Chris Hedges, The Chris Hedges Report, 12 diciembre 2022
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Chris Hedges es un periodista ganador del Premio Pulitzer que fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times, donde ejerció como jefe de la Oficina de Oriente Medio y jefe de la Oficina de los Balcanes del periódico. Entre sus libros figuran: American Fascists: The Christian Right and the War on America, Death of the Liberal Class, War is a Force That Gives Us Meaning y Days of Destruction, Days of Revolt una colaboración con el dibujante de cómics y periodista Joe Sacco. Anteriormente trabajó en el extranjero para The Dallas Morning News, The Christian Science Monitor y NPR. Es el presentador del programa On Contact, nominado a los premios Emmy.
El gobierno de coalición de extremistas judíos, sionistas fanáticos y fanáticos religiosos propuesto por Benjamín Netanyahu representa un cambio sísmico en Israel, que exacerbará la condición de paria de Israel, erosionará el apoyo exterior que ahora se le presta, alimentará un tercer levantamiento palestino, o intifada, y creará divisiones políticas irreconciliables dentro del Estado judío.
Alon Pinkas, que escribe en el periódico israelí Haaretz, califica al gobierno de coalición, que está previsto que asuma el poder en una o dos semanas, de «kakistocracia extraordinaria: el gobierno de la peor y menos adecuada colección de ultranacionalistas, supremacistas judíos, antidemócratas, racistas, intolerantes, homófobos, misóginos, políticos corruptos y presuntamente corruptos». Una coalición gobernante de 64 legisladores, de los cuales 32 son ultraortodoxos o sionistas religiosos. Desde luego, no es una coalición que Zeev Jabotinsky, el padre del sionismo revisionista, o Menachem Begin, el fundador del Likud, hubieran imaginado jamás».
Itamar Ben-Gvir, del partido ultranacionalista Otzma Yehudit, «Poder Judío», será el nuevo ministro de Seguridad Interior. Otzma Yehudit está poblado de miembros del partido Kach, del rabino Meir Kahane, al que se prohibió presentarse a las elecciones a la Knesset en 1988 por abrazar una «ideología de tipo nazi» que incluía la defensa de la limpieza étnica de todos los ciudadanos palestinos de Israel, así como de todos los palestinos que viven bajo la ocupación militar israelí. Su nombramiento, junto con el de otros ideólogos de extrema derecha, entre ellos Bezalel Smotrich, para dirigir los Territorios Palestinos Ocupados (TPO), echa por la borda los viejos tropos que los sionistas liberales utilizaban para defender a Israel: que es la única democracia de Oriente Próximo, que busca un acuerdo pacífico con los palestinos en una solución de dos Estados, que el extremismo y el racismo no tienen cabida en la sociedad israelí y que Israel debe imponer formas draconianas de control a los palestinos para evitar el terrorismo.
Ben-Gvir y Smotrich representan la escoria de la sociedad israelí, que promueve la «identidad judía» y el «nacionalismo judío» en una versión sionista del llamamiento del fascismo a la sangre y la tierra. Son el equivalente israelí de Lauren Boebert y Marjorie Taylor Greene. Su bloque sionista religioso es ahora el tercero más grande de la Knesset.
Ben-Gvir, que fue rechazado para el servicio militar debido a su extremismo, robó un adorno del capó del coche de Yitzak Rabin unas semanas antes de que el entonces primer ministro fuera asesinado en 1995 por el extremista judío Yigal Amir. Amir, como muchos israelíes de extrema derecha, incluido posiblemente el propio Netanyahu, consideraba que el apoyo de Rabin a los Acuerdos de Oslo era un acto de traición. «Llegamos a su coche, y llegaremos a él también», dijo Ben-Gvir en aquel momento. Exige la deportación de los palestinos que se enfrenten a soldados israelíes, a seguidores del movimiento ultra-ortodoxo antisionista Netueri Karta, así como la del miembro árabe-israelí de la Knesset Ayman Odeh y la del miembro marxista antisionista de la Knesset Ofer Cassif, que es judío.
Los viejos tropos que Israel empleó para justificarse siempre fueron más ficción que realidad. Hace tiempo que Israel se convirtió en un Estado de apartheid. Controla directamente, a través de sus asentamientos ilegales solo para judíos, zonas militares restringidas y complejos del ejército, más del 60% de Cisjordania y tiene el control de facto sobre el resto. Hay 65 leyes que discriminan directa o indirectamente a los ciudadanos palestinos de Israel y a los que viven en los TPO.
Los viejos tropos están siendo sustituidos por diatribas llenas de gritos que describen a los palestinos y árabes (musulmanes y cristianos) como contaminantes y una amenaza existencial para Israel. Este discurso de odio va acompañado de una despiadada campaña interna para silenciar a los «traidores» judíos, especialmente a los que son liberales o de izquierdas y laicos. Una autocracia dirigida por Otzma Yehudit cerrará el debate democrático, destripará las protecciones de la sociedad civil y codificará aún más lo que ha sido una realidad durante mucho tiempo: la supremacía judía y la actual limpieza étnica de los palestinos de su propia tierra, que se remonta a la fundación de Israel en la década de 1940.
Lo que antes era impensable ahora es pensable, como la anexión formal de amplias zonas de Cisjordania, incluida el «Área C«, donde viven hasta 300.000 palestinos. El asesinato de unos 140 palestinos este año, entre ellos la periodista estadounidense Shirin Abu Akleh, es el peor número de víctimas mortales desde 2006 (sin incluir las grandes escaladas de violencia, como los bombardeos israelíes de Gaza). Ha ido acompañada de ataques palestinos que han dejado 30 israelíes muertos.
El nuevo gobierno acelerará estos asesinatos junto con las demoliciones de casas y escuelas, las expulsiones de palestinos de Jerusalén Este, el arranque de huertos de olivos palestinos, los encarcelamientos masivos y la limpieza étnica de palestinos. La totalidad de estos crímenes equivale al crimen internacional de genocidio, según explicó en 2016 el Centro de Derechos Constitucionales, con sede en Nueva York.
Gaza, la mayor prisión al aire libre del mundo, seguirá siendo bombardeada y bombardeada con mayor frecuencia. Su infraestructura, incluidos sus sistemas de agua, electricidad y alcantarillado, así como las instalaciones de almacenamiento de combustible, serán blanco de la destrucción. Los habitantes de Gaza y sus compatriotas palestinos de Cisjordania estarán sometidos a bloqueos cada vez más estrictos, que los reducirán a un nivel de subsistencia que estará un paso por encima de la inanición. En lugar de intentar encubrir los asesinatos de palestinos a manos de colonos judíos y del ejército israelí, el nuevo gobierno celebrará abiertamente las atrocidades.
Tras la reciente ejecución de un palestino desarmado al que un policía fronterizo israelí disparó tres veces a quemarropa y luego otra vez mientras estaba en el suelo, durante una refriega que fue grabada en vídeo, Ben-Gvir calificó al agente de «héroe».
Netanyahu, acusado de fraude, abuso de confianza y aceptación de sobornos en tres casos de corrupción, está decidido a politizar el poder judicial. Él y sus socios de coalición recortarán aún más los derechos de los ciudadanos palestinos de Israel, que son ya ciudadanos de segunda clase. Seguirán presionando agresivamente a favor de una guerra con Irán. Apoyarán los esfuerzos para apoderarse de la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, que los judíos israelíes llaman el Monte del Templo, el supuesto emplazamiento del Segundo Templo, destruido por los romanos en el año 70 d.C. Los extremistas judíos llevan mucho tiempo pidiendo que la mezquita de Al-Aqsa, el tercer santuario más sagrado para los musulmanes, sea derribada y sustituida por un «Tercer» templo judío, una medida que incendiaría el mundo musulmán. Ben-Gvir, que considera «un héroe» a Baruch Goldstein, el colono judío que en 1994 masacró a 29 fieles musulmanes en Hebrón, ha anunciado una visita inminente junto con otros extremistas judíos al lugar de la mezquita. Cuando Ariel Sharon, entonces líder de la oposición israelí, acudió al lugar de la mezquita en septiembre de 2000, se desencadenó la Segunda Intifada.
Ojalá fueran conjeturas. No lo son. Es lo que defienden estos fanáticos.
Avigdor Maoz, del partido extremista Noam, que se opone a los derechos LGBTQ y quiere prohibir que las mujeres sirvan en el ejército, ha sido nombrado para supervisar el plan de estudios de las escuelas israelíes, la inmigración rusa y la identidad nacional judía.
«Cualquiera que intente dañar el judaísmo real es la oscuridad», dijo esta semana. «Cualquiera que intente crear una nueva religión liberal es la oscuridad. Cualquiera que -con ocultación y ofuscación intencionadas- intente lavar el cerebro a los niños de Israel con sus agendas, sin el conocimiento de los padres, es la oscuridad.»
Jeremy Ben-Ami, presidente de la organización liberal de defensa del sionismo J Street, afirmó en una declaración pública que el próximo gobierno de Israel «parece que tomará más medidas contrarias a los valores que los judíos estadounidenses enseñamos a nuestros hijos como esencia de la identidad judía», incluido el apoyo a los derechos civiles, el movimiento obrero, el movimiento feminista y las libertades LGBTQ.
«¿Cómo podemos explicar a nuestros hijos y a nuestros nietos, por no hablar de nosotros mismos, que estos valores son la esencia de la identidad judía, pero el Estado del pueblo judío está negando a otro pueblo sus derechos y su igualdad y socavando el imperio de la ley internacional?», preguntó. «Esta es una crisis fundamental que se cierne sobre nuestra comunidad en los próximos años. Aquellos en el establishment de nuestra comunidad que insisten en que la América judía debe permanecer unida e incuestionablemente leal a Israel pase lo que pase están haciendo un profundo, profundo, flaco favor a la salud de la comunidad judía.»
Tras la guerra de 1967, en la que Israel invadió y se anexionó la península egipcia de Sinaí, los Altos del Golán sirios y Gaza y Cisjordania palestinas, los israelíes frecuentaban el territorio palestino para ir de compras, comer en restaurantes, pasar el fin de semana en el oasis desértico de Jericó o arreglar sus coches con mecánicos palestinos.
Los palestinos constituían una reserva de mano de obra barata y, a mediados de la década de 1980, alrededor del 40% de la mano de obra palestina trabajaba en Israel. Pero la creciente represión por parte de las autoridades israelíes en Cisjordania y Gaza, la confiscación de extensiones cada vez mayores de tierra palestina para la expansión de asentamientos judíos y la enconada pobreza, hicieron que los palestinos, la mayoría de ellos demasiado jóvenes para recordar la ocupación de 1967, se sublevaran en diciembre de 1987 para iniciar seis años de protestas callejeras conocidas como la primera intifada. El levantamiento desembocó en los Acuerdos de Oslo de 1993 entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), dirigida por Yaser Arafat. Arafat, que había pasado la mayor parte de su vida en el exilio, regresó triunfante a Gaza junto con la dirección de la OLP.
Los Acuerdos de Oslo parecían anunciar una nueva era. Yo estaba en Gaza cuando se firmaron. Los empresarios palestinos que habían hecho fortuna en el extranjero regresaron para ayudar a construir el nuevo Estado palestino. Los islamistas radicales se replegaron. Las mujeres palestinas se quitaron los pañuelos de la cabeza. Proliferaron los salones de belleza. Hubo un breve y brillante momento en el que parecía posible una vida normal, libre de la ocupación y la violencia. Pero todo se agrió rápidamente.
La prohibición de entrar en Israel a los trabajadores palestinos, junto con el aumento de la violencia israelí y el robo de tierras, provocó otro levantamiento en 2000 que terminó en 2005. Esta intifada, que cubrí para The New York Times, fue mucho más violenta. Se trasladó a los colonos judíos de Gaza y se acordonó el territorio. Israel también construyó una barrera de seguridad -con un coste de alrededor de un millón de dólares por milla y considerada ilegal por el Tribunal de Justicia Interna- para separar Israel de Cisjordania y anexionarse más tierras palestinas. El muro se construyó a raíz de una oleada de atentados suicidas dirigidos contra israelíes, aunque la idea fue planteada por el primer ministro Rabin en la década de 1990 sobre la base de que «la separación como filosofía» requiere una «frontera clara». Arafat, con quien me reuní muchas veces, pasó los últimos días de su vida bajo arresto domiciliario israelí. El colapso de Oslo puso fin a la pretensión de un proceso de paz o una solución negociada.
Sospecho que nos encontramos en la cúspide de una tercera intifada mucho más mortífera. Un levantamiento será utilizado por Israel para justificar represalias salvajes que empequeñecerán el bloqueo económico y la masacre generalizada de Gaza durante los ataques israelíes de 2008, 2012 y 2014, que causaron aproximadamente 3.825 palestinos muertos, 17.757 heridos y más de 25.000 viviendas parcial o totalmente destruidas por Israel, incluidos edificios de apartamentos de varios pisos y barrios enteros. Decenas de miles de personas se quedaron sin hogar y enormes franjas de Gaza quedaron reducidas a escombros. Durante las protestas de la Gran Marcha del Retorno de 2018, en las que los jóvenes del asediado enclave se manifestaron frente a la barrera israelí, 195 palestinos murieron asesinados por disparos de francotiradores israelíes, entre ellos 41 niños, así como médic@s como Razan al-Najjar.
A medida que aumente la violencia y la represión contra los palestinos por parte de las fuerzas de seguridad, que pronto estarán dirigidas por fanáticos judíos, un número cada vez mayor de palestinos, incluidos niños, morirán en ataques aéreos, bombardeos, disparos de francotiradores, asesinatos y otros ataques israelíes, entre ellos los perpetrados por milicias judías deshonestas, que también atacan a ciudadanos árabes dentro de Israel. El hambre y la miseria serán generalizadas.
La brutal subyugación de los palestinos, justificada a través de una ideología tóxica de supremacía judía y racismo, solo se detendrá con una campaña de sanciones como la que se llevó a cabo con éxito contra el régimen del apartheid en Sudáfrica. De lo contrario, Israel será una teocracia despótica.
Imagen de portada: Donde hay humo… (Mr. Fish)