrible para la sociedad en general, provocando niveles de pobreza y emigración sin precedentes. Al igual que el MDL, también votó sobre la prórroga del mandato del gobernador del Banco Central, Riad Salameh, el responsable de transformar la economía libanesa en un esquema Ponzi salvajemente destructivo.

En cualquier caso, la mayor victoria la obtuvieron los grupos antisistema. Aunque participaron en las elecciones para competir con los partidos gobernantes, también compitieron entre sí en 11 distritos, y solo consiguieron unirse en cuatro (Sur 2, Sur 3, Norte 3 y Monte Líbano 2). No obstante, ganaron 13 escaños en siete de los 15 distritos: dos en Beirut 1, tres en Beirut 2, tres en Monte Líbano 4, uno en Sur 1, dos en Sur 3, uno en Norte 2, así como uno en Norte 3. Arrebataron esos escaños a seis partidos: Marada, MPL, Movimiento del Futuro, PDL, PSNS y Amal.

Esta victoria no se limita a los que consiguieron los escaños. La campaña dirigida por Jad Ghosn en la región de Metn contra los partidos tradicionales y los zaims [líderes] en el poder surgió como algo igualmente significativo. Aunque Ghosn no consiguió finalmente un escaño en el parlamento, al quedarse corto por 88 votos, su plataforma socioeconómica resonó bien entre el electorado, lo que le valió 8.526 votos preferenciales, superando numéricamente a Ibrahim Kannan, del MPL (con 5.513 votos), y no estuvo muy lejos de los 10.486 votos que obtuvo el líder del partido Kateab, Samy Gemayel, en su propio bastión regional.

En última instancia, la rivalidad dentro de la élite acabó siendo increíblemente beneficiosa para la oposición. El jefe del partido del Movimiento del Futuro, Saad Hariri, se retiró pronto de la carrera, lo que hizo que sus competidores tradicionales, tanto de fuera como de dentro de su propio partido, intentaran hacerse con esos votos, fracasando en su mayor parte. Fouad Makhzoumi, que esperaba conseguir más escaños en el distrito de 11 plazas de Beirut 2, apenas mantuvo sus cifras anteriores, a pesar del dinero que gastó en su campaña. Fouad Seniora, ex primer ministro y rival interno de Hariri, tampoco consiguió ningún escaño para la lista que apoyaba. Un posible análisis es que Hariri optó por dirigir los votos a los grupos de la oposición, en un esfuerzo por evitar que sus rivales inmediatos ganaran terreno, al menos hasta su eventual regreso a la política.

El grupo de oposición de Chouf-Aley (Monte Líbano 4) también puede haberse beneficiado de la rivalidad entre el líder druso Walid Jumblatt y su tradicional competidor Talal Arslan. Aunque Jumblatt suele dejar espacio a Arslan, esta vez optó por excluirlo para ofrecer a su hijo, Taymour, la oportunidad de madurar políticamente y asumir el manto del partido. Al hacerlo, su posición se alineó con la de Hezbolá, ya que ambos están interesados en expulsar del parlamento a Talal Arslan y Wiam Wahhab (ambos prosirios).

En resumen, nuestro nuevo parlamento se compone de tres grupos. El primero incluye a los partidos políticos tradicionales, un total de 100 escaños distribuidos de la siguiente manera: 18 para las Fuerzas Libanesas, 17 para el Movimiento Patriótico Libre, 14 para Amal, 13 para Hizbolá, ocho para el Partido Socialista Progresista y 30 para otros partidos más pequeños e individuos aliados con ellos. El segundo grupo es el de los grupos tradicionales de la oposición, compuesto por 15 miembros: cuatro pertenecientes al partido Kataeb, ocho para diputados independientes y los tres restantes para partidos más pequeños. El tercero es, por supuesto, el antisistema, con 13 escaños.

Los antisistema se enfrentarán pronto a tres conjuntos de retos: el primero consiste en elegir a un presidente y nombrar a un primer ministro. El segundo, en establecer una agenda que impulse proyectos de ley clave que puedan hacer frente a la crisis económica y social libanesa. Por último, en la supervisión general del gobierno y otros organismos de forma inmediata, garantizando el inicio de la investigación sobre la explosión del puerto de Beirut.

Esta capacidad de activar eficazmente la autoridad del parlamento depende de que los antisistema establezcan una visión clara para su mandato de cuatro años como bloque coherente; se trata de una responsabilidad crítica que se avecina y que tendrá graves repercusiones en caso de que fracase.

Foto de portada: El candidato de la oposición en las elecciones parlamentarias libanesas, Yassin Yassin, es aclamado por sus partidarios mientras los libaneses esperan los resultados oficiales de las elecciones, Jeb Jennin, Bekaa Occidental, Líbano, 16 de mayo de 2022.(Aziz Taher/Reuters)

Voces del Mundo

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