Es la guerra de clases, estúpido: Una velada con Noam Chomsky

Anthony Dimaggio y Raihan Alam, CounterPunch, 28 abril 2023

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Anthony DiMaggio es profesor asociado de Ciencias Políticas en la Universidad de Lehigh. Es autor de Rising Fascism in America: It Can Happen Here (Routledge, 2022), además de Rebellion in America (Routledge, 2020) y Unequal America (Routledge, 2021). Pueden ponerse en contacto con él en: anthonydimaggio612@gmail.com.

Raihan Alam es estudiante de doctorado en Gestión en la Rady School of Management de la Universidad de California en San Diego. En mayo de 2023 se graduará en la Universidad de Lehigh con una licenciatura en psicología y ciencias políticas y una especialización en filosofía. Estudia los factores psicológicos que contribuyen al conflicto intergrupal y al extremismo político y las formas de combatirlos.

A mediados de abril, recibimos al renombrado lingüista, analista político y activista Noam Chomsky para una charla y un coloquio en la Universidad de Lehigh como parte del foro Diálogos Douglas. Al acto asistieron cientos de estudiantes, profesores y empleados, y brindó a la comunidad universitaria de Lehigh la oportunidad de abordar con el profesor Chomsky cuestiones políticas contemporáneas relacionadas con el auge del extremismo global y nacional. Esta reflexión examina algunas de las ideas de Chomsky y lo que nos dicen sobre el estado actual de la democracia en Estados Unidos.

Han pasado más de dos años desde la insurrección del 6 de enero en la que miles de alborotadores de extrema derecha irrumpieron en el Capitolio de nuestra nación en un intento de impedir el traspaso pacífico del poder ejecutivo. El director del FBI, Christopher Wray, se refirió a la insurrección como un acto de «terrorismo doméstico», y los informes sugieren que los extremistas de extrema derecha han matado a más personas en nuestro país que los fundamentalistas islamistas internos desde el 11-S. En este entorno político, Chomsky expuso las causas del aumento del extremismo de derechas, y dedicó gran parte de su tiempo con la comunidad de Lehigh a debatir esta cuestión, cada vez más preocupante.

Cuando se le pregunta qué opina del auge de la derecha en la política estadounidense actual, Chomsky señala que no se trata simplemente de un fenómeno estadounidense, sino internacional. Citando la creciente popularidad de los etnonacionalistas de derecha en todo el mundo, desde Nigel Farage en el Reino Unido y Marine LePen en Francia hasta el partido AFD en Alemania, Jair Bolsonaro en Brasil, Viktor Orban en Hungría y los nacionalistas religiosos en Israel, Chomsky reconoce que, si bien cada nación tiene su propio sabor único de nacionalismo de derecha, el extremismo creciente se está produciendo en todo el mundo.

Chomsky subraya el papel del neoliberalismo como fuerza que alimenta las políticas derechistas, autoritarias y fascistas. Señala el aumento de la desigualdad y la inseguridad de los trabajadores en todo el mundo en los últimos 40 a 45 años, destacando una «amarga y salvaje guerra de clases» que están librando los dos principales partidos políticos estadounidenses, en nombre de las élites plutocráticas, y contra la gran mayoría de estadounidenses que han visto cómo su posición económica se estancaba o decaía durante este periodo. En Estados Unidos, una élite empresarial ha impuesto un sistema político-económico que institucionaliza el estancamiento de los salarios y los ingresos familiares, presiona a los trabajadores para que aumenten la productividad, alimenta un ataque contra los sindicatos, no hace nada para detener la espiral de los costes sanitarios y el aumento de la mortalidad, ha hecho crecer el estado de encarcelamiento, y todo ello mientras los beneficios acaparados por estas prácticas se acumulan en el uno por ciento de los estadounidenses ricos que poseen y controlan la economía.

Chomsky cita un informe de la Rand Corporation, según el cual las élites empresariales estadounidenses han desviado la increíble cantidad de 50 billones de dólares en riqueza adicional durante las últimas tres décadas a expensas de los trabajadores, la clase media y los pobres estadounidenses. El informe de la Rand utiliza un lenguaje académico educado, hablando del aumento de la desigualdad económica de 1975 a 2018, un período en el que el crecimiento de los ingresos y la riqueza «no se han repartido de manera uniforme», y en el que la desigualdad «ha aumentado sustancialmente según la mayoría de las mediciones» hasta alcanzar los 47 billones de dólares adicionales captados por los estadounidenses más ricos, a expensas del 90% de los que menos ingresos perciben.

Chomsky es más directo y contundente en su lenguaje. Habla de cómo esta guerra de clases ha «abierto las puertas al robo descarado al pueblo estadounidense» en nombre de las élites plutocráticas. Chomsky argumenta que la intensificación de la guerra de clases es un entorno perfecto para que un demagogo autoritario ascienda al poder, jugando con los miedos y ansiedades de una ciudadanía cada vez más insegura. Este demagogo -Chomsky cita a Trump como ejemplo A- dice a sus seguidores que los quiere, mientras los apuñala por la espalda intensificando aún más las políticas neoliberales como la desregulación empresarial y los recortes de impuestos para los ricos, que no sólo alimentan el aumento de la desigualdad, sino también la crisis medioambiental global que surge de la falta de regulaciones sobre la industria de los combustibles fósiles. En el clásico estilo chomskyano, señala el increíble poder de la propaganda, con la industria de los combustibles fósiles desempeñando el papel de «mercaderes de la duda«, enturbiando las aguas del discurso público sobre si el cambio climático es siquiera real, frenando así la posible acción gubernamental en esta creciente crisis. La demagogia al estilo de Trump, sostiene Chomsky, es instrumental para desviar la atención pública de una guerra de clases impulsada por la élite, que alimenta la ira pública a través de la explotación descarada de temas candentes de la guerra cultural. Entre ellos Chomsky incluye la corriente antivacunas -que señala «ha matado a cientos de miles de estadounidenses». Otra táctica de distracción es la generalización de la propaganda del «gran reemplazo» dentro del Partido Republicano y en los medios de comunicación de derechas, que presenta a los estadounidenses blancos de clase trabajadora como agredidos debido a la inmigración de personas no blancas, que amenazan con convertir a los blancos en minoría. Por último, Chomsky habla de un esfuerzo autoritario de la derecha estadounidense por demonizar a cualquier grupo con conocimientos especializados que pueda cuestionar al Partido Republicano (PR), sus engaños y sus partidarios plutocráticos. Estos expertos tan denostados incluyen a periodistas, científicos y profesionales de la medicina, entre otros con conocimientos técnicos que pueden no hacerse eco de la propaganda del PR. Como sostiene Chomsky, el mensaje que se transmite en esta guerra contra el intelectualismo es que «no es el sector empresarial el culpable» de estafar al pueblo estadounidense, sino «las élites liberales» y otros tecnócratas, que son supuestos apéndices del Partido Demócrata y trabajan contra los estadounidenses normales.

Como es comprensible, Chomsky considera que este creciente antiintelectualismo es extremadamente preocupante, ya que fomenta la desconfianza, la alienación, el delirio paranoico y el aislamiento, que han socavado los esfuerzos por formar movimientos sociales democráticos progresistas que puedan luchar contra la plutocracia en Estados Unidos.

Una de las lecciones más importantes que Chomsky dejó a su audiencia es que el auge del extremismo y la plutocracia no son inevitables. Si queremos una sociedad más justa, debemos organizarnos y luchar por ella. No va a caernos sencillamente en las manos. Los movimientos sociales han creado cambios antes, y pueden hacerlo de nuevo. Pero depende de nosotros hacer realidad ese sueño.

Una de las primeras preguntas que se le hicieron a Chomsky durante la sesión de preguntas y respuestas de los estudiantes fue: «¿Qué cree que nos deparará el futuro a medida que aumenten las tensiones y se acentúe la guerra de clases?». Respondió: «Depende de ti… Si sólo uno de los bandos está implicado en la guerra de clases, ya se sabe el resultado. Si ambos bandos están implicados, es muy diferente».

Chomsky destacó los ciclos de cambio en el siglo XX. Describió cómo los sindicatos fueron diezmados por el Miedo Rojo del presidente Woodrow Wilson y las medidas represivas de las empresas en la década de 1920. El declive de los sindicatos precedió a la Edad Dorada, una época de pobreza extrema y desigualdad masiva de la riqueza. Sin embargo, los movimientos sociales reaccionaron enérgicamente. Los sindicatos y organizaciones como la AFL-CIO empezaron a organizar acciones industriales y huelgas de brazos caídos. Esta presión, junto con la simpatía de la Casa Blanca de Franklin Roosevelt, condujo a la aprobación del New Deal, que sentó las bases de las instituciones socialdemócratas, como el Estado del bienestar, la regulación de las empresas y la protección de los trabajadores. Tomemos como ejemplo la Seguridad Social, que hoy proporciona prestaciones a decenas de millones de estadounidenses y es uno de los programas contra la pobreza más eficaces de la historia de Estados Unidos.

No obstante, no tenemos que remontarnos un siglo atrás para encontrar ejemplos de éxitos del movimiento democrático. Las protestas de Black Lives Matter (BLM) de 2020 fueron una de las mayores, si no la mayor, protesta de la historia de Estados Unidos. Según los informes, hasta 26 millones de personas participaron en las protestas. Esto supuso alrededor del 10 por ciento de la población adulta. Las protestas precedieron a la Orden Ejecutiva 14074, que modificó las políticas de uso de la fuerza de los organismos federales. BLM también introdujo cambios significativos en la concienciación pública y obligó a los departamentos de policía locales a enfrentarse a sus problemáticos historiales de racismo, elaboración de perfiles raciales y brutalidad policial. La investigación muestra que las protestas de BLM cambiaron el discurso público hacia el antirracismo. Los análisis de las búsquedas en las redes sociales y las noticias muestran un mayor interés por términos como «encarcelamiento masivo», «supremacía blanca» y «racismo sistémico». Dicho interés se mantuvo incluso más allá del apogeo de las protestas durante el verano de 2020. Otras evidencias sugieren que el movimiento BLM aumentó las percepciones de discriminación contra los negros, y esto provocó cierto cambio de voto de Donald Trump y candidatos de terceros partidos a Joe Biden en las elecciones presidenciales de 2020.

Una segunda lección importante de la charla de Chomsky es que la violencia no es la respuesta para luchar contra la creciente desigualdad y el asalto a la democracia. Durante la sesión de preguntas y respuestas se le preguntó a Chomsky: «¿Es la amenaza de la violencia el único mecanismo que tenemos para establecer la paz o la revolución progresista?». Y respondió: «¿Ayudaría la violencia a superar estos problemas? No hay ninguna razón para creerlo. Recurrir a la violencia es entrar en el terreno donde el enemigo tiene el poder. Si eres táctico, no te mueves al terreno donde el oponente es poderoso, te mueves al terreno donde el oponente es débil». El «enemigo» en esta referencia parecería referirse a una élite político-económica plutocrática, que Chomsky señaló a lo largo de su charla como la principal amenaza para la democracia estadounidense.

Chomsky habló de cómo los que están en el poder político utilizan la violencia relacionada con las protestas para justificar su oposición a los movimientos sociales. Utilizó las protestas de BLM del verano de 2020 como ejemplo, señalando cómo, a pesar de que BLM era abrumadoramente no violento, una franja de manifestantes, y en algunos casos agitadores, se amotinaron, saqueando tiendas y destruyendo propiedades. Esto jugó a favor de medios de comunicación como Fox News, a cuyos expertos les encantaron los disturbios porque les dieron la oportunidad de demonizar al movimiento. Como demuestran numerosos estudios (véase aquí y aquí), la Fox News vinculó sistemáticamente los disturbios con BLM para empañar el movimiento y sus objetivos de justicia social. A pesar de que la gran mayoría de las protestas de BLM han sido pacíficas, se utilizaron ejemplos de protestas violentas para aumentar la percepción de la criminalidad y la violencia de BLM. Tales percepciones disminuyen el apoyo a BLM y sus objetivos de reforma policial.

Chomsky se refirió a la violencia como «un regalo al enemigo». En su lugar, el cambio debe venir de «la organización activa y el activismo». Como recordó a la audiencia, fueron las protestas pacíficas del Movimiento por los Derechos Civiles de la década de 1960 las que condujeron a la aprobación de las Leyes de Derechos Civiles de 1964 y 1968, y la Ley de Derecho al Voto de 1965. Martin Luther King (MLK) Jr. se inspiró en la defensa de la no violencia de Henry David Thoreau y Mahatma Gandhi, y la utilizó como principio organizador del Movimiento por los Derechos Civiles. En La Organización Social de la No Violencia (1959), MLK criticó la violencia, describiéndola como una fuerza social poco atractiva, y argumentó que sólo la autodefensa está moralmente justificada y es capaz de ganarse la simpatía popular. Sin embargo, MLK no abogaba por la resistencia pasiva o la resignación. Abogaba por la «no violencia militante», la presión constante de la protesta civil en forma de marchas masivas, boicots, sentadas y huelgas. Reforzando el argumento de Chomsky y MLK, la investigación contemporánea demuestra que las campañas de resistencia civil han tenido el doble de éxito que las campañas violentas a la hora de lograr cambios políticos.

Creemos que Chomsky presenta un argumento provocador y convincente sobre la vitalidad de los movimientos sociales y la no violencia para el cambio. También tiene razón al identificar cómo las élites ricas están inmersas en una guerra de clases que utiliza la propaganda de la guerra cultural. Cuando los funcionarios del partido alborotan a su base recurriendo a la transfobia, cultivando el miedo a la teoría crítica de la raza, avivando el miedo a un ataque a los derechos de la Segunda Enmienda y generalizando la propaganda del «Gran Reemplazo», la base del partido se radicaliza cada vez más. La base del Partido Republicano cae en esta mensajería de guerra cultural, a pesar de ser las víctimas de una guerra de clases de la élite. Como hemos encontrado en nuestros propios datos de encuestas nacionales del Instituto Marcon de la Universidad de Lehigh, sólo alrededor del 1 por ciento de las personas que se identifican como republicanos también se identifican como de clase alta, y sólo el 11 por ciento se identifican como de clase alta o de clase media alta, lo que significa que provienen de entornos profesionales que probablemente formen parte de la clase corporativa-empresarial o del grupo de profesionales de cuello blanco en la periferia de la clase alta corporativa. El 54% de los republicanos estadounidenses se identifican como de clase media, y otro 26% y 9%, respectivamente, como de clase media-baja o baja. Esto significa que la mayor parte del 89% de los republicanos que se identifican fuera de la clase alta son el tipo de personas que probablemente se hayan visto perjudicadas por el aumento de la inseguridad laboral y la intensificación de la desigualdad en la era neoliberal. Sin embargo, estas personas abrazan la guerra cultural del Partido Republicano, lo que desvía la atención del ataque activo del partido a su propia base.

Pero hay más en esta historia. Nuestro trabajo en el Instituto Marcon de Lehigh documenta cómo la supremacía blanca es una fuerza social que ejerce un poder ideológico sobre el público. Siempre ha sido un poder por derecho propio en un país que históricamente idealizó y practicó la esclavitud, y más tarde la segregación de Jim Crow, y que sigue entregándose a una retórica etnonacionalista que eleva a los blancos a un estatus dominante.  La supremacía blanca ha sido constante, en diversas formas, a lo largo de la historia de Estados Unidos, y no deberíamos relegar este factor a un segundo plano a la hora de explicar la desigualdad que sigue existiendo en Estados Unidos hoy en día. Chomsky tiene razón en que el racismo se utiliza como arma para reforzar el clasismo entre los operativos modernos de la plutocracia dentro del Partido Republicano. Pero el racismo también opera de forma independiente para reforzar el privilegio y el poder de los blancos en un momento en el que la población se está diversificando rápidamente desde el punto de vista demográfico, alejándose de una mayoría blanca caucásica. Estamos hablando hoy de una población en la que -dependiendo de la pregunta de la encuesta- entre un tercio y la mitad de los estadounidenses, y la mayoría de los republicanos, abrazan ahora una versión generalizada de la supremacía blanca que acepta la propaganda del Gran Reemplazo, celebra la iconografía confederada y eleva la identidad blanca a un ideal nacional. Son tendencias aterradoras.

Sí, las élites del Partido Republicano están intensificando estos valores sociales reaccionarios vendiendo propaganda de guerra cultural mientras dan patadas en los dientes a su base -la inmensa mayoría de la cual no es rica- en cuestiones económicas. Pero se trata de un método de control tan brutalmente eficaz precisamente por la larga historia de xenofobia y supremacía blanca que define la cultura política estadounidense.

Noam Chomsky es una inspiración en la lucha contra la propaganda. A lo largo del debate, animó a los alumnos a preguntarse cómo y de dónde obtenemos la información, a reflexionar sobre las relaciones de poder, cómo se enmarcan los acontecimientos, quién los enmarca y qué gana con ello. Mediante este proceso intencionado y reflexivo, nos formamos críticamente. Las ideas críticas de Chomsky constituyen una guía inestimable para ayudar a desarrollar la conciencia sobre las desigualdades de nuestro mundo, sus causas y lo que podemos hacer colectivamente al respecto.

Foto de portada: Kayle Kaupanger

Voces del Mundo

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