¿Está Egipto al borde de otro levantamiento?

Mohamad Elmasry, Middle East Eye, 23 enero 2023

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Mohamad Elmasry es profesor asociado de medios de comunicación en el Instituto de Estudios de Posgrado de Doha.

El 25 de enero se cumplen doce años de la contribución egipcia a la Primavera Árabe, un levantamiento nacional de 18 días que condujo al derrocamiento de Hosni Mubarak, el dictador que fue a lo largo de 30 años.

Tras la dimisión forzada de Mubarak el 11 de febrero de 2011, Egipto celebró una serie de elecciones y referendos libres y justos, y votó al primer presidente civil de su historia, Mohamed Morsi.

Pero el «Estado profundo» de Egipto, dirigido por las fuerzas armadas nacionales, nunca se conformó con dejar que Morsi, o cualquier otro civil, ostentara el verdadero poder. Los militares actuaron en connivencia con los residuos del régimen de Mubarak, liberales antidemocráticos, medios de comunicación y la policía para orquestar un golpe de Estado contra Morsi en julio de 2013.

Abdel Fattah el-Sisi, que fue ministro de Defensa de Morsi durante un año, dirigió tanto el golpe como la transición nacional hacia un autoritarismo desenfrenado.

Sisi fue elegido presidente en unas elecciones fraudulentas celebradas en 2014, y después presidió violaciones de derechos humanos sin precedentes, completó la eliminación de la oposición política egipcia y sentó las bases legales para un gobierno autocrático.

Durante su campaña presidencial, y de nuevo durante los primeros días de su mandato, Sisi prometió a los egipcios prosperidad económica. Según todos los indicios, no ha cumplido sus promesas. Egipto se encuentra actualmente inmerso en una crisis económica sin precedentes, que podría acabar llevando a Sisi a la perdición.

Mala gestión económica

El golpe fue financiado en gran parte por las dictaduras del Golfo, temerosas de un giro democrático en la región árabe. En 2013 y 2014, Sisi recibió decenas de miles de millones de dólares en subvenciones de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.  Además de estas subvenciones, el régimen egipcio recibió cuantiosos préstamos de Arabia Saudí, los EAU, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, China, el Fondo Monetario Árabe y el Banco Africano de Desarrollo.

Sin embargo, en lugar de gastar los flujos de efectivo en educación, sanidad, viviendas asequibles o proyectos generadores de ingresos, el régimen optó por gastar miles de millones en proyectos vanidosos que alimentaron la economía de los militares egipcios: carreteras, un monorraíl, palacios presidenciales y hoteles de lujo. El año pasado, Sisi también compró un nuevo jumbo presidencial por 500 millones de dólares.

En 2016 se inició la construcción de una capital administrativa con un coste de 50.000 millones de dólares. La nueva capital, que incluye el rascacielos más alto de África y una mega mezquita, ha llenado los bolsillos de empresas de propiedad militar y está siendo diseñada principalmente para servir a las élites egipcias adineradas.

Es importante destacar que se cree que los complejos militares y de seguridad de la nueva capital, así como su lejana ubicación -se encuentra a unos 45 kilómetros de El Cairo- le ofrecen protección frente a un posible levantamiento futuro.

La pandemia de coronavirus de 2020 y la guerra entre Rusia y Ucrania de 2022 han agravado las ya de por sí terribles circunstancias económicas de Egipto. Este mes, aproximadamente un año después de la invasión inicial de Rusia en Ucrania y casi tres años después del comienzo de la pandemia, la libra egipcia se debilitó aún más, devaluándose a unas 29 libras frente al dólar. Se esperan nuevas devaluaciones en los próximos meses.

El debilitamiento de la libra ha provocado un aumento asombroso de los precios de importación, una realidad que ha contribuido a disparar la inflación. El mes pasado, la inflación ascendió a casi el 22%. Los egipcios medios, que también han sufrido drásticos recortes de las subvenciones, se han visto incapaces de llegar a fin de mes.

Un “Estado mendigo”

Los préstamos, en particular, han tenido un efecto nocivo en la economía egipcia, creando lo que los expertos consideran una crisis de deuda y conduciendo a un control militar aún mayor sobre la economía. Un reportaje de la CNN afirmaba recientemente que Egipto se ha vuelto «adicto a la deuda», mientras que el profesor Robert Springborg postulaba que Sisi ha transformado el país en un «Estado mendigo».

Como resultado del excesivo endeudamiento, una parte considerable del gasto público egipcio se dedica ahora exclusivamente a pagar la deuda. En su mayoría, el Estado egipcio ha gestionado mal los préstamos.

Stephan Roll, jefe de la división de investigación sobre África y Oriente Medio del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad, afirmó que los préstamos se han utilizado principalmente «para proteger los activos de las fuerzas armadas, para financiar grandes proyectos en los que los militares podrían ganar mucho dinero y para llevar a cabo una expansión militar».

Bajo el mandato de Sisi, la deuda externa de Egipto se ha triplicado hasta alcanzar casi 160.000 millones de dólares.

En muchos sentidos, la supervivencia de Sisi ha dependido del apoyo de Arabia Saudí y los EAU, y él lo sabe. En actos recientes, Sisi ha hecho todo lo posible por agradecer a Arabia Saudí y a los EAU su continuo apoyo económico, llegando incluso a sugerir que Egipto «no habría seguido [existiendo]» sin su ayuda.

Trabajadores construyen un rascacielos como parte del megaproyecto de la nueva capital administrativa de Egipto, al este de El Cairo, el 3 de agosto de 2021 (AFP)

Pero el dinero gratuito del Golfo parece estar agotándose, o al menos escaseando, una realidad que los discursos públicos de Sisi han dejado clara. En el verano de 2022, aprovechó una rueda de prensa para pedir ayuda adicional a sus «hermanos del Golfo». Repitió la petición en otros actos.

Más tarde, en 2022, el tono de Sisi cambió hasta alcanzar la desesperación, pues parecía reconocer que era improbable que llegara más ayuda del Golfo, o al menos era improbable que fuera tan sustancial como él esperaba. En un discurso pronunciado en noviembre, dijo: «Incluso nuestros hermanos y amigos [del Golfo] han desarrollado la firme convicción de que el Estado egipcio será incapaz de volver a valerse por sí mismo. También creen que el apoyo que han prestado [a Egipto] durante muchos años ha creado una cultura de dependencia.»

Las palabras de Sisi fueron reveladoras, y parecían sugerir que sus aliados en Riad y Abu Dhabi se han cansado de enviar dinero a Egipto para tan pocos resultados positivos, si es que ha habido alguno.

Participación en propiedades

Aunque Arabia Saudí y los EAU parecen ahora menos dispuestos a conceder subvenciones y préstamos sustanciales, se han mostrado prestos a comprar activos egipcios de propiedad estatal, incluidas empresas y bancos, algo que, según los críticos de Sisi, equivale a vender importantes instituciones egipcias generadoras de ingresos.

En 2022, los EAU invirtieron en varias empresas egipcias, y Arabia Saudí creó la Saudi Egyptian Investment Company, que ahora posee cientos de millones de dólares en acciones de empresas egipcias.

Al parecer, el gobierno egipcio también ha considerado la posibilidad de vender el Canal de Suez para ayudar a pagar las deudas, una posibilidad que ha causado temor y enfado entre los egipcios. El gobierno ha negado esos planes, pero, al menos por dos razones, el temor a venderlo podría estar justificado.

En primer lugar, como se ha mencionado, tanto EAU como Arabia Saudí ya han tomado participaciones en activos estatales egipcios clave. En segundo lugar, Sisi ya ha transferido dos islas egipcias, Tirán y Sanafir, a Arabia Saudí, supuestamente a cambio de un apoyo económico saudí continuado.

Las súplicas desesperadas de Sisi deben leerse en el contexto de otros discursos recientes, algunos de los cuales sugieren que está profundamente preocupado por su destino y, en concreto, por la posibilidad de que se produzca otra revuelta popular.

Sisi y su aparato mediático, férreamente controlado, han intentado frenéticamente que los egipcios dejen de quejarse de la continua pobreza. En una entrevista en noviembre, Sisi dijo que «Egipto, en su situación actual, no puede permitirse [críticas]». También afirmó que «las palabras [de crítica] que se pronuncian… son muy molestas».

En la misma entrevista, Sisi afirmó que los egipcios sufren de «falta de comprensión» de las realidades políticas, y que «los que no saben no deberían hablar». En múltiples discursos recientes, también ha ordenado a los egipcios que «dejen de hablar sin sentido».

Las reprimendas para que cesen las críticas no son nuevas. Durante años, Sisi ha lamentado la cobertura crítica de los medios de comunicación y se ha referido a los críticos como ahl al-shar, o «la gente del mal». En un discurso anterior, Sisi dijo: «No escuchéis a nadie más que a mí».

Reveladoras reprimendas

Sisi también ha aprovechado discursos públicos recientes para describir los esfuerzos supuestamente extraordinarios que ha realizado su gobierno para rescatar a Egipto de la catástrofe, y para dar a entender que los problemas de Egipto son demasiado grandes para resolverlos.

En un discurso el mes pasado, Sisi dijo: «Juro por Dios que nadie podrá hacer más de lo que estamos haciendo». En un discurso anterior, afirmó que «ningún presidente del mundo sería capaz de resolver estos problemas». En otros discursos, Sisi ha sugerido que los problemas de Egipto son impenetrables, señalando que los anteriores presidentes tampoco fueron capaces de resolverlos.

Quizá lo más revelador sean los comentarios de Sisi sobre las protestas masivas que comenzaron el 25 de enero de 2011. Sus comentarios han sido muy críticos y representan un cambio significativo respecto a los discursos egipcios anteriores, que en la mayoría de los casos han celebrado la «gloriosa revolución» como una muestra del valor y el honor egipcios.

Más que nada, las declaraciones de Sisi sugieren que le preocupa la posibilidad de que se produzca otro levantamiento. Como documenté en una columna de noviembre, Sisi ha advertido específicamente a los egipcios contra las protestas, afirmando que la vía de la protesta nacional «me asusta», ya que podría «poner de rodillas a cualquier nación» y que «no debería repetirse nunca [en Egipto]».

Estos comentarios, y otros, sugieren que Sisi está profundamente preocupado. Si no pensara que las protestas masivas son una posibilidad realista, no habría necesidad de hacer este tipo de advertencias periódicas.

Es cierto que Sisi ha consolidado su poder sobre todas las instituciones del Estado, ha hecho más desalentadora la perspectiva de protestar en las plazas de las ciudades y ha creado una atmósfera de miedo. Quizá por todas estas razones, las convocatorias de protesta anteriores, incluidas las de noviembre pasado, no lograron generar impulso.

Sin embargo, sería absurdo descartar la posibilidad de un nuevo levantamiento.

Cuando la gente esté lo suficientemente desesperada, probablemente no importará lo grande o intimidatoria que sea la presencia de seguridad en torno a las plazas de la ciudad, ni lo lejos que esté la nueva capital.

Las propias palabras de Sisi sugieren que, incluso él, es capaz de entenderlo.

Ilustración de portada: “Cuando la gente esté lo suficientemente desesperada, probablemente no le importe lo grande o intimidatoria que sea la presencia de seguridad en torno a las plazas de la ciudad, ni lo lejos que esté la nueva capital» (MEE Creative).

Voces del Mundo

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