¿Se encamina Sudán hacia una guerra total?

Willow Berridge, Middle East Eye, 17 abril 2023

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


La Dra. Willow Berridge es historiadora del Sudán moderno. Es autora de Civil Uprisings in Modern Sudan: The Khartoum Springs of 1964 and 1985 (Londres: Bloomsbury 2015) y Hasan al-Turabi: Islamist Politics and Democracy in Sudan (Cambridge: Cambridge University Press, 2017).

Podría decirse que el conflicto que ha estallado durante el fin de semana entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) dirigidas por Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemeti, no tiene precedentes en la historia sudanesa posterior a la independencia.

Históricamente, los conflictos en Sudán han estado protagonizados por una élite de la seguridad depredadora y cleptocrática que explota los recursos de las periferias marginadas del país, como Darfur, Kordofán del Sur y la actual nación independiente de Sudán del Sur.

Desde la independencia en 1956, el ejército sigue siendo la misma fuerza a la que moldeó el colonialismo egipcio y luego británico, dominado por una clase de oficiales con una estrecha base social en los centros ribereños del norte de Sudán.

Ya ha habido enfrentamientos en Jartum, como resultado de los numerosos golpes de Estado, tanto fallidos como exitosos, que han marcado la historia reciente de Sudán, pero estos golpes fueron breves y, por lo general, producto de luchas ideológicas y políticas dentro de la clase oficial establecida de Sudán. En esas luchas nunca se produjeron ataques aéreos como los del fin de semana en Jartum.

Hasta hace poco, las milicias como las FAR de Hemeti nunca habrían intentado hacerse con el poder en Jartum, ya que la cúpula militar las consideraba sus representantes en las guerras regionales. Sin embargo, el régimen del expresidente Omar al-Bashir pasó a ser cada vez más dependiente de milicias como la de Hemeti tras hacerse con el poder en 1989.

Un conflicto peligroso

Después de 2011, el cambio de Sudán de una economía petrolera, como consecuencia de la caída de las exportaciones de petróleo, a una economía del oro benefició a Hemeti, que transformó las FAR en un ejército mercenario semiindependiente, que se enriqueció con el contrabando de oro de Darfur y con el envío de sus tropas a luchar con la coalición saudí-emiratí en Yemen.

Durante las protestas de 2013, al-Bashir utilizó a las fuerzas de Hemeti para reprimir las protestas en Jartum, y las FAR establecieron importantes bases dentro de la propia capital. En abril de 2019, Hemeti apoyó oportunistamente el derrocamiento de al-Bashir, su antiguo benefactor.

Hoy en día, las FAS caracterizan a las FAR como una «milicia rebelde«, pero a diferencia de las fuerzas rebeldes anteriores, las FAR han sido una parte clave de la infraestructura de seguridad central del régimen en el propio Jartum. Esto es lo que hace que el conflicto actual sea tan diferente y tan peligroso.

Uno de los presagios más claros del reciente conflicto entre Hemeti y las FAS fue la creciente confianza de los restos del régimen de al-Bashir afiliados al oficialmente disuelto Partido del Congreso Nacional (PCN).

En los días previos al estallido de los combates, los líderes del PCN se habían reunido abiertamente, a pesar de la prohibición formal de su partido tras la toma del poder por los militares el 29 de noviembre de 2019. Celebraron un iftar para al-Bashir en Kober, el distrito urbano que lleva el nombre de la famosa prisión donde están recluidos muchos de los oligarcas islamistas depuestos, y pronosticaron abiertamente un golpe de Estado.

Una vez que estallaron los combates, Hemeti calificó abiertamente a Ali Karti, secretario general de un resurgente Movimiento Islámico y exministro de Asuntos Exteriores de al-Bashir, como uno de los artífices de lo que describió como un intento de «arrastrar al país a la guerra y volver al golpe [de octubre de 2021]».

Las causas profundas

Las raíces, en el corto plazo, de la ruptura de Hemeti con el general Abdel Fattah al-Burhan se remontan al golpe de octubre de 2021, que destituyó por la fuerza a los civiles que habían estado compartiendo el poder con el ejército y las FAR en el gobierno de transición posrevolucionario.

Tras el golpe, Burhan empezó a dar nuevos poderes a figuras selectas del antiguo estamento del PCN en el ejército y la administración pública, lo que incomodó a Hemeti, que sabía que nunca le perdonarían su traición a al-Bashir en 2019.

Tras la destitución de al-Bashir, tanto las Fuerzas de la Libertad y el Cambio (FLC) como los actores regionales antiislamistas -especialmente los EAU- vieron en Hemeti un baluarte potencial contra la vuelta al poder del Movimiento Islámico y sus aliados en el ejército, aunque la mayoría de la calle sudanesa no perdonaría a Hemeti la implicación de sus tropas en la infame masacre de la sentada de junio de 2019.

Aunque inicialmente se alineó con el golpe de Burhan de 2021, distanciándose aún más de los civiles, en octubre de 2022 nombró a un nuevo asesor, Yusuf Izzat, que abrió canales con los dirigentes de las FLC. Posteriormente, Hemeti se convirtió en un firme defensor del Acuerdo Marco de diciembre de 2022, por el que se establecería un gobierno de transición puramente civil en Sudán, y acabó reconociendo que el golpe de octubre de 2021 había sido un «error«.

Una de las condiciones del Acuerdo Marco era que las FAR se integrarían en las Fuerzas Armadas Sudanesas en un plazo determinado. Fue la controversia sobre el calendario y la gestión de esta integración lo que proporcionó el contexto inmediato para el estallido de los combates.

En un momento dado, Burhan pareció insistir en que las Fuerzas de Acción Rápida debían integrarse antes de que se pudiera proceder con el resto del Acuerdo Marco, recordando la obstinación de las Fuerzas Armadas Sudanesas sobre la secuencia que precedió al estallido del conflicto en Kordofán del Sur en 2011. Hemeti, por su parte, mantenía que no integraría sus fuerzas a menos que los islamistas fueran apartados de la cúpula de las FAS.

A medida que se avivaban las tensiones sobre la integración, Hemeti empezó a trasladar sus fuerzas de Sudán Occidental a Jartum, así como a la ciudad septentrional de Merowe, donde las FAR y las tropas egipcias habían estado realizando maniobras conjuntas.

A medida que Hemeti se acercaba a los EAU, los dirigentes de las FAR se acercaban a Egipto, donde Burhan y otros líderes militares del país habían recibido entrenamiento.

El desplazamiento hacia Merowe, donde se encuentra el segundo aeropuerto más grande de Sudán, parece haber tenido como objetivo evitar que tanto las fuerzas aéreas sudanesas como las egipcias fueran utilizadas contra las FAS en cualquier posible conflicto.

Tras un breve intento por parte de varios mediadores de evitar una escalada de las tensiones entre las FAS y las FAR, el sábado estallaron combates en Merowe, Jartum y otros lugares. Las FAS difundieron imágenes de soldados egipcios capturados por sus tropas en Merowe, presumiblemente intentando reforzar su imagen presentándose como defensoras de la soberanía sudanesa.

Si las FAS son capaces de mantener el control de los aeródromos de Merowe y otros lugares, la supremacía aérea les dará una ventaja clave sobre las FAR. El dominio aéreo de las FAS es en parte la razón por la que ninguna fuerza rebelde ha sido capaz de marchar sobre Jartum en la historia reciente del país, aparte de dos intentos rápidamente aplastados respaldados por Libia en 1976 y 2008.

Sin embargo, el problema actual para las FAS es que las FAR están ya en Jartum. Desde hace tiempo tienen una base importante en «Jartum 2», cerca del aeropuerto, donde ahora se libra una feroz batalla.

Una crisis prolongada

El riesgo de un conflicto prolongado entre las FAS y las FAR es ahora muy grave.

Las FAS cuentan con más efectivos, pero las fuerzas de las FAR tienen más experiencia reciente en combate, sobre todo en Yemen, y tienen capacidad para desplegar una fuerza importante de vehículos blindados.

Las dos fuerzas no están totalmente equilibradas, pero las FAR representan sin duda el desafío más serio al que se han enfrentado nunca las FAS a su hegemonía militar en las zonas centrales de Sudán.

Si Burhan es capaz de derrotar a las FAR a corto o medio plazo, es probable que se produzca un retroceso en los recientes avances hacia un gobierno civil y una nueva potenciación de los segurócratas de la era del PNC en el ejército y el aparato estatal.

Parece menos probable que se produzca una victoria absoluta de Hemeti sobre las FAS, pero es posible que confíe en que, si consigue eliminar a Burhan -actualmente rodeado por tropas de las FAR en el cuartel general militar-, pueda negociar con los líderes de las FAS menos próximos al PNC.

Tal escenario es tenue, dado el desprecio de los líderes de las FAS hacia un hombre al que ven como un advenedizo regional, pero en teoría podría hacer que la actual transición volviera finalmente a su cauce, aunque con los civiles todavía divididos entre los que están y los que no están dispuestos a pasar por alto la implicación de las FAR en las masacres de Darfur y Jartum.

A pesar de los esfuerzos de Hemeti por crear un cuadro de seguidores ideológicamente comprometidos o una base sociopolítica seria, las FAR apenas cuentan con ellos a través de campañas de relaciones públicas en las redes sociales, pero han cultivado aliados entre las élites regionales y han intentado presentarse ante los líderes de los partidos políticos sudaneses como el único agente de seguridad que puede salvaguardar sus intereses.

Sin embargo, para el público en general, el problema es que tanto Hemeti como Burhan -que prosperan como lo hacen gracias a economías militarizadas y relaciones clientelistas con las potencias regionales- representan una continuidad con el tipo  de políticas que la revolución de 2018-2019 había tratado de superar.

El peor escenario posible -a menos que los mediadores nacionales o internacionales sean capaces de lograr un alto el fuego- es que un conflicto prolongado entre las FAR y las FAS, en el que ninguno de los dos gane la partida, conduzca a un nivel de desestabilización sin precedentes en Sudán.

Foto de portada: El humo se alza en Omdurman, cerca del puente Halfaya, durante los enfrentamientos entre las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido y el ejército, imagen apreciada desde Jartum Norte, Sudán, el 15 de abril de 2023 (Reuters).

Voces del Mundo

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