La «principal amenaza»: Es hora ya de hablar de la lucha de clases palestina

Ramzy Baroud y Romana Rubeo, CounterPunch.com, 10 noviembre 2022

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Ramzy Baroud es periodista y director de The Palestine Chronicle. Es autor de cinco libros. Su último es «These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons» (Clarity Press, Atlanta). El Dr. Baroud es investigador senior no residente en el Centro para el Islam y los Asuntos Globales (CIGA) de la Universidad Zaim de Estambul (IZU). Su sitio web es http://www.ramzybaroud.net

Romana Rubeo es una escritora italiana y directora de The Palestine Chronicle. Sus artículos han aparecido en numerosos periódicos en línea y revistas académicas. Es licenciada en Lenguas y Literaturas Extranjeras, y está especializada en traducción audiovisual y periodística.

El lunes 31 de octubre, los palestinos de la ciudad de Al-Eizariya, al este de la Jerusalén Oriental ocupada, llevaron a cabo una huelga general. La huelga se declaró como parte del luto de la comunidad por Barakat Moussa Odeh, de 49 años, asesinado por las fuerzas israelíes en Jericó un día antes.

No se trató de un caso aislado. En las últimas semanas se han llevado a cabo huelgas generales en todos los Territorios Palestinos Ocupados como forma de desobediencia civil y de protesta por los ataques israelíes sobre las ciudades de Nablús, Jerusalén, Yenín y Hebrón, así como en señal de duelo por los combatientes palestinos muertos tras las operaciones de tiroteo contra soldados israelíes por parte de los ilegales colonos judíos.

Históricamente, las huelgas generales han sido declaradas y observadas por los palestinos de clase trabajadora. Esta forma de protesta suele representar la espina dorsal de la resistencia popular y de base en Palestina desde muchos años antes de la creación de Israel sobre las ruinas de la patria histórica palestina.

El regreso de la táctica de la huelga general sugiere que la nueva revuelta en Cisjordania es un resultado directo de la resistencia de la clase trabajadora. De hecho, muchos de los jóvenes combatientes palestinos proceden de campos de refugiados o de centros de población de clase trabajadora. Su revuelta se deriva de la creciente comprensión de que las tácticas políticas de las élites no han dado lugar a nada tangible y de que la libertad palestina no se logrará ciertamente a través de Mahmoud Abbas y sus políticas egoístas.

La revuelta en ciernes parece tener también muchas similitudes con la revuelta anticolonial palestina de 1936-39, así como con la Primera Intifada, el levantamiento popular de 1987. Estos dos acontecimientos históricos fueron moldeados y sostenidos por la clase trabajadora palestina. Mientras que los intereses de las clases acomodadas solían negociar espacios políticos que les permitían coexistir con diversos poderes dominantes, los palestinos de clase trabajadora, los más desafectos al colonialismo y a la ocupación militar, lucharon como colectivo.

El escritor e historiador palestino Ghassan Kanafani -que fue asesinado por la inteligencia israelí, el Mossad, en julio de 1972- analizó los acontecimientos que condujeron a la revuelta palestina de la década de 1930 en su ensayo «La revuelta de 1936-39 en Palestina», publicado poco antes de su prematura muerte. Kanafani argumentó que hay tres enemigos que suponen la «principal amenaza» para el movimiento nacional palestino: «la reaccionaria dirección local; los regímenes de los Estados árabes que rodean a Palestina y el enemigo imperialista-sionista».

«El cambio de una sociedad semifeudal a una sociedad capitalista fue acompañado por una mayor concentración de poder económico en manos de la maquinaria sionista y, en consecuencia, dentro de la sociedad judía en Palestina. A finales de los años 30, el proletariado árabe palestino había sido víctima del colonialismo británico y del capital judío (sionista), siendo el primero el principal responsable.»

Como era de esperar, los trabajadores palestinos están, de nuevo, en primera línea de la lucha por la liberación. Parecen ser perfectamente conscientes de que el colonialismo israelí de colonos no solo es un agente de opresión, sino también un enemigo de clase.

El colonialismo de colonos suele definirse como una forma de colonialismo que tiene como objetivo asentar la tierra colonizada, explotando sus recursos y eliminando simultánea y metódicamente a la población nativa. El trabajo del historiador Patrick Wolfe ha sido especialmente esclarecedor en este sentido. En su obra seminal «Settler Colonialism and the Elimination of the Native» (El colonialismo de los colonos y la eliminación de los nativos), sostuvo que «el colonialismo de los colonos es intrínsecamente eliminatorio». Sin embargo, según Wolfe, «la lógica de la eliminación no se refiere solo a la liquidación sumaria de los indígenas, aunque la incluye».

La longevidad de las sociedades de colonos se basa en factores clave que permiten que estas sociedades sean sostenibles durante largos períodos de tiempo. Uno de estos factores es que los proyectos coloniales de colonos mantengan una hegemonía total sobre los recursos naturales, incluyendo la explotación sistemática de la población nativa como mano de obra barata.

Sai Englert argumenta en «Settlers, Workers, and the Logic of Accumulation by Dispossession» (Colonos, trabajadores y la lógica de la acumulación por desposesión), que «en las sociedades coloniales de colonos, la lucha de clases interna de los colonos se libra no solo por la distribución de la riqueza extraída del trabajo de los colonos, sino también por la distribución del botín acumulado mediante la desposesión de la población indígena».

La lógica de Englert se aplica al modelo sionista colonial de colonos en Palestina desde mucho antes del establecimiento del Estado de Israel sobre la patria palestina en 1948. Englert destaca la dicotomía sionista citando el trabajo de Gershon Shafir, que describe el primer sionismo como un «movimiento de colonización que simultáneamente tenía que asegurar la tierra para sus colonos y los colonos para su tierra».

Sin embargo, dado que el asentamiento de los emigrantes judíos -en su mayoría procedentes de Europa- en Palestina fue un proceso prolongado, el sionismo colonizador se sintió obligado a llevar a cabo su proyecto colonial por etapas. En la primera etapa, que comenzó a finales del siglo XIX y se prolongó hasta la década de 1930, el colonialismo sionista se centró en la explotación de la mano de obra indígena árabe palestina y, finalmente, en la exclusión de esta misma fuerza de trabajo para preparar la limpieza étnica del pueblo palestino en su totalidad.

Explicando el modelo sionista en esa etapa histórica, el historiador israelí Ilan Pappé escribe:

Los primeros sionistas eran plenamente conscientes de este proceso, el de la explotación de la mano de obra palestina como una mera etapa -como en la «explotación temporal»- en el desarrollo de lo que los líderes sionistas, David Ben-Gurion y Yitzhak Ben-Zvi, describieron como «avoda ivrit», o «mano de obra hebrea». «Mi esperanza es que, a su debido tiempo, nosotros (es decir, el ‘trabajo hebreo’) ocupemos el lugar decisivo en la economía de Palestina y en su vida colectiva y social», dijo Ben-Zvi.

Es obvio quiénes iban a ocupar el papel marginal en la economía: los palestinos, que formaban la gran mayoría de la población de la época«, explica Pappé.

«Yaakov Rabinowitz (uno de los fundadores del partido ortodoxo Agudat Israel), no veía ninguna contradicción en encabezar un movimiento aparentemente socialista, como Hapoel Hazair, y abogar por un mercado laboral segregado y colonialista: ‘El establishment sionista debe defender a los trabajadores judíos contra los árabes, como el gobierno francés protege a los colonialistas franceses en Argelia contra los nativos’«.

El legado de aquellos primeros sionistas sigue definiendo la relación entre los trabajadores palestinos e Israel hasta el día de hoy, una relación que se basa en la segregación y la explotación racial.

La naturaleza del colonialismo de colonos de Israel no ha cambiado fundamentalmente desde su creación a principios del siglo XX. Sigue comprometido con la limpieza étnica de Palestina y la usurpación de los recursos palestinos, incluida la mano de obra palestina. Todos los intentos de eludir esta explotación en curso han fracasado en gran medida porque los trabajadores palestinos siguen siendo igualmente vulnerables en otros espacios de trabajo, ya sea en la economía limitada y semiautónoma gestionada por la Autoridad Palestina o por los regímenes árabes igualmente explotadores.

A pesar de todo esto, los trabajadores palestinos siguen resistiendo su explotación de muchas maneras, incluyendo la sindicalización, la huelga, la protesta y la resistencia a la ocupación israelí. No debería sorprender que los diversos levantamientos palestinos a lo largo de los años hayan sido impulsados por los palestinos de clase trabajadora.

Esta realidad nos obliga a volver a pensar nuestra comprensión de la lucha palestina. No se trata de un mero «conflicto» político, geográfico o narrativo, sino que se basa en varios estratos de lucha de clases dentro y fuera de Palestina. Y esas luchas, como han demostrado las experiencias, han estado en el centro de la historia de la resistencia palestina, manifestándose claramente en la huelga y la rebelión palestinas de 1936-39, hasta el momento presente.

Foto de portada: Peter – CC BY 2.2

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