Espionaje versus espionaje

John Feffer, Foreign Policy in Focus, 15 febrero 2023

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


John Feffer  es autor de las novela distópicas Splinterlands y de Frostlands. Completa la trilogía, de reciente aparición, Songlands.  Ha escrito también The Pandemic Pivot. Es director de Foreign Policy in Focus en el Institute for Policy Studies, donde desarrolla un nuevo proyecto para una Transición Global Justa.

Este fin de semana salí a pasear por una carretera asfaltada que pronto se convirtió en tierra. Cuanto más se adentraba en las tierras de cultivo, más fangoso y difícil se volvía el camino. La función de mapa de mi teléfono, conectada por hilos invisibles a un satélite situado muy por encima de mi cabeza, seguía mostrándome estos caminos, por pequeños que se volvieran. Sin embargo, el mapa no distinguía entre carreteras asfaltadas, sucias e intransitables. Casi pierdo las zapatillas en el barro.

Quizá tengan una función de mapas mejor en su teléfono. Las sofisticadas imágenes por satélite pueden captar detalles con una resolución de 30 centímetros. Es suficiente para saber si una carretera está asfaltada o sin asfaltar. También puede determinar desde el espacio qué infraestructuras han sido destruidas por un tornado o un terremoto. O puede observar de cerca instalaciones sospechosas de poseer armas nucleares.

Lo que todavía no puede hacer un satélite es leer un periódico o una matrícula desde el espacio. Hasta la reciente innovación del radar de apertura sintética, que utiliza diversas longitudes de onda, los satélites tampoco podían ver a través de las nubes. Además, son caros y se necesitan muchos para obtener una visión coherente de un objeto en tierra a lo largo del tiempo.

Así que ya saben por qué puede ser útil -si quieren ver algo concreto desde el aire- recurrir a dispositivos de vigilancia aérea menos sofisticados, como globos meteorológicos relativamente baratos que surcan la estratosfera con cualquier dispositivo de recogida de datos que puedas meter en ellos. Con el Proyecto Loon, que inició en 2011, Google resolvió incluso el problema de la navegación ideando sofisticados algoritmos informáticos para dirigir globos a gran altitud.

Estos globos están ahora en el centro de la última disputa entre Estados Unidos y China. Recientemente, Estados Unidos derribó un globo meteorológico chino que atravesaba el país de oeste a este. El gobierno chino afirma que su globo meteorológico se había desviado simplemente de su ruta. Poco después, acusó a Estados Unidos de enviar sus propios globos meteorológicos sobre China en más de diez ocasiones desde principios de 2022.

Posteriormente, Estados Unidos ha derribado tres objetos voladores no identificados -en Alaska, Canadá y sobre el lago Hurón- que siguen sin ser identificados. El gobierno de EE. UU. solía desestimar las reclamaciones de naves extraterrestres llamándolas globos meteorológicos mal identificados, por lo que la combinación de un globo real y tres objetos desconocidos es un chisme para los teóricos de la conspiración. El comandante del NORAD hizo poco por disipar estas especulaciones cuando respondió en una rueda de prensa esta semana a una pregunta sobre la participación alienígena: «No he descartado nada. En este momento, seguimos evaluando cada amenaza o amenaza potencial desconocida que se acerca a Norteamérica con la intención de identificarla.»

Las autoridades estadounidenses han recuperado el primer objeto que derribaron. Pero no están proporcionando muchos detalles. Los primeros informes sugieren que es mucho más grande que un globo meteorológico ordinario capaz de transportar una carga útil mucho mayor.

En un primer momento, el Pentágono descartó el valor de vigilancia del globo. Ya el 2 de febrero, el secretario de prensa del Pentágono dijo que «actualmente evaluamos que este globo tiene un valor añadido limitado desde una perspectiva de recopilación de inteligencia». Posteriormente ha revisado esta estimación para concluir que el globo forma parte de un esfuerzo global de los chinos por espiar prácticamente en todas partes, llegando a enviar cuatro globos de este tipo sin que fueran detectados a través de Estados Unidos en los últimos seis años. Según el Pentágono, el quinto globo sobrevoló un emplazamiento de misiles balísticos intercontinentales en Montana antes de ser derribado este mes en aguas de Carolina del Sur.

Esto es probablemente lo que ocurrió. En efecto, el globo meteorológico se desvió inadvertidamente de su trayectoria, los chinos intentaron aprovechar su nueva trayectoria para espiar alguna que otra cosa, y los otros tres objetos que Estados Unidos derribó no tienen nada que ver con China, los extraterrestres o Marjorie Taylor Greene (que ha tenido mucho que decir sobre todo esto, nada sensato).

Mientras tanto, esto es lo que al final ha sucedido: en una rara muestra de bipartidismo unánime, la Cámara de Representantes votó 491-0 para condenar a China por su beligerancia con los globos.

¿Por qué es importante?

Supongamos que, en última instancia, los chinos utilizaron su globo meteorológico errante para echar un vistazo a sitios clasificados y quizás también para probar las defensas aéreas estadounidenses. Fue una violación del espacio aéreo estadounidense, pero ¿realmente fue para tanto? Claro, a nadie le gusta que unos extraños se asomen por la ventana de su habitación. Pero ¿no tiene Estados Unidos su propio problema de voyeurismo?

La capacidad de vigilancia de Estados Unidos es insuperable. «Con tanta atención centrada en cómo el gobierno chino ha estado espiando a Estados Unidos, es fácil perder de vista el hecho de que Washington tiene su propio apetito insaciable por los secretos de China», escribe Robert Windrem de NBC. «El esfuerzo de Estados Unidos, dicen los expertos dentro y fuera del gobierno, es extenso, intrusivo y muy eficaz».

Windrem escribió eso hace casi 25 años, en 1999. Cita al historiador de inteligencia Jeffrey Richelson: «Los métodos por los que Estados Unidos puede espiar las comunicaciones chinas van desde el uso de plataformas bajo el mar -como los submarinos- a una variedad de sistemas de antenas en tierra hasta satélites de hasta 24.000 millas en el espacio. En conjunto, es un esfuerzo multimillonario, y China es un objetivo importante».

En 2001, un avión de inteligencia de la Marina colisionó con un avión chino y tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en la isla china de Hainan. La tripulación estadounidense, tras destruir todo el equipo de vigilancia del avión que pudo, fue detenida, interrogada y finalmente devuelta a Estados Unidos. Este tipo de vigilancia no ha cesado.

Antes era mucho más intrusiva. Como explica el historiador John Delury, las operaciones encubiertas de Estados Unidos comenzaron poco después de la fundación de China, desde el envío de agentes a la China continental en 1952 para provocar una contrarrevolución contra Mao hasta los sobrevuelos del U-2 durante la década de 1960. La CIA también desarrolló ojos en el interior, con activos empotrados en el ejército, el Partido Comunista y las agencias de inteligencia chinas.

Cuando los chinos descubrieron y neutralizaron esta red a partir de 2010, los estadounidenses han tenido que recurrir cada vez más a aviones y barcos para mirar a través de las persianas y ver lo que ocurre dentro de China. Según un grupo de expertos afiliado al gobierno chino, Estados Unidos ha realizado hasta 2.000 vuelos de vigilancia al año cerca de las fronteras chinas, además de numerosas misiones de control desde buques.

Entonces, ¿qué son unos cuantos sobrevuelos en globo entre adversarios?

Es bastante ingenuo por parte de Washington esperar que Pekín no intente alcanzar la paridad en el campo de la vigilancia. China tiene muchos satélites, alrededor de 500. De hecho, figura en el número dos del mundo. Pero no puede compararse con el número que Estados Unidos tiene en órbita: casi 3.000.

¿Cuántos de estos satélites son estatales y cuántos comerciales? Cada vez importa menos. La cantidad y calidad del material disponible para los clientes de pago es extraordinaria, y los analistas independientes han podido utilizar estos servicios para poner en evidencia a los gobiernos u obligarles a publicar sus propias imágenes. De hecho, ahora hay tantos datos satelitales disponibles que la carrera la ganarán los analistas que mejor desplieguen la inteligencia artificial para clasificar todo el material. Los globos, a pesar de sus ventajas en términos de precio y proximidad, pronto se convertirán en una reliquia de una época pasada, como las cintas de casete y los peniques.

Un momento oportuno

Estados Unidos y China se apuntan mutuamente con armas nucleares. Tienen grandes ejércitos convencionales que se enfrentan en la región del Pacífico. Han llevado a cabo operaciones cibernéticas para recopilar datos sensibles y poner a prueba sus respectivos sistemas de seguridad de software y hardware.

En otras palabras, las dos superpotencias compiten prácticamente en todos los ámbitos: en tierra, mar y espacio. Por ello, quizá sea ridículo sugerir un alto el fuego en la competición por la vigilancia. Es cierto que en 2015 ambos países declararon una tregua en materia de ciberespionaje con fines económicos. Y el año pasado, China y Estados Unidos realizaron intercambios comerciales por valor de casi 700.000 millones de dólares, un nuevo récord, lo que proporciona una sólida justificación económica para el buen comportamiento de ambas partes. Pero es difícil que ninguno de los dos gobiernos acceda a impedir que sus agencias de inteligencia hagan lo que para ellos es natural.

Al final, parece que el «lío de los globos» generará más conflictos en el Congreso que en las relaciones entre Estados Unidos y China. Pero, como escribe Fareed Zakaria en The Washington Post, va a surgir inevitablemente algo más grave que no será tan fácil de desactivar, dadas las crecientes tensiones en ambas partes. Entonces, ¿qué puede hacerse?

Probablemente parezca pintoresco instar a una mayor cooperación entre Washington y Pekín, sobre todo teniendo en cuenta que el apoyo al compromiso en los círculos políticos estadounidenses prácticamente se ha evaporado. Sin embargo, una mayor cooperación en la vigilancia de lo que importa -emisiones de carbono, desastres humanitarios, propagación de enfermedades- debería ser una obviedad en esta era de amenazas existenciales. En lugar de derribar los globos meteorológicos de los demás (o, potencialmente, los satélites), trabajemos juntos para poner más ojos en los problemas que nos afectan negativamente a todos.

Imagen de portada: Fuente Shutterstock

Voces del Mundo

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