Hamid Dabashi, Middle East Eye, 30 agosto 2022
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Hamid Dabashi es Profesor Hagop Kevorkian de Estudios Iraníes y Literatura Comparada en la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York, donde enseña Literatura Comparada, Cine Mundial y Teoría Postcolonial. Sus últimos libros son The Future of Two Illusions: Islam after the West (2022); The Last Muslim Intellectual: The Life and Legacy of Jalal Al-e Ahmad (2021); Reversing the Colonial Gaze: Persian Travelers Abroad (2020), y The Emperor is Naked: On the Inevitable Demise of the Nation-State (2020). Sus libros y ensayos se han traducido a numerosos idiomas.
¿Quién dice la verdad? ¿Los militares israelíes y su hasbara, o propaganda, de la que se nutren los principales medios de comunicación estadounidenses y europeos (encabezados por la BBC y el New York Times), o los innumerables cineastas palestinos que transforman los hechos de sus experiencias vividas en verdades artísticas?
¿Qué lugar ocupan las obras de arte sublimes frente a la incesante avalancha de falsedades y propaganda que los conquistadores tejen habitualmente para justificar y camuflar sus barbaridades? ¿Qué es una novela de Ghassan Kanafani, una obra de arte de Mona Hatoum, un poema de Mahmoud Darwish o una película de Elia Suleiman al lado de los tanques israelíes, los aviones de combate, las bombas inteligentes, los escuadrones de asesinos, los submarinos nucleares o los francotiradores?
Cuando un imperio es vasto y abigarrado como el de Estados Unidos, puede permitirse tanto la matanza militar en todo el mundo como el que cineastas ingeniosos como Stanley Kubrick, Oliver Stone o los hermanos Hughes desmonten las mentiras de esas conquistas. Cuando una colonia de colonos como Israel es demasiado pequeña para permitirse tales complejidades, se limita a bombardear, mutilar y asesinar, mientras su maquinaria de propaganda se encarga de camuflarlo en una cobertura informativa manipulada.
En el caso de los palestinos, no hay ejército que valga. Lo que tienen de su lado son los hechos y la verdad, una verdad que no se habría escuchado si no fuera por los poetas, periodistas, académicos, artistas, novelistas y cineastas palestinos. En esta batalla, el Goliat israelí está a merced del David palestino.
¿Pero no es esto comparar manzanas y naranjas: el poderío militar de una colonia de colonos con las obras de arte que producen los que están bajo su ocupación? ¿No deberíamos comparar al ejército israelí con los militantes palestinos que defienden su patria?
Pero eso equivale a una guerra asimétrica. Los palestinos no tienen ejército, fuerza aérea o marina; los israelíes sí. Los palestinos no reciben miles de millones de dólares en ayuda militar de Estados Unidos y Europa; los israelíes sí.
Los palestinos solo libran una forma de guerra de guerrillas condenada, que les impone el cruel destino. Militarmente, Palestina no es rival para Israel. Pero artística, estética, moral e imaginativamente, Israel no es rival para Palestina.
Guerra de agresión
Tomemos como ejemplo las últimas atrocidades israelíes en Gaza a principios del mes de agosto. Un bloqueo implacable y repetidas invasiones de la Franja de Gaza culminaron en otra guerra de agresión que aterrorizó a los palestinos, destruyó sus hogares y les negó sus medios de vida. ¿Cuál es la función de los cineastas palestinos en tiempos de tanto terror israelí?
Los medios de comunicación dominantes en Estados Unidos y el Reino Unido se consideran verdaderamente objetivos y justos cuando afirman que hay dos bandos en el «conflicto israelí-palestino». Pero no hay dos bandos en la sistemática, intencionada e implacable ocupación y robo de Palestina por parte de Israel, y en el asesinato de palestinos. Solo hay una verdad, que no tiene lados.
Israel es una brutal colonia europea de colonos que ha estado atacando a los palestinos y robando sus tierras desde su creación. La poca resistencia militante que los palestinos han logrado presentar palidece en comparación con su desobediencia no violenta y civil, como el movimiento de boicot, desinversión y sanciones (BDS). Un elemento clave de esta resistencia ha sido el cine.

En abril de 2019, invitamos a una importante estudiosa del cine palestino, Nadia Yaqub, a venir a la Universidad de Columbia y a comisariar un festival de cine palestino centrado en Gaza.
Con cerca de dos millones de habitantes en unos 365 km2, Gaza se encuentra entre los lugares más densamente poblados del mundo. Muchos observadores la llaman la mayor prisión al aire libre. Israel ha utilizado sistemáticamente el territorio para probar su armamento más reciente, causando muerte, destrucción y desesperación a los civiles palestinos. La elección de Gaza como tema de un festival de cine fue emblemática de la cuestión palestina en general, a la luz de su condición de víctimas de la conquista colonial europea.
En una entrevista posterior, Yaqub explicó la importancia de Gaza: «Gaza, como unidad particular, tiene una historia interesante y distinta dentro de la historia palestina más amplia por su relación con la resistencia. El movimiento de resistencia, la [Organización para la Liberación de Palestina] como organización militante, la Primera Intifada… todo tiene su origen en la Franja de Gaza».
En su investigación para el festival, Yaqub encontró muchos documentales, pero también 15 largometrajes, cortos y largos, experimentales y clásicos, que creaban una atmósfera imaginativa propia. El efecto combinado permitió que las realidades palestinas salieran a la superficie.
Reafirmando la humanidad
En Gaza as Metaphor, una recopilación de 2016 editada por Dina Matar y Helga Tawil-Souri, se describen ensayos perspicaces sobre cómo Gaza se ha convertido en una metáfora de la lucha palestina en general. Es un significante flotante: «prisión al aire libre, terror, resistencia, ocupación, asedio, trauma».
Pero no debemos quedarnos atrapados en estas metáforas, sino que debemos ver a través de ellas. Sus sencillas verdades hacen referencia a la desposesión de una nación y a su paisaje de historia y humanidad. El arte y el cine palestinos reciben, refunden y reafirman esa historia y esa humanidad. Gaza no es sólo una metáfora de nuestro mundo cruel; Gaza es ese mundo.
La batalla que han perdido los israelíes no es una batalla entre dos «narrativas». Es una batalla entre la verdad y la charlatanería. Más concretamente, entre la sublimación estética de la verdad palestina, a través de las artes visuales y escénicas, y la propaganda banal administrada por los “vendehumo” israelíes.
Por ejemplo, después de que las fuerzas israelíes mataran a más de una docena de niños en su última operación, la propaganda israelí alegó inicialmente que la Yihad Islámica era la culpable de la mayoría de las muertes.
No hay sublimación estética de las falsedades del sionismo, porque está desprovisto de cualquier verdad que pueda elevar a la sublimación estética. Ha perdido la desigual batalla entre las mentiras israelíes y las verdades palestinas.
Periodistas palestinos y de otras nacionalidades, árabes y no árabes, musulmanes y no musulmanes, han trabajado incansablemente para desenmascarar estas mentiras e informar de los hechos desnudos. «Gaza: Los nombres y los rostros de los 17 niños palestinos muertos en la embestida de Israel», reza un reciente titular de Middle East Eye. «Al menos 49 palestinos murieron y más de 360 resultaron heridos por la lluvia de ataques aéreos israelíes sobre la Franja asediada durante tres días».
Ya no existe un monopolio corporativo o de la corriente principal sobre las noticias. Los medios proisraelíes, como la BBC y el New York Times, están a un clic de distancia de otros innumerables medios que hacen lo que esas instituciones no han hecho. Pero los hechos que exponen los periodistas nunca hablan por sí mismos; deben ceder al poder imaginativo de las artes para encontrar una lengua universal que el mundo entienda mejor.
Gaza en la pantalla no es una mera lente correctora de la propaganda israelí, europea y estadounidense. Es el espejo perfecto de un desafío heroico al destino cruel. Ante ese espejo no podemos ser fatalistas, porque estamos asistiendo a una verdad palestina que implica al resto de la humanidad y a los israelíes en particular, si es que alguna vez se atreven a enfrentarse a ese espejo.
Foto de portada: Una compañera de clase de la niña palestina Lian al-Shaer, que murió en un ataque aéreo israelí durante la última agresión de Israel, llora su muerte en el primer día de clase tras las vacaciones de verano, en Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, el 29 de agosto de 2022 (AFP).