Las explosiones en el Nord Stream: Nuevas revelaciones sobre el motivo, los medios y la oportunidad

James Bamford, The Nation, 5 mayo 2023

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


James Bamford es un autor que goza de un gran éxito de ventas, un cineasta nominado al Emmy y, asimismo, es ganador del National Magazine Award for Reporting. Su libro más reciente es Spyfail: Foreign Spies, Moles, Saboteurs, and the Collapse of America’s Counterintelligence, publicado por Twelve Books.

A las 00:03 GMT de una brumosa y oscura mañana del pasado septiembre, Peter Schmidt fue uno de los primeros en dar la alerta. Sismólogo del Centro Sísmico Nacional de Suecia, su trabajo consistía en leer largas líneas onduladas en una pantalla de ordenador y dar la alarma en caso de terremoto. «Nuestros cálculos indican una magnitud de 2,3», dijo Schmidt. Pero, curiosamente, no parecía un terremoto. En su lugar, se trataba de una explosión de enorme potencia. «Con una liberación de energía tan grande, no hay mucho más que una explosión que pudiera causarla». Su epicentro estaba en las profundidades del mar Báltico, frente a la isla danesa de Bornholm, un vacío negro y acuoso excepto por un largo gasoducto cubierto de cemento conocido como Nord Stream 2. Ahora, a través de los agujeros abiertos en él y en su gemelo, el Nord Stream 1, gigantescas burbujas de gas metano se dirigían a la superficie en lugar de a los hogares de millones de personas en toda Europa al comienzo de un largo y frío invierno.

Horas después, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, se dirigió a una multitud de periodistas. «Las autoridades consideran que se trata de acciones deliberadas. No se trata de un accidente», declaró. «La situación no puede ser más grave». La primera ministra sueca, Magdalena Andersson, coincidió con ella: «Hemos llegado a la conclusión de que probablemente se trate de un acto deliberado, es decir, de que sea, probablemente, un acto de sabotaje”. Casi inmediatamente -pero sin ofrecer ninguna prueba- tanto Rusia como Estados Unidos empezaron a culparse mutuamente de este acto de guerra deliberado. Pronto se convertiría en el mayor misterio del siglo.

Las agencias de inteligencia estadounidenses y europeas habrían obtenido información que indica que el ataque estaba patrocinado por un Estado y llevado a cabo por un grupo afiliado a Ucrania, posiblemente una unidad de inteligencia. Cuatro días después del sabotaje, la publicación alemana Spiegel International informó de que la CIA había advertido meses antes a sus socios de inteligencia alemanes, el BND, sobre un posible ataque. «La inteligencia estadounidense afirmó haber interceptado comunicaciones rusas en las que se expresaba preocupación por posibles ataques ucranianos contra infraestructuras occidentales», decía el informe. «Los ucranianos habían intentado supuestamente alquilar un barco en Suecia con este fin».

Otras interceptaciones, también obtenidas antes de las explosiones, pero descubiertas después de los atentados, recogían comunicaciones similares entre personas proucranianas en las que se hablaba de un posible sabotaje del oleoducto. Según el periódico alemán Die Zeit, una agencia de inteligencia occidental habría enviado a sus socios europeos, poco después del atentado, una información que apuntaba a un comando ucraniano como responsable de la destrucción. El periódico añadía que al menos uno de los barcos utilizados en la operación secreta se había alquilado a una empresa con sede en Polonia y, al parecer, era propiedad de dos ucranianos. Por último, The New York Times informó en marzo de que los servicios de inteligencia revisados por funcionarios estadounidenses sugerían que un grupo proucraniano había llevado a cabo el ataque.

Pero, más allá de estas acusaciones, se ha informado poco sobre las capacidades encubiertas y las intenciones hostiles de Ucrania en relación con el oleoducto, o sobre si otras naciones podrían haber actuado como cómplices. ¿Tenía Ucrania los medios, los motivos y la oportunidad para cometer un acto tan violento y audaz? Tampoco se ha esclarecido qué podía saber la inteligencia estadounidense antes y después de las explosiones, ni cómo lo sabía.

MOTIVO

Ucrania tenía sin duda un motivo. Durante años, el país obtuvo grandes beneficios en concepto de tarifas de tránsito cuando el gas ruso pasaba por sus gasoductos hacia Europa. Pero eso acabaría en gran medida con la finalización definitiva de los proyectos Nord Stream 1 (activado en 2011) y 2, de 23.000 millones de dólares. Ambos se diseñaron para transportar unos 55.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año directamente, y a menor coste, a través del mar Báltico desde Vyborg y la bahía de Narva en Rusia hasta Lubmin y Greifswald en Alemania, para su distribución por toda Europa. Además de privar a Ucrania de unos ingresos muy necesarios, el proyecto también haría a Europa mucho más dependiente de Rusia, acérrimo enemigo de Ucrania desde la anexión de Crimea y el apoyo del Kremlin a los separatistas prorrusos en el Donbás en 2014. Por eso, y porque Nord Stream también competiría con los envíos de gas natural licuado estadounidense a Europa, en diciembre de 2019 el presidente Trump impuso sanciones a los barcos y empresas que construyen el gasoducto, propiedad y operado por un consorcio cuyo accionista mayoritario es la estatal rusa Gazprom. El efecto de esas sanciones retrasó la construcción del segundo gasoducto, Nord Stream 2, alrededor de un año.

Pero el 6 de febrero de 2021 se reanudaron los trabajos, ahora con los propios buques rusos de tendido de tuberías, incluido el enorme Fortuna, que echó su docena de anclas a unos 28 kilómetros al sur de la isla danesa de Bornholm y comenzó inmediatamente los trabajos preparatorios para la finalización del Nord Stream 2. Para entonces, el par de gasoductos de 1.200 kilómetros estaban terminados en un 94%.

En Kiev, la reanudación de las obras se consideró nada menos que un acto de guerra. Andrey Kobolev, presidente del productor y distribuidor estatal de gas ucraniano Naftohaz Ukrainy, afirmó en una publicación en las redes sociales que «detener Nord Stream 2 es una cuestión de vida o muerte» para los ciudadanos de Ucrania. Como resultado, detener Nord Stream se convirtió rápidamente en una prioridad máxima del Servicio de Inteligencia Exterior de Ucrania, el SZRU, y de su recién nombrado director, Oleksandr Lytvynenko, licenciado por la academia del FSB de Moscú. Pasó meses después de su ascenso intentando forzar el cierre de la operación. Las amenazas que planteaba el gasoducto, advirtió la agencia de espionaje, iban desde el espionaje – «NS2 es también una herramienta potencial de inteligencia. El Kremlin podría colocar capacidades de vigilancia a lo largo del oleoducto»- hasta la guerra: «El lanzamiento del NS2 aumentará la probabilidad de nuevas acciones militares rusas contra Ucrania». La solución: «Debe reanudarse la lucha para impedir que Nord Stream 2 comience a funcionar», argumentó la SZRU. «Detener o retrasar el NS2 es un buen punto de partida, incluso ahora». Y con un presupuesto en 2021 de 4.000 millones de dólares, la agencia de espionaje estaba bien equipada financieramente para llevar a cabo una amplia variedad de operaciones encubiertas.

Además, Ucrania puede haber contado con la ayuda de su aliado europeo más cercano en su lucha por acabar con Nord Stream: Polonia. Polonia, otro enemigo acérrimo de Moscú, también tenía oleoductos rusos rentables que atravesaban su territorio, junto con un temor similar a que la nueva ruta aumentara los costes y reforzara el control de Moscú sobre Europa. Como resultado, Polonia se convirtió en la primera nación europea en introducir sanciones contra Nord Stream 2, sanciones que apuntaban específicamente al odiado Fortuna, el enorme buque ruso que estaba entonces en proceso de tender los 75 kilómetros finales del gasoducto.

El 22 de febrero de 2021, pocas semanas después de que el Fortuna comenzara a trabajar frente a la isla de Bornholm, los ministros de Asuntos Exteriores de Polonia y Ucrania, Zbigniew Rau y Dmytro Kuleba, respectivamente, escribieron un artículo de opinión conjunto en Politico titulado «Nord Stream 2 ya ha dañado bastante a Occidente. Es hora de ponerle fin». En él, afirmaban que «Rusia está peligrosamente cerca de completar el gasoducto gemelo, Nord Stream 2», y pedían conjuntamente al presidente Joe Biden «que utilice todos los medios a su alcance para impedir que se complete el proyecto». Unos días después, Mykyta Poturayev, jefe de una delegación de legisladores ucranianos, dijo: «Nord Stream 2… es apoyar la maquinaria militar de Rusia«.

Más allá de las palabras, Polonia también empezó a pasar a la acción. A principios de abril, Andrey Minin, un alto cargo del consorcio Nord Stream 2 AG, denunció que el Fortuna y otros buques implicados en el proyecto habían sido objeto de «provocaciones regulares«, incluida la penetración del perímetro de seguridad de 1,5 millas que rodea las obras. «Hablamos de provocaciones claramente planificadas y preparadas utilizando tanto barcos pesqueros como buques de guerra, submarinos y aviones para obstaculizar la ejecución del proyecto económico. Se trata quizás de un caso sin precedentes de este tipo en la historia», afirmó. Entre los incidentes, según Minin, hubo uno protagonizado por un arrastrero polaco, el SWI-106, que intentó embestir al Fortuna, aunque lo impidió la intervención de un buque de apoyo, el rompehielos ruso Vladislav Strizhov, que absorbió la colisión. Posteriormente, el capitán polaco pidió disculpas por el accidente.

Además, según Minin, un buque de la marina polaca fue visto maniobrando cerca del Fortuna, y un avión antisubmarino polaco realizó sobrevuelos regulares sobre el lugar de trabajo del Fortuna. En otro momento, un submarino no identificado emergió a menos de una milla del Fortuna. Un informe lo identificó como polaco (la Marina polaca opera actualmente un submarino de la clase Kilo de la era soviética y dos barcos de la clase Kobben). Según Minin, el submarino probablemente tenía como objetivo la docena de líneas de anclaje del Fortuna, desplegadas para mantener el barco estable durante la operación de colocación de tuberías. Finalmente, a pesar de las protestas, las sanciones y el acoso, en septiembre de 2021 la tripulación del Fortuna colocó la última sección de tubería, completando así el proyecto.

MEDIOS

En 2022 Ucrania tenía sin duda un motivo para «poner fin» a Nord Stream 2. Y más allá de la opinión pública, también tenía los medios para llevar a cabo tal operación. Un espacio con experiencia en hacer explotar cosas que Ucrania quería que desaparecieran es la agencia de espionaje militar hermana de la SZRU, la Dirección Principal de Inteligencia (MID). Se cree que es la organización responsable de la enorme explosión que destruyó parte del puente del estrecho de Kerch, que une Rusia con Crimea, así como de los ataques con drones en el interior de Rusia. Incluido, posiblemente, el doble ataque con drones contra el Kremlin del miércoles pasado, que puede desencadenar un devastador ataque de represalia contra Kiev.

Según el jefe del MID, Kyrylo Budanov, «la inteligencia ucraniana es capaz, si es necesario, de llevar a cabo operaciones en cualquier parte del mundo». Supuestamente, una de ellas fue el mortal asesinato con coche bomba cerca de Moscú de Daria Dugina, la hija de Aleksandr Dugin, un destacado partidario ruso de la guerra y el objetivo previsto del atentado. Aunque las autoridades de Kiev negaron su responsabilidad, los servicios de inteligencia estadounidenses creen que «elementos» del gobierno ucraniano -un eufemismo que suele referirse a organizaciones de inteligencia- aprobaron la operación. Y otra operación encubierta de la MID, revelada en la reciente filtración de documentos clasificados del Pentágono (supuestamente por el aviador Jack Teixeira en un chat de grupo de Discord), fue un complot, posteriormente cancelado, para lanzar una serie de ataques encubiertos y negables contra las fuerzas rusas en Siria con la ayuda de mercenarios kurdos.

Además de sus organizaciones de inteligencia encubierta SZRU y MID, Ucrania también ha desarrollado en secreto una capacidad de guerra submarina muy avanzada. Un mes después de la explosión del Nord Stream, el 73º Centro de Operaciones Marítimas Especiales de Ucrania lanzó un ataque a gran escala sin precedentes contra la Flota del Mar Negro de Rusia en Sebastopol utilizando tanto vehículos aéreos no tripulados como vehículos submarinos no tripulados (UUV). Una semana después, el presidente Zelensky anunciaba: «La semana que viene iniciaremos otra campaña de recaudación de fondos, queremos reunir fondos para toda una flota de UUV marítimos».

Entre los numerosos UUV armados de Ucrania se encuentra el Toloka, equipado con cámara de visión nocturna, sonar, hidrófono, piloto automático GPS e incluso un dispositivo tipo periscopio. También conocido como «torpedo merodeador«, el TLK 1000 puede permanecer en modo de espera hasta tres meses; es capaz de recorrer 2.000 kilómetros bajo el agua, y está construido con una ojiva que puede contener más de 5.000 kilogramos de explosivos. El TLK 400, más pequeño, puede transportar 500 kilogramos de explosivos. Según funcionarios de la OTAN, los oleoductos resultaron dañados por dos explosiones, cada una con la fuerza de unos 1.100 kilos de TNT. Una fuente de defensa británica declaró al London Times que drones submarinos podrían haber preparado un sabotaje «premeditado» colocando los explosivos semanas antes.

OPORTUNIDAD

Por último, está la cuestión de la oportunidad. En el verano de 2022, unos meses antes del sabotaje, la Marina Real británica y la estadounidense empezaron a formar a docenas de miembros de la Armada ucraniana en el uso de UUV y guerra submarina de alta tecnología. La operación, dirigida por el Grupo de Buceo y Explotación de Amenazas de la Marina británica, enseñó al personal de la Armada ucraniana una amplia variedad de métodos y técnicas para el lanzamiento y la recuperación de sofisticados vehículos submarinos no tripulados, entre ellos el MK-18 Kingfish y el REMUS 300. El análisis de datos también formó parte del programa. Según la OTAN, gran parte del entrenamiento, incluidas «complejas misiones UUV multivehículo… se llevó a cabo frente a las costas de Bornholm, Dinamarca», como parte de los ejercicios BALTOPS 22 de la organización. «El grupo BALTOPS Mine Counter Measure Task Group se aventuró por toda la región del Báltico practicando la localización, explotación y desarme de artefactos en puntos críticos de estrangulamiento marítimo», decía un comunicado de prensa emitido por la Sexta Flota estadounidense.

Una parte fundamental del programa consistió en formar a los ucranianos en el uso de UUV para buscar minas y retirarlas. Para la Marina británica, esto implica el uso de UUV como el SeaFox COBRA controlado a distancia, que se acerca a un objetivo y luego detona con una potente carga, como la C4. Además, la Marina británica regaló a los ucranianos seis de sus UUV de alta tecnología. Estos fueron regalos útiles para cualquiera que quisiera localizar un oleoducto cercano, cuyas coordenadas simplemente figuran en las cartas marítimas públicas, del mismo modo que la formación en desminado y demolición submarina fue útil para cualquiera que deseara volarlo. «Las habilidades expertas que se enseñan aquí», dijo el Primer Lord del Mar, Almirante Sir Ben Key, ayudarán a Ucrania a «repeler la agresión rusa».

Además, la inteligencia alemana cree que al menos uno de los barcos utilizados en el ataque era un balandro de 15,57 metros y un solo mástil, el Andromeda. Fue alquilado el 6 de septiembre por seis personas, entre las que supuestamente había varios ucranianos y otras personas con pasaportes falsos, en un pequeño puerto deportivo del mar Báltico en Rostock (Alemania). Curiosamente, el alquiler lo pagó una empresa registrada en Polonia, pero que se cree que está controlada por ucranianos. En un registro posterior de la embarcación se encontraron pequeños restos de explosivos de «calidad militar» que coincidían con el lote de explosivos utilizado en el oleoducto. Pero las especulaciones se han centrado casi exclusivamente en si los buzos del barco realizaron peligrosas y repetidas inmersiones a 200 pies de profundidad hasta el oleoducto para colocar los varios miles de kilos de explosivos, una hipótesis muy improbable, especialmente sin cámara de descompresión.

En cambio, habría sido mucho más factible utilizar simplemente un UUV controlado por un ordenador portátil, como el REMUS 300 con el que entrenaron los ucranianos. Está catalogado como «portátil para dos personas» con una profundidad máxima de 305 metros y una duración de misión de 30 horas, y está equipado para inteligencia, vigilancia y reconocimiento, así como para la guerra antisubmarina. Se puede lanzar simplemente colocándolo en el agua. Y teniendo en cuenta el Toloka, los ucranianos ciertamente saben cómo armar UUVs.

Sabemos que el 26 de septiembre de 2022 -poco después de que terminaran las sesiones de entrenamiento de UUV- potentes explosiones desgarraron las tuberías reforzadas de acero y hormigón de Nord Stream. Algún país, o varios países, «pusieron fin a la situación», tal y como habían exigido los ministros de Asuntos Exteriores de Polonia y Ucrania en su artículo de opinión. El primer punto de ruptura se produjo en el Nord Stream 2, justo al lado de la isla de Bornholm, en el mismo segmento del gasoducto construido por el buque ruso Fortuna: la misma zona en la que se centraron en repetidas ocasiones los buques aéreos y marítimos polacos, junto con el posible submarino polaco, y donde tuvo lugar gran parte del entrenamiento de UUV.

También fue el momento perfecto para Polonia. Al día siguiente del sabotaje, el presidente polaco Andrzej Duda celebró la apertura del oleoducto conjunto de Polonia, previsto desde hacía tiempo. El «Baltic Pipe» se diseñó para competir con el gasoducto Nord Stream enviando gas noruego desde el Mar del Norte a través del Báltico hasta Polonia, a un coste inferior al pagado por el gas ruso. En la ceremonia de inauguración, el 27 de septiembre, mientras enormes volúmenes de gas seguían burbujeando por los enormes orificios del Nord Stream, un sonriente presidente Duda, junto con el primer ministro Mateusz Morawiecki, abrieron simbólicamente la válvula de una tubería de color amarillo brillante. «La era de la dominación rusa en el ámbito del gas está llegando a su fin», declaró alegremente Morawiecki. «Una era que estuvo marcada por el chantaje, las amenazas y la extorsión».

Por supuesto, ese problema se ha resuelto definitivamente con la destrucción de los gasoductos Nord Stream, a poca distancia de la costa polaca. Anders Puck Nielsen, investigador del Centro de Operaciones Marítimas de la Real Escuela Danesa de Defensa, dijo que el momento de las explosiones era «llamativo», dada la ceremonia de la tubería del Báltico. Al igual que la ucraniana, la Marina polaca está equipada con diversos UUV, como los Gluptaks, diseñados para explotar cerca de un objetivo, y los Ukwials, que se utilizan para colocar un explosivo sobre un objetivo.

Sin embargo, casi inmediatamente después de las explosiones -y sin ofrecer la más mínima prueba-, un alto cargo del presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, empezó a afirmar que la destrucción había sido un acto terrorista orquestado por Moscú. Para Zelensky, todo el mundo salía ganando: la destrucción del odiado oleoducto y la culpabilización de su enemigo mortal, probablemente seguida de más sanciones. Pero Mats Ljungqvist, fiscal jefe que dirige la investigación sueca sobre el sabotaje, no dio credibilidad a esa acusación. «Mi trabajo es encontrar a los que volaron el Nord Stream», dijo. «¿Qué si creo que fue Rusia quien voló Nord Stream? Nunca lo he pensado. No es lógico». Tampoco, más allá de las elaboradas acusaciones del periodista Seymour Hersh, en gran parte sin fuentes y publicadas por él mismo, hay pruebas o indicios de que el propio Estados Unidos estuviera detrás de las explosiones. Pero eso sigue dejando abierta la cuestión: ¿Qué sabía Estados Unidos y cuándo lo supo?

En declaraciones cuidadosamente redactadas, los funcionarios estadounidenses han afirmado que el presidente y sus principales asesores no autorizaron una misión para destruir los gasoductos Nord Stream, y que no hubo implicación de Estados Unidos. Quedó sin respuesta si Estados Unidos tenía conocimiento previo, ya fuera directamente o a través de indicios recogidos por la comunidad de inteligencia, como indican algunas pruebas, o si hubo algún intento de detener la operación. Por no hablar de lo que la inteligencia estadounidense ha aprendido en los muchos meses transcurridos desde las explosiones. Según Mats Ljungqvist, que dirige la investigación sueca, se encontraron restos de explosivos en algunos de los escombros de la explosión, pistas que podrían conducir a qué Estado-nación podría estar implicado.

Además de las escuchas desde satélites en el espacio y aviones de vigilancia en el cielo, la inteligencia estadounidense también vigila constantemente a Rusia y a otros países en tiempo casi real desde debajo de los mares, incluso desde debajo del Báltico, donde conjuntos de sensores acústicos anclados al fondo marino habrían sido capaces de determinar el momento y la ubicación exactos de las enormes explosiones submarinas. De hecho, pocas horas después de las explosiones, dos aviones de reconocimiento de la Marina estadounidense, enviados desde Islandia, sobrevolaron una zona próxima a las rupturas, según los datos de rastreo revisados por Reuters.

Y lo que es aún más importante, al analizar los distintos sonidos de los motores de los buques, submarinos y UUV que pasaron por encima en los días próximos al sabotaje, los servicios de inteligencia estadounidenses probablemente habrían podido tomarles las «huellas dactilares» y determinar su nacionalidad e identidad exacta. Aunque el transpondedor de un buque puede desconectarse, haciéndolo invisible a los satélites, mientras sus motores estén en marcha puede ser detectado por el poco conocido y altamente secreto Sistema Integrado de Vigilancia Submarina de la Marina estadounidense. Se trata de la versión actualizada y mucho más sofisticada del anterior Sistema de Vigilancia por Sonido, colocado en lugares clave del fondo de océanos, mares y estrechos de todo el mundo.

En el Mar Báltico, los vectores se colocaron con la ayuda encubierta de la Armada sueca. Al almirante Elmo R. Zumwalt, antiguo jefe de operaciones navales de EE. UU., se le citó en un programa de la televisión sueca explorando la ayuda secreta de Suecia y diciendo que había «un entendimiento por ambas partes de que no debía quedar constancia de ninguna manera formal del enlace».

Una vez recogidos, los datos se habrían transmitido casi en tiempo real a los analistas que trabajan en el Mando de Vigilancia Submarina del Teatro de Operaciones en el Atlántico (TUSC LANT, por sus siglas en inglés), un edificio de alta seguridad doblemente vallado a orillas del lago Tecumseh en Dam Neck, Virginia. Al igual que la base de datos de huellas dactilares humanas del FBI, el TUSC LANT posee una enorme colección de huellas marítimas, sonidos de motores grabados, incluidas las de adversarios y naciones amigas.

Dado que Estados Unidos tiene desde hace tiempo el fondo marino del Báltico secretamente intervenido, con capacidad para identificar y geolocalizar los buques que pasan, combinado con la presencia de aviones de reconocimiento a las pocas horas de las explosiones, es muy probable que Estados Unidos sepa mucho más de lo que ocurrió, y quién es el responsable, de lo que está revelando. Y aunque hay pocas pruebas de la implicación directa de Estados Unidos, y menos aún de que Rusia volara su propio oleoducto, varios indicios apuntan claramente a Ucrania y Polonia.

La implicación de estrechos aliados en la destrucción del oleoducto explicaría también el definitorio silencio de Washington sobre el ataque. Y la reciente filtración de documentos del Pentágono muestra cuántos secretos sobre la guerra oculta la administración al público. Pero los estadounidenses necesitan saber si el país al que apoyan con más de 113.000 millones de dólares en ayuda y asistencia militar atacó deliberadamente a los países hermanos de la OTAN y a la población de Europa con un acto de guerra masivo.

Foto de portada: Gas procedente de una fuga en el gasoducto Nord Stream II en el mar Báltico el 27 de septiembre de 2022. (Guardacostas suecos vía Getty Images).

Voces del Mundo

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