Maira Delgado Laurens, Commondreams.org, 2 abril 2023
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Maira Delgado Laurens es estudiante de doctorado en Estudios Globales en la Universidad de California en Irvine. Su investigación explora cómo los migrantes navegan por Tapón del Darién y otros espacios naturales que se construyen como zonas fronterizas naturales inherentemente hostiles.
Mientras la atención del público se centra en el actual conflicto entre Rusia y Ucrania, una nueva clase de guerra ha ido apareciendo de forma silente e insidiosa. Esta guerra asimétrica se caracteriza por la militarización de espacios naturales como el espacio geográfico entre Colombia y Panamá, El Tapón del Darién, contra los migrantes empobrecidos de color. Mantenerse informado sobre los acontecimientos mundiales repentinos y extremos es crucial, pero debemos resistirnos a distraernos de transformaciones y formas de violencia más capciosas y sutiles que se producen en todo el mundo. La guerra inhumana que libran las naciones más ricas del mundo contra los pueblos empobrecidos del planeta, que actualmente se manifiesta en El Darién, también merece nuestra atención inquebrantable.
Esta zona selvática montañosa que conecta las regiones de Sudamérica y Centroamérica se ha convertido en una zona fronteriza local construida globalmente que los migrantes empobrecidos de color procedentes de distintas partes del mundo cruzan en busca de refugio en Norteamérica. La construcción discursiva de El Tapón del Darién como zona fronteriza hostil es un arma que pone en peligro y tiene impactos materiales sobre los migrantes, al tiempo que exime de responsabilidad a los Estados. Este discurso presenta la «hostilidad» como algo innato a El Darién, y la migración como una decisión individual y libre. El Darién se presenta como un espacio que encarna de forma natural el «riesgo» y el «peligro», mientras que los Estados son considerados ajenos al fenómeno y se ignora su papel en la creación de las condiciones que obligan a las personas a migrar. En consecuencia, los migrantes se ven obligados a resistir una guerra contra un enemigo invisible cuyas armas más poderosas son el silencio, la inacción y unas estructuras de inmigración inhumanas que perpetúan los contextos que obligan a las personas a utilizar estas rutas.
En 2022, el Servicio Nacional Migración Panamá informó de que 248.284 personas habían cruzado El Tapón del Darién, lo que representa un aumento de la friolera del 936% desde 2019. Esta afluencia pone de manifiesto la creciente relevancia de este espacio y su relación con los pueblos que lo transitan. Sin embargo, la falta de atención significativa que le prestan los Estados y los principales medios de comunicación refleja una tendencia más amplia de abandono hacia las poblaciones empobrecidas de color del mundo, que se ven desproporcionadamente afectadas por la militarización de los espacios naturales en esta nueva forma de guerra global.
Esta guerra no tiene como objetivo naciones o territorios, sino los cuerpos y la propia existencia de los pobres racializados del mundo. Empobrecidos y con poco o ningún acceso a recursos, seguridad y oportunidades vitales, se ven obligados a emprender el viaje a través de El Tapón del Darién en busca de una «vida mejor» en Estados Unidos o Canadá. Sin embargo, este viaje los expone a un entorno natural que no está pensado para el tránsito humano. Así, los relatos de los migrantes sobre sus viajes a través de El Darién incluyen descripciones de enfermedades tropicales, pérdida de partes del cuerpo, agotamiento físico y emocional extremo y traumas, encuentros con animales salvajes e insectos, inundaciones repentinas y ríos turbulentos. Además, los grupos guerrilleros también se aprovechan de los migrantes que cruzan El Darién; los migrantes sufren impunemente violencias físicas y no físicas como violaciones, extorsiones y asesinatos. Estas amenazas naturales y humanas no son peligros accidentales; son armas deliberadas de los Estados dirigidas contra los cuerpos y las vidas de los migrantes de color empobrecidos.
La situación en El Tapón del Darién es una guerra asimétrica que afecta a los pueblos empobrecidos de color de todo el mundo. Por este espacio transitan pueblos de diversas partes del mundo, como el Caribe y países de las regiones de África, Asia, Oriente Medio y América. Estas personas han sufrido penurias económicas, violencia, desplazamiento, desposesión y abandono estatal; por no mencionar el papel histórico y contemporáneo que los países occidentales ricos han desempeñado en la creación de estas circunstancias. Como tal, El Tapón del Darién es uno de los múltiples espacios naturales donde los pueblos empobrecidos de todo el mundo resisten a la continua apropiación del espacio por parte de los países ricos, a la mercantilización de los recursos naturales y los cuerpos, y a la concepción de ciertas vidas como desechables.
Aunque la guerra entre Rusia y Ucrania es importante, centrarnos únicamente en ella desvía nuestra atención de otras guerras menos notorias que también tienen consecuencias de vida o muerte para pueblos de todo el planeta. Además, esto permite a los Estados ricos seguir librando esta guerra contra los emigrantes de color empobrecidos porque pasa desapercibida. Del mismo modo, es fundamental reconocer que la capacidad de acción de los migrantes se ve limitada por las circunstancias en las que se encuentran como resultado de la acción, la inacción y los sistemas económicos y jurídicos de los Estados.
La militarización de espacios naturales como El Tapón del Darién contra los migrantes de color empobrecidos es una nueva e insidiosa forma de guerra global. Al construir discursivamente El Tapón del Darién como un espacio naturalmente hostil, los Estados lo convierten insidiosamente en un arma para disuadir y poner en peligro a estos migrantes. Esta guerra asimétrica afecta a los migrantes de color empobrecidos que se resisten a la apropiación y mercantilización de la naturaleza y las vidas humanas por parte de los Estados ricos en todo el mundo. No debemos permitir que nos distraigan de esta guerra inhumana en curso, sino exigir responsabilidades a los gobiernos de todo el mundo. La urgencia de esta situación requiere nuestra atención inquebrantable.
Foto de portada: Migrantes, en su mayoría haitianos, cruzan la peligrosa frontera entre Panamá y Colombia el 15 de octubre de 2021 en Darién, Panamá. (Jorge Calle/Anadolu Agency vía Getty Images)