Willow Berridge, Middle East Eye, 8 mayo 2023
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

La Dra. Willow Berridge es historiadora del Sudán moderno. Es autora de Civil Uprisings in Modern Sudan: The Khartoum Springs of 1964 and 1985 (Londres: Bloomsbury 2015) y Hasan al-Turabi: Islamist Politics and Democracy in Sudan (Cambridge: Cambridge University Press, 2017).
Tras el estallido el mes pasado de un devastador conflicto entre el ejército de Sudán y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), un columnista local lamentó el fracaso de las Fuerzas por la Libertad y el Cambio (FLC) a la hora de formar un gobierno puramente civil a partir de las filas de los manifestantes que derrocaron a Omar al-Bashir en 2019. Un paso así en el punto álgido de la revuelta, argumentaba, podría haber forzado a los militares a salir de la política.
En realidad, es imposible saber qué habría sucedido si las FLC hubiera tomado medidas tan decisivas al comienzo del período de transición en lugar de entrar finalmente en un gobierno de poder compartido con los militares en agosto de 2019. Hoy, lamentablemente, la mayor parte de la atención internacional se centra en los dos generales -el líder de las FAR, Mohamed Hamdan Dagalo, y el jefe del ejército sudanés, Abdel Fattah al-Burhan– y no en los actores civiles a los que la revolución pretendía dar poder.
Uno de los principales obstáculos para que los civiles participen es que todas las potencias regionales que han intentado tener un papel en las conversaciones intersudanesas de los últimos años han preferido interactuar con figuras militares.
Empoderar a los civiles que aspiran a una transición democrática no resulta fácil para los gobiernos vecinos, que a su vez distan mucho de ser democráticos y, en los casos de Egipto y Sudán del Sur, están fuertemente dominados por los militares.
Un ejemplo de ello es el Acuerdo de Paz de Juba de 2020, que incorporó al gobierno a muchos de los rebeldes que más tarde apoyaron el golpe de Burhan, pero que contó con escasa participación civil, a pesar de que la presencia civil en el gobierno de transición en aquel momento era máxima.
Tras el golpe de Burhan contra el componente civil del gobierno de transición en octubre de 2021, los militares, con el apoyo de las potencias regionales, pudieron dictar los términos en los que se desarrollaron las conversaciones, lo que condujo al acuerdo Hamdok-Burhan de noviembre de 2021, ampliamente rechazado.
Las intervenciones de Egipto en la fase previa al estallido del conflicto actual son también un ejemplo de ello. Tras la firma del acuerdo marco de diciembre de 2022 por parte de los militares y el Consejo Central de las FLC, Egipto organizó un diálogo político paralelo con el Bloque Democrático de las FLC, que se habían negado a firmar.
Algunos de los integrantes del llamado Bloque Democrático habían sido cooptados por el anterior régimen militar de Bashir, y su negativa a firmar el acuerdo marco habla del perjudicial legado de los esfuerzos del expresidente por dividir y gobernar. Otros eran rebeldes signatarios del acuerdo de Juba que mantuvieron sus funciones en el gobierno de transición tras el golpe de 2021, poniéndose de hecho del lado de los militares en detrimento de los civiles.
Contrarrestar las narrativas
Parte de la razón por la que los rebeldes armados han sido capaces de ganarle la partida a los civiles es que han presentado la narrativa de que los actuales grupos políticos civiles sólo representan al centro, no a la periferia.
Se trata de un legado de procesos históricos de largo plazo, en los que tanto los gobiernos nacionales como los internacionales han tratado a los civiles como interlocutores en nombre de las poblaciones urbanas del núcleo ribereño del norte, y a los rebeldes armados como representantes de las regiones.
El líder del Movimiento de Liberación del Pueblo Sudanés-Norte, Malik Agar, argumentó que la razón por la que su facción no firmaría el acuerdo-marco partía de que era un producto de la política de Jartum que no representaba a las regiones marginadas, alegando que los organismos afiliados al Partido del Congreso Sudanés y a la Asociación de Profesionales Sudaneses estaban sobrerrepresentados entre los firmantes.
Los civiles han luchado duro para contrarrestar estas narrativas. Representantes de la Asociación de Profesionales Sudaneses argumentaron tras el golpe que los civiles tendrían que prescindir de los rebeldes y hablar directamente con los electores a los que decían representar en las regiones.
Mientras tanto, la Carta Revolucionaria para la Autoridad del Pueblo, una de las principales cartas políticas publicadas por los comités de la resistencia el año pasado, abogaba por una profunda reestructuración de las relaciones entre la ciudad y el campo, lo que otorgaría un poder considerable a los consejos civiles locales.
Aunque el estallido de los combates entre las Fuerzas de Acción Rápida y las Fuerzas Armadas Sudanesas ha provocado un considerable escrutinio de las dos facciones militares enfrentadas, los civiles siguen siendo relevantes en la actualidad. El Partido Nacional Umma trató activamente de evitar el estallido del conflicto y de lograr un alto el fuego cuando se produjo. En la semana anterior al estallido de los combates, medió intensamente entre las Fuerzas Armadas del Sudán y las Fuerzas de Acción Rápida Revolucionarias de Sudán, y el 14 de abril logró un acuerdo para formar un comité conjunto de las mismas con el fin de desescalar la crisis.
Esfuerzos de mediación
Tras el estallido de los combates, los dirigentes del partido siguieron pidiendo que se creara el comité para acordar un alto el fuego, pero el 17 de abril el líder del partido, Fadlallah Baramah Nasser, admitió que no habían podido comunicarse con las dos partes enfrentadas.
El Partido Nacional Umma había cortejado tanto a Burhan como a Dagalo desde los primeros días de la transición y, como tal, estaba bien posicionado para mediar. El propio Nasser es un antiguo oficial del ejército que formó parte del Consejo Militar de Transición original de 1985. Esto pone de relieve el reto al que se enfrentan los civiles: sólo se confía, como interlocutores, en los que tienen vínculos más estrechos con los militares.
El 18 de abril, un grupo de destacados políticos sudaneses suscribieron una declaración en la que pedían a las partes beligerantes el cese inmediato de los combates y la reanudación del diálogo. Fue respaldada por los líderes más destacados del Consejo Central de las FLC y algunos, pero no todos, del Bloque Democrático de esas mismas Fuerzas.
Mientras los soldados seguían combatiendo, los firmantes civiles del acuerdo marco mantenían que la solución a la crisis debía atenerse al principio de un «ejército único, profesional y nacional», con la integración de las FAR en el ejército sudanés de acuerdo con un calendario concreto.
Mientras tanto, los comités de resistencia han estado en el centro de los esfuerzos para proporcionar ayuda humanitaria a los ciudadanos sobre el terreno afectados por los combates.
Esta semana, Yasir Arman, portavoz del Consejo Central de las FLC, hizo un llamamiento a los civiles de las zonas no afectadas por los combates para que salieran a la calle a exigir que las partes beligerantes negociaran. Un movimiento de este tipo podría recuperar el espíritu de la sentada original de abril de 2019 ante el cuartel general del ejército, que pretendía que los militares se plegaran a la voluntad popular.
Foto de portada: Un grupo de personas se reúnen cerca de Downing Street para protestar contra el conflicto en Sudán, Londres, 29 de abril de 2023 (Reuters).