¿Dónde están ahora los arquitectos de la guerra de Iraq?

Jon Schwarz, The Intercept, 15 marzo 2023

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Jon Schwarz, antes de incorporarse a First Look Media, trabajó para Dog Eat Dog Films, de Michael Moore, y fue productor de investigación de «Capitalism: A Love Story», de Moore. Ha colaborado en numerosas publicaciones, como el New Yorker, el New York Times, The Atlantic, el Wall Street Journal, Mother Jones y Slate, así como en NPR y «Saturday Night Live«. En 2003, cobró una apuesta de 1.000 dólares a que Iraq no tendría armas de destrucción masiva.

Todos están muy bien, gracias por preguntar.

EE.UU. y sus aliados invadieron Iraq hace 20 años en la llamada Operación Libertad Iraquí. El secretario de prensa del presidente George W. Bush, Ari Fleischer, se refirió a ella accidentalmente en dos ocasiones como Operación Liberación Iraquí, que definitivamente no era su nombre oficial y habría generado un acrónimo desafortunado [en inglés].

Los hombres y mujeres que lanzaron esa guerra catastrófica y criminal no han pagado ningún precio en las últimas dos décadas. Al contrario, han sido colmados de ascensos y dinero en efectivo. Hay dos maneras de ver esto.

Una es que su trabajo consistía en tomar las decisiones correctas para Estados Unidos (políticos) y decir la verdad (periodistas). Esto significaría que, desde entonces, el sistema ha funcionado mal una y otra vez, ascendiendo accidentalmente a personas que son unos fracasados manifiestamente incompetentes.

Otra forma de verlo es que su trabajo consistía en iniciar una guerra que extendiera el imperio estadounidense y fuera extremadamente rentable para el establishment de la defensa y la industria petrolera de Estados Unidos, sin tener en cuenta lo que es mejor para Estados Unidos ni decir la verdad. Esto significaría que eran extremadamente competentes, y que el sistema no ha estado cometiendo cientos de terribles errores, sino que ha hecho exactamente lo correcto al promoverlos.

Pueden leer esto y luego decidir por Vds. mismos qué perspectiva tiene más sentido.

La lista siguiente no incluye nada sobre los iraquíes que han muerto desde 2003. Esto se debe en cierto modo a que es tradicional que los medios de comunicación estadounidenses no presten atención a las vidas de los extranjeros. En parte, porque no tenemos ni idea de cuántos iraquíes han muerto. Diversas estimaciones oscilan entre 151.000 y más de un millón. Mientras que Estados Unidos acabó gastando al menos 3 billones de dólares en la guerra y la CIA destinó 1.000 millones sólo para averiguar que Iraq no tenía armas de destrucción masiva, hemos destinado exactamente cero dólares a saber cuántos iraquíes han muerto gracias a nosotros. Vamos, ¡no estamos precisamente forrados!

George W. Bush

El expresidente Bush y el presidente ruso Vladimir Putin son los principales criminales de guerra del siglo XXI. En un mundo mejor, compartirían celda en La Haya, jugarían al pinacle y harían travesuras de asesinos de masas.

Pero aquí, en este universo, Bush está engullendo enormes cantidades de dinero en el circuito de conferencias, donde cobra al menos 100.000 dólares por una hora de sus pensamientos. Hace poco condenó «la decisión de un hombre de lanzar una invasión totalmente injustificada y brutal de Iraq». Luego dijo: «Quiero decir, ¡de Ucrania!», y tanto él como su público se rieron entre dientes, porque hay que admitir que es bastante gracioso.

También dedica su tiempo a pintar y a ser amigo de los Clinton y los Obama. En concreto, le gusta pasarle  caramelos a hurtadillas a Michelle Obama en los actos solemnes.

«O sea, ¡de Ucrania!». Ja, ja, ja, ja, qué bribón.

Dick Cheney

El vicepresidente Cheney dijo una de las mentiras más descaradas sobre Iraq durante la preparación de la guerra. En un discurso pronunciado en agosto de 2002, afirmó que cuando el yerno de Sadam Husein, Husein Kamel, desertó en 1995, reveló que Iraq estaba intentando fabricar armas nucleares de nuevo. En realidad, Kamel había insistido en que Iraq no tenía armas no convencionales de ningún tipo. No era un gran secreto: Kamel lo dijo en la CNN en una entrevista que estaba a disposición de cualquiera con conexión a Internet. La prensa norteamericana de primera línea destapó el evidente engaño de Cheney al pasarlo completamente por alto.

Desde que dejó el cargo, Cheney se ha dedicado a pescar, a apoyar a Donald Trump para presidente en 2016 y a no ser procesado por tortura. Además, durante un período de tiempo, tuvo una especie de corazón mecánico externo que empujaba la sangre a través de sus venas continuamente, lo que significa que no tenía latido del corazón, pero todavía estaba vivo (?).

Donald Rumsfeld

La tarde del 11-S, mientras el Pentágono seguía ardiendo, el secretario de Defensa Rumsfeld preguntaba impaciente si Estados Unidos podía ya atacar Iraq.

Rumsfeld murió en 2021, pero antes pasó un buen rato en su casa de vacaciones de antebellum en la bahía de Chesapeake, Maryland. El apodo de la finca de Rumsfeld era Mount Misery. Como informó el New York Times, había sido propiedad de un hombre llamado Edward Covey, que era «famoso por domar esclavos rebeldes para otros granjeros». Uno de los sometidos a este trato fue un Frederick Douglass de 16 años, que más tarde escribió que le dejó «destrozado, cambiado y desconcertado; llevado casi a la locura.»

Hay que admitir que existe una simetría histórica, dado el papel de Rumsfeld en el tormento de otros seres humanos. Uno puede imaginarse al fantasma de Covey visitando a Rumsfeld en la noche más oscura y diciéndole: «Ey, ¡gran trabajo!».

Colin Powell

Una cosa clara sobre la presentación del secretario de Estado Powell en 2003 en las Naciones Unidas fue que Powell sabía absolutamente que estaba mintiendo. La famosa columnista del Washington Post Mary McGrory respondió al diluvio de engaños de Powell proclamando: «Me persuadió, y yo era tan difícil de convencer como Francia…  El efecto acumulativo fue asombroso». McGrory aparentemente no conocía el hecho más básico sobre Powell, que era que era un mentiroso extremadamente competente que había llegado a la cima mintiendo sobre la masacre de My Lai en Vietnam y luego mintiendo sobre el escándalo Irán-Contra.

Powell también murió en 2021, pero antes de eso, pasó su vida pospolítica ejerciendo de rico. De vez en cuando, la gente le preguntaba por su aparición en la ONU, y él les decía que había sido terriblemente engañado por individuos a los que nunca identificó.

John Bolton

El subsecretario de Estado Bolton desempeñó un papel central en las mentiras de la administración Bush sobre las ADM al expulsar a José Bustani, el jefe de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, u OPAQ. Bustani había cometido un crimen supremo: planear la realización de inspecciones para determinar si Iraq tenía armas químicas. La preocupación de Bolton era que la OPAQ descubriera que Iraq no las tenía. En un detalle especialmente simpático, Bolton amenazó a los hijos de Bustani.

Bolton fue recompensado por ello al ser nombrado asesor de seguridad nacional por Trump. Sin embargo, experimentó cierta angustia: Trump no estaba completamente seguro de quién era y a veces se refería a él como «Mike Bolton».

Manifestantes antibelicistas disfrazados de atuendo carcelario de la secretaria de Estado estadounidense Condoleezza Rice, el vicepresidente Dick Cheney, el presidente George W. Bush y el secretario de Defensa Donald Rumsfeld marchan por Broadway en Nueva York el 29 de abril de 2006. (Foto: Timothy Clary/AFP vía Getty Images

Condoleezza Rice

La asesora de seguridad nacional Rice explicó en enero de 2003 por qué Estados Unidos tenía que invadir Iraq si había alguna incertidumbre: «No queremos que la pistola humeante sea un hongo nuclear». La prestigiosa Institución Hoover de la Universidad de Stanford consideró más tarde su carrera y decidió que era exactamente a ella a quien querían como directora. ¿Por qué? Por «su compromiso con la misión central de la Institución de salvaguardar la paz, la prosperidad y la libertad». Cientos de miles de iraquíes muertos no estaban disponibles para comentar este compromiso.

David Frum

Frum fue redactor de discursos en la Casa Blanca de Bush. Acuñó la famosa frase «eje del mal», formado por Iraq, Irán y Corea del Norte, para el discurso de Bush sobre el Estado de la Unión de 2002. Iraq e Irán eran un eje peculiar, dado que eran enemigos mortales, pero a Frum no le atenazaban conceptos como el de «tener sentido».

Tras dejar la Casa Blanca, Frum coescribió un libro titulado «An End to Evil: How to Win the War on Terror” [“El fin del mal: cómo ganar la guerra contra el terror»]. Lamentablemente, no seguimos su consejo, y el mal sigue acosándonos.

En «An End to Evil«, Frum informaba de que «hay pruebas abrumadoras de que Sadam tenía amplios programas de armas químicas y biológicas». No les va a sorprender saber a estas alturas que esto era absolutamente falso.

Frum fue recompensado por esta actuación por The Atlantic con un trabajo allí como escritor de plantilla. Esta semana, Frum escribió un artículo para la revista con motivo de su 20 aniversario, que comenzaba con la revelación de que Iraq poseía «un arsenal de proyectiles y ojivas de guerra química».

Cabe preguntarse: Dado que Bush y Cheney fueron totalmente reivindicados por este arsenal, ¿por qué nunca lo mencionaron? ¿Es que son supermodestos? Este es exactamente el tipo de pregunta que destruirá su carrera en los medios de prestigio.

David Brooks

El periodista Brooks contribuyó con un artículo al Weekly Standard justo después del comienzo de la guerra titulado «The Collapse of the Dream Palaces”. Deben leerlo; es una de las cosas más disparatadas que jamás hayan aparecido en lengua inglesa. Su argumento central es que los opositores a la guerra de Iraq habían sido «incapaces de lograr el suficiente distanciamiento emocional de sus propias pasiones políticas para ver el mundo como realmente es», y su mundo de fantasía estaba a punto de encontrarse con la fría y dura realidad. Los propagandistas norcoreanos lo habrían rechazado por considerarlo demasiado embarazoso.

El New York Times vio la calidad de este trabajo y poco después contrató a Brooks como columnista habitual.

Jeffrey Goldberg

Goldberg, entonces redactor del New Yorker, fue uno de los defensores de la invasión de Iraq más influyentes fuera del gobierno. Su trabajo se incluyó en las actas del Congreso durante el debate sobre la autorización del uso de la fuerza militar en otoño de 2002. En el New Yorker, Goldberg escribió que «no hay desacuerdo en que Iraq, si no se le controla, tendrá [armas nucleares] pronto». Y, por supuesto, todo el mundo sabía que ya tenía «reservas de armas biológicas y químicas».

En octubre de 2002, Goldberg argumentaba: «La administración planea hoy lanzar lo que mucha gente calificaría sin duda de acto de agresión miope e inexcusable. Dentro de cinco años, sin embargo, creo que la inminente invasión de Iraq será recordada como un acto de profunda moralidad.» Recordarán que octubre de 2007 llegó y pasó sin que se celebrara mucho esta profunda moralidad.

Jeffrey Goldberg es ahora redactor jefe de The Atlantic.

Judith Miller

Miller escribió o coescribió muchos de los artículos desternillantemente crédulos del New York Times que advertían a los lectores de la aterradora amenaza de las armas de destrucción masiva iraquíes. Quizá el artículo más gracioso de su obra se publicó poco después de la invasión, con el titular «Armas ilícitas guardadas hasta la víspera de la guerra, afirma un científico iraquí».

No se basaba en que Miller hubiera hablado nunca con este científico. Sin embargo, Miller informó: «Aunque esta reportera no pudo entrevistar al científico, se le permitió verlo desde lejos». Así es como siempre se ha hecho el mejor periodismo: observando desde la distancia. Poco después salió en televisión para declarar que se trataba de «algo más que una pistola humeante. Lo que han encontrado es una bala de plata». ¡Vaya!

Curiosamente, Miller es una de las únicas personas de esta lista que ha sufrido algún daño en su carrera a causa de Iraq. Dimitió o fue despedida en 2005, pero tuvo más que ver con su implicación en el procesamiento de Scooter Libby que con su catastrófico trabajo sobre las ADM.

Sin embargo, no se sientan demasiado mal por ella. Siguió trabajando para la Fox y actualmente es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores. El Consejo, como ven, se dedica a ayudar a los estadounidenses a «entender mejor el mundo y las opciones de política exterior a las que se enfrenta Estados Unidos.»

Joe Biden

Biden fue senador demócrata por Delaware en el periodo previo a la guerra y presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Dirigió audiencias para defender la invasión y se convirtió en una de las voces demócratas más significativas que la apoyaban.

Biden sigue ocupando un lugar destacado en la política estadounidense.

Un elenco de varios miles de personajes más

Este artículo tiene que detenerse aquí porque, de lo contrario, se convertiría en un libro de 800 páginas increíblemente deprimente.

La realidad es que la mayor parte de la masa de política exterior de Washington D.C. se alistó para impulsar la guerra de Iraq y, casi en su totalidad, todos ellos siguen allí, varios peldaños más arriba en la escala profesional, simplemente haciendo bulto. Voltaire dijo que la humanidad inventó el infierno para disuadir a la gente de hacer el mal cuando se dieron cuenta de que no parecía haber consecuencias sobre ello aquí en la Tierra. En este lúgubre aniversario, se entiende perfectamente qué motivos tenía para pensar así.

Foto de portada: El secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld, el presidente George W. Bush y el vicepresidente Dick Cheney en el Pentágono, Arlington, Virginia, el 15 de diciembre de 2006. (Charles Ommanney/Getty Images)

Voces del Mundo

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