¿Por qué Erdogan se impuso en una batalla de nacionalismos turcos enfrentados?

Isaac Chotiner, The New Yorker, 18 mayo 2023

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Isaac Chotiner es redactor de The New Yorker, donde es el principal colaborador de Q. & A., una serie de entrevistas con figuras públicas de la política, los medios de comunicación, los libros, los negocios, la tecnología y otros ámbitos. Antes de incorporarse a The New Yorker, Chotiner fue redactor en Slate y presentador del podcast «I Have to Ask”. Ha escrito para The New Yorker, el Times, The Atlantic, el Times Literary Supplement, el Washington Post y el Wall Street Journal.

Recep Tayyip Erdoğan, que lleva dos décadas al frente de Turquía, primero como primer ministro y luego como presidente, y que ha dirigido el país en una dirección cada vez más autoritaria, volvió a quedar en cabeza en las elecciones del pasado domingo, pero no por una diferencia suficiente como para poder evitar una segunda vuelta. Erdoğan, a pesar de ir a la zaga en las encuestas, obtuvo el 49,5% de los votos y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (A.K.P.) se hizo con la mayoría parlamentaria; el 28 de mayo se enfrentará a Kemal Kılıçdaroğlu, el candidato que representa a una coalición de seis partidos de la oposición, que obtuvo algo menos del 45% de los votos del domingo. Aunque la oposición -que incluye a diversos grupos, desde nacionalistas turcos hasta la reprimida comunidad kurda- estuvo más cerca que nunca de derrotar a Erdoğan, su capacidad para mantener la ventaja en la primera vuelta fue notable, sobre todo teniendo en cuenta que ha presidido importantes problemas económicos y una respuesta chapucera al catastrófico terremoto de principios de año. (Un tercer candidato, el político de extrema derecha Sinan Oğan, obtuvo el 5% de los votos; se espera que sus apoyos fluyan en gran medida hacia Erdoğan).

Para hablar de los resultados de esta primera vuelta, llamé a Kaya Genç, novelista y ensayista de Estambul. Es autor del libro «The Lion and the Nightingale”, sobre la Turquía posterior al golpe de Estado. Durante nuestra conversación, que ha sido editada para mayor extensión y claridad, hablamos de cómo Erdoğan pudo ganarse a los votantes afectados por el terremoto, de las diferentes ideas del nacionalismo turco y de lo que los resultados electorales nos dicen sobre el estado de la sociedad turca.

¿Por qué Erdoğan fue capaz de superar las expectativas en la primera vuelta, aunque se trate de las elecciones más reñidas a las que se ha enfrentado hasta ahora?

En primer lugar, tenemos que hablar del control que su régimen ha establecido sobre la vida pública turca. No hablamos sólo de su gobierno. No hablamos sólo de su partido. Hablamos de su régimen, que controla el poder judicial, el ejército y, sobre todo, los medios de comunicación. Si estuvieras en Estambul, en la misma habitación que yo, y encendiéramos las noticias, veríamos propaganda pro-Erdoğan las veinticuatro horas del día. Esa es la explicación autocrática de los votos. Pero también hay una explicación histórica, que es un poco más compleja.

Tiene que ver con un trauma histórico. ¿Qué trasladó Erdoğan a sus votantes? Que era su salvador, que era su halcón… y que se estaba haciendo viejo. Todas las fotos de él y de la campaña eran de un anciano con mirada muy melancólica: «Soy un viejo sultán y quiero vuestra lealtad, porque sólo yo puedo protegeros de nuestros enemigos y continuar la tradición otomana que tanto apreciamos». Pero ¿cuál era el trauma que unió a tantos de sus partidarios?

Históricamente, es el trauma del C.H.P., el Partido Republicano del Pueblo, cuyo líder, Kemal Kılıçdaroğlu, fue derrotado en la primera vuelta. Según Erdoğan y sus seguidores, el P.C.H. les causó un trauma, hace exactamente un siglo, al instaurar una república y poner fin a un modo de vida islámico. Pensamos que el trauma histórico que siempre ha unido a los seguidores de Erdoğan palidecería en esta época de colapso económico, porque este es el peor período del reinado de décadas de Erdoğan, tanto económica como políticamente.

Después de los terremotos del 6 de febrero, pensamos que toda la fachada del hombre fuerte se había derrumbado. Ahora, la gente podría ver a través de él que el sultán no era fuerte, que todo es retórica. Pero, en un resultado muy desconcertante, de las diez provincias más afectadas por el terremoto, siete votaron mayoritariamente a Erdoğan. Y esto nos deja con una pregunta difícil: ¿Por qué las personas más violentamente influidas por el resultado de este letal terremoto votaron al sultán?

Turquía es un país con diferencias regionales muy marcadas en cultura, religión y voto. Entonces, ¿fue sólo por el lugar donde se produjo el terremoto, o va más allá?

Los terremotos tuvieron el efecto contrario al esperado. Erdoğan fue a las ciudades y prometió reconstruir las casas de la gente. Dijo que la calamidad formaba parte del plan del destino. Tal vez dijo algunas palabras de disculpa, pero en un tono bajo. Y luego dijo, esencialmente: «La vida continúa. Han sobrevivido. Sentimos vuestras pérdidas. Ahora vamos a construir nuevas casas para ustedes en un año. Os daremos crédito. Por supuesto, tendréis que devolverlo porque no hay almuerzos gratis».

Luego Kılıçdaroğlu, el candidato de la oposición, fue a las mismas ciudades y dijo: «Esto es inaceptable. El gobierno ha sido el responsable de esto. Durante dos décadas no hubo controles de la normativa. Tenéis que luchar por vuestros derechos, y nosotros os construiremos esas casas gratis. No pagaréis porque será nuestra responsabilidad».

La reacción fue que alguien que promete darte algo gratis está mintiendo. Son unos románticos. No son de fiar. En este mundo capitalista nuestro, nada es gratis. Así que confiaremos en el hombre que quiere construirnos las casas con nuestro dinero. Esta respuesta ha escandalizado a muchos izquierdistas, como yo, que esperábamos una reacción pública diferente.

¿Y cómo lo interpretas?

En Turquía existe una desconcertante confluencia de religión y capitalismo. Quizá sólo la literatura pueda explicárnoslo. Y es una especie de fuerza frente a la adversidad, pero una forma de fuerza que nos parece irracional y difícil de descifrar. Así, en Turquía, en los años setenta, hubo fuertes movimientos de izquierda, fuertes movimientos marxistas, que captaron la imaginación de la clase obrera. Y esos movimientos revolucionarios fueron aplastados por el golpe militar de 1980, tras el cual surgió una identidad religiosa nacionalista para Turquía impuesta por los militares. Un tipo de identidad que se inspiró en los EE. UU. republicanos, un tipo de identidad del tipo «creemos en Dios, creemos en el capitalismo».

Eso resultó atractivo aquí. Y, cuando la izquierda perdió su poder, cuando los izquierdistas fueron encarcelados o torturados, los islamistas ocuparon su lugar. Establecieron conexiones muy estrechas con miembros de las clases trabajadoras, con los empobrecidos, con los marginados. Decían: «Os ayudaremos en nombre de Alá. Nos asociaremos con otros musulmanes de todo el mundo, en Qatar, en Arabia Saudí. Los musulmanes tienen dinero. Uniremos vuestras carteras y sus arcas». El A.K.P. se ganó el corazón de la clase trabajadora. Y, con ese poder, Erdoğan afirmó que el P.C.H. era el partido de la burguesía, de los occidentalizadores, de los que ven con malos ojos a la clase obrera. Lamentablemente, este fue un argumento que triunfó el domingo.

Puede que el C.H.P. lidere la oposición, pero es un partido de una coalición ideológicamente diversa que se une para enfrentarse a Erdoğan. Muchos estudiosos de la autocracia y el autoritarismo sugieren que la formación de coaliciones es la forma de enfrentarse a las fuerzas autocráticas. ¿Qué opina de la campaña de la oposición y de cómo ha intentado atraer a los votantes turcos?

Kemal Kılıçdaroğlu, líder de la oposición, es aleví, secta islámica ortodoxa que combina elementos del islam suní y chií. Forma parte de una minoría religiosa en Turquía. También es una minoría en el grupo de los políticos en el sentido de que es de hablar suave, es muy civilizado, nunca levanta la voz. Es un buen hombre y un buen estratega. Reunió a antiguos compinches de Erdoğan: el antiguo zar de la economía, Ali Babacan, para liderar el partido DEVA; y su antiguo primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoğlu, para liderar otro partido.

Cuando se le acusa de haber desplazado el C.H.P. hacia la derecha para formar esta coalición, responde: «Bueno, la izquierda y la derecha son conceptos del siglo XVIII; son conceptos de la Revolución Francesa. Esos conceptos ya no se aplican». Decidió adaptarse, formar una coalición de demócratas. Y para nuestra alegría -para mi alegría, digamos- anunció su apoyo a las comunidades L.G.B.T.Q., y anunció su apoyo a los kurdos progresistas, lo que le permitió ganar su voto el domingo.

Pero volvamos al momento anterior a su anuncio como candidato. A puerta cerrada, los miembros nacionalistas de la coalición opositora decían: «Este hombre no es elegible como presidente. Necesitamos a alguien que sea suní como Erdoğan. Necesitamos a alguien que hable en voz alta, que sea agresivo, que sea básicamente un nacionalista turco en lugar de un socialdemócrata turco. Necesitamos a alguien que dé un golpe en la mesa para ganar. Erdoğan se comerá vivo a este hombre». Y, durante cuatro días a principios de marzo, hubo un gran debate en los círculos de la oposición y en las redes sociales sobre este tema. Y esta discusión, creo, llevó a la disminución del entusiasmo en las facciones nacionalistas de la oposición.

Todas las señales sugieren que, por ser nacionalistas suníes, no creían plenamente en la candidatura de Kılıçdaroğlu. Pensaban que, en gran parte de Turquía, todos esos hombres y mujeres jóvenes que crecieron en torno a organizaciones nacionalistas y en mezquitas nunca votarían al aleví de voz suave que apoya a los kurdos y a la comunidad L.G.B.T.Q.. Decían que la oposición tenía que presentar un líder más derechista. Por supuesto, nunca sabremos si tenían razón o no, porque Kılıçdaroğlu hizo una campaña muy buena. La cuestión es si era el candidato adecuado.

Cuando dices «nacionalistas suníes», ¿puedes ser más específico? Tienes a Erdoğan, a quien creo que mucha gente describiría como un nacionalista suní, y que se ha vuelto más de derechas durante sus veinte años en el poder. Y también hay un candidato nacionalista que obtuvo el 5% de los votos el domingo, que no estará en la segunda vuelta y es posible esperar que sus partidarios se decanten más por Erdoğan. Y luego están los nacionalistas suníes en la oposición.

El nacionalismo es clave en Turquía porque la ideología fundadora de Turquía, la ideología de los Jóvenes Turcos del C.H.P., es una ideología nacionalista. Hace un siglo, los Jóvenes Turcos y el C.H.P. decían: «No existe una nación otomana. Hay una nación turca». Y crearon esta identidad nacionalista que pide a los kurdos y a los judíos y a los armenios y a los suníes y a los alevíes que dejen de llamarse a sí mismos esas cosas, sino que se llamen turcos. Que usen esta palabra para sí mismos, como hicieron los franceses después de la revolución. Esta fue su propuesta nacionalista durante muchas décadas. Y sigue siéndolo.

El nacionalismo de Erdoğan es diferente. En su forma actual propone que los Jóvenes Turcos y el movimiento republicano formaban parte de la tradición otomana: que eran soldados al servicio de su sultán, que eran hombres religiosos, que eran partidarios suníes del califato otomano. A diferencia de los nacionalistas del C.H.P., que dicen que tenemos una historia de un siglo, los de Erdoğan dicen: «Bueno, tenemos una historia mucho más larga, que empieza mil años antes». Y no hay enfrentamiento entre religión y laicismo. No hay choque entre religión y nacionalidad en nuestra forma de nacionalismo, a diferencia de lo que ocurre con el C.H.P.»

Y luego estaban los nacionalistas descontentos a los que no les gusta el nacionalismo de Erdoğan ni el proyecto del C.H.P. para Turquía. Decían: «Están traicionando el legado de Atatürk». No sólo Erdoğan, sino también Kılıçdaroğlu, porque Kılıçdaroğlu ha intentado reformar el C.H.P., ha intentado transformar el C.H.P. de un partido nacionalista laico en un partido que pidiera perdón por lo que se ha hecho al pueblo kurdo, y que dijera: «Este es un nuevo C.H.P. en el que el nacionalismo está en un segundo plano.»

Este tercer nacionalismo, que obtuvo más de 2,5 millones de votos el domingo, sostiene que tanto Kılıçdaroğlu como Erdoğan están traicionando el legado de Atatürk. En cierto sentido, los ganadores del domingo no fueron ni Erdoğan y el A.K.P. ni Kılıçdaroğlu y su alianza opositora, sino el nacionalismo y la extrema derecha.

¿Puedes explicar algo más que quieres decir con eso?

Erdoğan obtuvo un 3% menos que en las últimas elecciones presidenciales, hace cinco años. Y su partido, el A.K.P., obtuvo menos que en las últimas elecciones parlamentarias. El C.H.P. obtuvo un voto muy similar al de las últimas elecciones. Pero Erdoğan, en su asombrosa astucia política, era conocido por alinearse con dos partidos de extrema derecha en marzo, cuando Kılıçdaroğlu anunció su candidatura y formó su coalición de partidos de la oposición. Erdoğan dijo: «Muy bien, aquí está mi coalición de la derecha».

Se alió con HÜDA-PAR, que es un partido kurdo religioso que quiere acabar con la educación mixta en las escuelas, que quiere borrar lo que llama cultura desviada y evitar que los hombres divorciados paguen la pensión alimenticia a sus esposas. Y luego Erdoğan anunció una alianza con Yeniden Refah, un partido marginal que promete cerrar todas las organizaciones L.G.B.T.Q. de Turquía.

Fue chocante porque no se trataba de las políticas clásicas del A.K.P. Hubo cierta reacción, pero Erdoğan dijo: «No, estos dos partidos de extrema derecha nos ayudarán en estas elecciones». Y parece que tenía razón. Erdoğan se fue más a la derecha e hizo del nacionalismo y la religión el eje de su campaña, mientras que Kılıçdaroğlu se movió más al centro y dijo: «Somos una coalición arco iris, todo el mundo está incluido.»

Las dos cuestiones nacionalistas de las que oímos hablar, al menos en Occidente, son el pueblo kurdo, cuyo principal partido apoyó a Kilicdaroğlu, y los refugiados sirios, más de tres millones de los cuales han huido a Turquía desde que comenzó la guerra civil en Siria. Tengo curiosidad por saber cómo influyeron estos dos temas en las elecciones y qué presagia.

Esperábamos que los kurdos fueran los reyes de estas elecciones. Pero, como decía, los nacionalistas han resultado ser los reyes. La mayoría de los kurdos, que forman una entidad política muy bien organizada en Turquía, cumplieron una promesa y votaron a Kılıçdaroğlu, y Kılıçdaroğlu rompió el tabú de la política turca dominante. Parecía muy relajado alineándose con el pueblo kurdo. No tuvo ningún problema. Y ellos le apoyaron incondicionalmente, pero el partido político que les representa lo hizo peor que el partido que les representó en las últimas elecciones.

En cuanto al segundo punto, los refugiados sirios: Como sabes, Erdoğan ha desempeñado el papel de protector de millones de refugiados en Turquía. La política de refugiados de Kılıçdaroğlu me ha puesto nervioso. Llama a las fronteras de Turquía su «honor» y se compromete a devolver la «avalancha indómita de gente que fluye por nuestras venas.» Ese es el feo lenguaje del nacionalismo turco. Erdoğan, por su parte, se ha enmarcado a sí mismo como el protector de la umma, la nación del islam, y, en este caso, su nacionalismo islámico parece humano en comparación.

¿Cómo encaja eso con lo que hemos estado hablando en términos de nacionalismo y el discurso de Erdoğan a los votantes?

Esta es la diferencia entre el nacionalismo turco y el nacionalismo islámico. Erdoğan dice, esencialmente: «Las fronteras de nuestra cultura no se limitan a las fronteras de Turquía». Cree que tiene una responsabilidad con los antiguos territorios del imperio, y que tiene que cuidar de la gente que hay en ellos. Ese es su mensaje. Los nacionalistas turcos dicen: «No tenemos nada que ver con ellos. De todos modos, no nos gustan los árabes. No nos apoyaron durante la Primera Guerra Mundial. ¿Por qué gastamos todos nuestros recursos estatales en esta gente?». Este es el tipo de discurso nacionalista que representan los nacionalistas de la alianza de la oposición.

A menudo se describe a Turquía como un país dividido entre lo secular y lo religioso, entre la ciudad y el campo, entre una concepción amplia de un «Estado moderno» y algo que es anterior a él. ¿Es ésa una imagen exacta de la Turquía actual?

Pensábamos que esas divisiones ya no se aplicaban, que no explicaban la vida turca. Pero, el domingo, creo que nos inquietó un poco saber que, en gran medida, siguen siéndolo. Hay un pesimismo de la historia que ha triunfado sobre el optimismo del presente.

Me explico: Esta retórica sobre Erdoğan representando lo rural, lo religioso y lo periférico, y la oposición representando lo secular y lo moderno, pensábamos que eran categorías del pasado. Como Erdoğan hizo a la gente más rica, hizo que se trasladaran a las ciudades. Ahora son la burguesía, tienen dinero, tienen el control, están en posición de imponer su voluntad. Así que no tienen nada de qué quejarse. Ya no tienen quejas. Este era el optimismo de la oposición para el momento actual.

Luego estaba el pesimismo de la historia, que decía que la gente de las zonas rurales de Turquía, la gente religiosa, las mujeres que llevaban pañuelos en la cabeza, estaban traumatizadas. Fueron maltratados por los kemalistas, por los republicanos, durante décadas. Ese trauma es demasiado valioso para desprenderse de él; las buenas palabras, los buenos políticos y las nuevas políticas no lo cambiarán. Quieren conservar su trauma, quieren sentir que la figura de un sultán es lo que les une y les protege. De lo contrario, volverán a ser atacados por los kemalistas, por las potencias occidentales, que les quitarán sus pañuelos en la cabeza, su modo de vida religioso, sus libertades religiosas. Una vez más, será como en los años treinta o cuarenta, cuando el C.H.P. gobernaba este país.

Toda la campaña de Erdoğan versó sobre la historia, sobre cómo era la vida en Turquía antes de que él llegara al poder y cómo ha cambiado. Había una especie de pesimismo al respecto. Había una especie de pesimismo sobre cualquiera que propusiera algo diferente. Y toda la campaña de la oposición giraba en torno a cómo estas categorías ya no se aplican, a cómo ha cambiado el C.H.P. De los religiosos que se quejan de los traumas, decían: «No, no creemos en eso. El trauma nos mantiene unidos y queremos seguir usándolo como identidad”.

Foto de portada: Una bandera en la que aparecen los candidatos presidenciales Kemal Kılıçdaroğlu y Recep Tayyip Erdoğan ondea sobre la plaza Taksim de Estambul el pasado sábado, víspera de las elecciones (Jeff J Mitchell / Getty).

Voces del Mundo

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