«Hacer florecer el desierto»: ¿Por qué Europa se aferra a la mentalidad colonial?

Emile Badarin, Middle East Eye, 5 mayo 2023

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Emile Badarin es investigador en la Cátedra de Política Europea de Vecindad, Colegio de Europa – Natolin (Varsovia)

Desde hace 75 años, palestinos de todo el mundo conmemoran la Nakba (catástrofe), que hace referencia a la limpieza étnica y la destrucción de comunidades palestinas en 1948 para dejar espacio a un Estado exclusivista para los colonos sionistas europeos. Los palestinos aún sufren las consecuencias.

En esta ocasión, los judíos israelíes también celebran su independencia. Europa tiene un papel tanto directo como indirecto en la desposesión de los palestinos y la fundación de Israel, por lo que no es de extrañar que muchos funcionarios europeos se unan a la celebración de este proyecto colonial de asentamientos.

En este contexto, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, emitió el mes pasado un mensaje de vídeo en el que declaraba: «Hace setenta y cinco años, un sueño se hizo realidad con el Día de la Independencia de Israel. Tras la mayor tragedia de la historia de la humanidad, el pueblo judío pudo por fin construir un hogar en la Tierra Prometida. Hoy celebramos 75 años de vibrante democracia en el corazón de Oriente Próximo; 75 años de dinamismo, ingenio e innovaciones pioneras. Ustedes han hecho florecer literalmente el desierto».

Su declaración estaba plagada de propaganda sionista y falsedades que han sido ampliamente desmentidas por muchos historiadores de renombre, incluidos historiadores israelíes. Es innecesario seguir discutiendo este aspecto aquí. El único punto preciso se refiere a lo que ella llamó «la mayor tragedia» -el Holocausto- sin nombrar a los autores.

Este horrible acontecimiento tuvo lugar en el corazón de Europa. Fue diseñado y llevado a cabo por actores europeos, alimentado por la marca racial que dividía a la humanidad en razas superiores e inferiores, inflamando el antisemitismo en toda Europa y obligando a millones de ciudadanos judíos a marcharse o ser exterminados.

La declaración de Von der Leyen se hace eco del típico discurso eurocolonial. La importancia de sus palabras no sólo radica en su contenido, sino también en la racionalidad colonial, el racismo y la imaginación ideológica que subyacen en ellas.

La «tierra prometida”

Recordemos que los colonos europeos desde 1492 consideraban los territorios invadidos como la «tierra prometida», utilizando mitologías bíblicas para justificar el despojo colonial y la esclavitud. También ellos afirmaban haber hecho florecer la tierra arrebatada gracias a su superior ingenio, innovación y mano de obra.

Esta misma lógica euromoderna y colonial permitió y legitimó la colonización de gran parte del mundo, al tiempo que esclavizaba y perpetraba un genocidio con millones de personas en África y América.

Esta mentalidad también ha permitido el actual colonialismo de asentamientos y el sistema de apartheid de Israel en Palestina. Desde esta perspectiva, Europa e Israel tienen «valores compartidos», aunque sean valores raciales y coloniales.

En su declaración, von der Leyen mostró una total indiferencia hacia el sufrimiento de los palestinos y las violaciones de sus derechos humanos. Esta indiferencia hacia el pueblo palestino es una manifestación del «racismo antipalestino» que tan profundamente sienten los palestinos.

Este desprecio tiene una función: deshumaniza a las personas y reduce su sufrimiento y sus intereses hasta hacerlos insignificantes. Sólo entonces Israel aparece como una democracia.

Esta actitud subyacente es coherente con las estructuras de poder racializadas que cuestionan la propia humanidad de los pueblos colonizados y subyugados. El racismo es, después de todo, una institución que categoriza a ciertos seres humanos como inferiores y los coloca en posiciones de subordinación para promover los intereses de razas más «dignas».

Israel parece ser una «democracia vibrante» sólo para quienes no ven a los palestinos como seres humanos con los mismos derechos y aspiraciones. Un Estado que consagra en la ley la exclusión y la subyugación sistemáticas del 50% de su población no es una democracia, sino un Estado de apartheid. Aunque este tipo de discriminación ha estado presente en Israel desde su fundación, se reforzó con la ley de Estado-nación de 2018.

Mitos sionistas

Hacer florecer el «desierto» ha sido durante mucho tiempo uno de los pilares de la narrativa-mito sionista. No importa que Palestina haya sido históricamente una de las zonas más fértiles de la región, con una vibrante vida cultural, económica y multiconfesional durante siglos, incluso milenios. Pero este mito no es exclusivo del sionismo; simplemente emula a otros colonizadores europeos que utilizaron una retórica similar para justificar la desposesión de los pueblos indígenas.

Sólo una mentalidad colonial pretende cultivar el desierto. El proyecto sionista de «hacer florecer el desierto» fue una empresa colonial y violenta contra la naturaleza y la población indígena. Este proyecto implicó no sólo el despojo de los palestinos de sus tierras, sino también el robo de sus recursos de agua dulce.

Excursionistas israelíes caminan por las colinas cercanas al lugar donde el río Jordán desemboca en el Mar Muerto, cerca de la ciudad ocupada de Jericó, en Cisjordania, en octubre de 2022 (AFP)

Durante décadas, Israel ha desviado agua de la cuenca del río Jordán a proyectos en el desierto de Naqab, intensificando la escasez de agua y la desertificación, lo que ha alterado drásticamente el ecosistema local. Lo cierto es que el supuesto «florecimiento del desierto» fue posible gracias al robo del agua de la población indígena, convirtiendo en desierto su tierra, antaño fértil.

Para los palestinos, al igual que para otros pueblos indígenas, las tierras que los colonos europeos y sionistas percibían como salvajes, baldías o desérticas eran en realidad ricos entornos adecuados para formas de vida no coloniales, que se han practicado y perfeccionado durante generaciones. Esto es especialmente evidente en el caso de los beduinos palestinos que viven en el Naqab, que han coexistido con el desierto durante generaciones, a pesar de las continuas políticas israelíes que pretenden obligarles a abandonar sus tierras.

Imaginarios racistas

Aunque pueda resultar tentador considerar los tropos coloniales como reliquias arcaicas del pasado, en realidad este discurso sigue configurando las relaciones coloniales y neocoloniales contemporáneas, así como la imaginación de influyentes responsables políticos de la UE.

El pasado octubre, el colega de von der Leyen, el jefe de la política exterior de la UE, Josep Borrell, también hizo afirmaciones coloniales. Dividió el mundo en el «jardín» bien cuidado de Europa y la «jungla» del «resto del mundo».

Una vez más, lo que importa es la estructura de pensamiento subyacente. El imaginario jardín/jungla no es un mero lapsus, sino que refleja siglos de discurso y prácticas que han deshumanizado a los no europeos.

Este patrón de imaginación geográfica sirvió como conciencia funcional que los europeos coloniales utilizaron para justificar sus derechos morales y legales a conquistar, someter, esclavizar y apoderarse de las tierras de los pueblos no europeos. La tierra se consideraba «vacía», parte del «estado de naturaleza», la selva, o bien prometida por Dios.

Las declaraciones de Borrell mostraban un flagrante desprecio por la agencia de los pueblos no europeos. Al igual que von der Leyen, aparentemente pasó por alto el hecho de que el llamado jardín pacífico y civilizado de Europa se construyó sobre el discurso racial del «horror negro» durante el periodo de entreguerras con el objetivo de explotar África.

Momentos como éste ponen de manifiesto la resistencia de los imaginarios geográficos coloniales, ideológicos, religiosos y racistas, incluso entre las más altas esferas del aparato político de la UE. Esto plantea dudas sobre la sinceridad de su retórica sobre la llamada solución de los dos Estados y los derechos humanos en Palestina y más allá.

Para que se la pueda tomar en serio, la UE -y otros actores que afirman defender los derechos humanos y la justicia- debe enfrentarse y desmantelar las estructuras coloniales y raciales que permiten la persistencia de tales estructuras de pensamiento.

Foto de portada: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Bruselas, Bélgica, el 30 de marzo de 2023 (AFP).

Voces del Mundo

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