Sheikh Jarrah: El adolescente palestino atrapado en arresto domiciliario indefinido

Aseel Jundi, Middle East Eye, 14 febrero 2022
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

retrato Aseel Jundi
Aseel Jundi es periodista, vive en Jerusalén

Desde hace siete meses, Ali Qanibi, de 14 años, está sentado junto a su ventana, contemplando una vida que no es la suya.

Ali Qanibi es adicto a dos cosas: su smartphone y mirar por la ventana. No hay mucho más que este chico palestino de 14 años pueda hacer en este momento.

En la casa de su familia, situada en la parte occidental del barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, Ali está sentado en una ventana de la planta baja, atravesada por finos barrotes de hierro, mirando hacia el callejón que bordea el edificio.

En la pared exterior hay un lema grafiteado: “No a la colonización de Sheikh Jarrah”.

El pasado mes de junio, poco después de que Israel intentara expulsar a las familias palestinas de Sheikh Jarrah para dejar paso a los colonos israelíes, lo que provocó protestas en toda Cisjordania ocupada y más allá, Ali fue detenido en el barrio, acusado de lanzar cócteles molotov.

Cuatro días más tarde fue puesto en libertad, con la condición de permanecer bajo arresto domiciliario durante una semana.

Sin embargo, al mes siguiente, la policía israelí volvió a detener a Ali, acusándolo de quemar el coche de un colono que se apoderó de una casa cercana en Sheikh Jarrah hace unos años. Es una acusación que Ali y su familia niegan con vehemencia.

Ali fue puesto en libertad una vez más, pero de nuevo bajo arresto domiciliario, esta vez por tiempo indefinido. Y aunque el adolescente puede ahora ir -acompañado por uno de sus padres- a la escuela, tiene que volver a casa de inmediato. 

El abogado de Ali, Muhammed Mahmud, dijo a MEE que su próxima audiencia será a principios de marzo, donde es probable que el adolescente palestino sea acusado de quemar el coche y condenado a 50-60 horas de trabajo comunitario.

El niño en la ventana

En una reciente visita a Ali y a sus padres en su casa, la familia dijo a Middle East Eye que sus vidas habían dado un vuelco desde el verano pasado.

Ali dijo que su vida se ha dividido en dos etapas: su vida antes de estar bajo arresto domiciliario y su vida actual. Para él, estar confinado en su casa, sin poder ir a jugar con sus amigos en el barrio, es casi insoportable.

El adolescente palestino describió la ventana junto a la que se sienta día y noche como “la vida”, porque es la única forma de ver el sol, de respirar aire fresco y de hablar con amigos y vecinos, que se acercan a hacerle compañía.

“Llevo siete meses en arresto domiciliario”, dice Ali. “Los meses más difíciles fueron los tres primeros. Ahora me he acostumbrado al aislamiento y a la tranquilidad, y ya no me apasiona seguir estudiando”.

A la pregunta de si preferiría estar en la cárcel, respondió: “Por supuesto. Al menos en la cárcel, sabes que las puertas están cerradas y que no puedes abrirlas. En casa, la puerta está abierta, pero no puedo salir, y eso es lo peor”.

padre de Ali Qanibi mirando por su ventana
El padre de Ali, Rateb, en su ventana (MEE/Aseel Jundi)

A pesar de que las autoridades israelíes le han permitido volver a la escuela -dentro de unos estrictos parámetros-, el cerebro de Ali sigue estando disperso. Lo único en lo que puede pensar cuando está allí es que pronto volverá a su prisión.

Estos no son los únicos fantasmas que persiguen a Ali. Los recuerdos de la violencia física y mental a la que fue sometido cuando fue detenido nunca están lejos. Siempre tiene miedo de repetir la experiencia.

“Sueño con llevar una vida normal, como todos los demás niños del mundo”, dice Ali. “Quiero jugar en mi barrio como lo hacía antes de ser detenido”.

Un barrio que no conoce la paz

Sin embargo, incluso antes de su arresto domiciliario, la infancia de Ali estuvo marcada por la amenaza -constante y común a todas las familias palestinas de Sheikh Jarrah- de ser expulsados por la fuerza de su hogar.

El padre de Ali, Rateb, dijo a MEE que las restricciones a las que se enfrentan los residentes del barrio han aumentado drásticamente desde el levantamiento popular que estalló en Jerusalén el pasado mes de mayo, durante el Ramadán.

Los residentes del barrio ya no conocen la paz, tienen que vivir en medio de una constante inquietud, asaltados por el sonido de las redadas en las casas y las detenciones nocturnas.

“Hace tres años, otro colono radical vino a vivir en el puesto de avanzada cerca de nuestra casa”, dijo Rateb.

“Desde que llegó, nos han hecho mucho daño. Aseguró que Ali había incendiado su coche, a pesar de que es él quien agrede a los residentes todo el tiempo, les rocía con gas y los filma en un intento de provocarlos. Pero las quejas de los residentes a la policía caen en saco roto”.

Rateb describió el arresto domiciliario como una forma de castigo colectivo para toda la familia, porque afecta incluso a los detalles más ínfimos de la vida cotidiana.

Ni él ni su mujer pueden relacionarse adecuadamente entre sí o con sus otros hijos porque uno de ellos tiene que permanecer con Ali en casa en todo momento. En efecto, esto significa que al menos uno de los progenitores debe permanecer bajo arresto domiciliario en todo momento.

El impacto del arresto domiciliario

El psicólogo social Mahmoud Abdul Nabi dijo a MEE que la situación de Ali conlleva graves ramificaciones de comportamiento y salud mental. En una etapa crucial de su desarrollo, se le recuerda constantemente que no es libre y que está bajo vigilancia.

Bajo arresto domiciliario, el hogar puede adquirir un aspecto gravemente negativo, convirtiendo un lugar que se supone asociado a la seguridad en una prisión.

Abdul Nabi dijo que incluso los detalles mundanos del arresto domiciliario diario tienen consecuencias negativas en el estado de ánimo y emocional del niño, y le llevan a un aumento de la autocensura.

También puede conducir a actuar de forma inadecuada, a la agresión, los cambios de humor e incluso la rebeldía. Los resultados de un estudio de 2018 sobre el arresto domiciliario “hicieron hincapié en los peligros potenciales para el desarrollo del arresto domiciliario en la etapa crítica de la adolescencia”, aunque también reconocieron el potencial de un “período de cambios positivos”.

Para los padres, puede producirse un cambio de rol. El cuidador se convierte en carcelero. Empiezan a vigilar a sus hijos día y noche, lo que puede provocar tensiones en la relación entre padres e hijos.

Los niños suelen ser incapaces de comprender del todo la situación, y los padres no saben cómo explicarla y absorber su ira. Todo ello conduce inevitablemente a una especie de vacío y a un caos emocional con el que Ali está demasiado familiarizado.

Derechos básicos

Mientras Ali y su padre son entrevistados, Um Hamza, la madre de Ali, se ocupa de las tareas domésticas.

Pero cuando le preguntan por su arresto domiciliario, dice: “Estoy cansada de ver a mi hijo encarcelado y sin poder ejercer sus derechos más básicos, su derecho a jugar, a moverse libremente”.

Añadió que se ha cansado de verlo sentado cerca del alféizar de la ventana, mirando con nostalgia a los otros niños mientras juegan al fútbol.

Um Hamza dijo que su casa se ha convertido en una prisión para ella y su hijo, en medio de la insistencia de la fiscalía en posponer constantemente la fecha de comparecencia de Ali ante el tribunal, sin poner límite al período de arresto domiciliario.

familia de Ali Qanibi conversando
Ali y sus padres en el interior de su casa (MEE/Aseel Jundi)

Um Hamza contó a MEE las luchas diarias a las que se enfrenta su familia. En caso de que Ali enferme, su madre debe llamar primero a su abogado para obtener el permiso de la policía israelí para llevar a su hijo a recibir tratamiento.

A continuación, tiene que llevar una evaluación médica al abogado para que confirme que Ali ha salido efectivamente para recibir tratamiento médico.

La madre palestina no solo está ocupada con la vida de Ali bajo arresto domiciliario. Sus hijas, que tienen que ir a la escuela a pie, tienen que ir acompañadas por su madre todos los días por miedo a que las ataquen los colonos armados que patrullan el barrio.

Mientras nos despedimos de la casa de la familia, las palabras de Ali resuenan en nuestros oídos. Mientras ha estado bajo arresto domiciliario, las estaciones han ido y venido, dijo a MEE. Y, sin embargo, ahí está, en su casa, marchitándose.


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