WILLIAM CHRISTOU, The New Arab, 24 febrero 2022
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

William Christou es el corresponsal en el Levante de The New Arab, y cubre la política del Levante y el Mediterráneo. William es también investigador del Orient Policy Center. Con anterioridad trabajó como periodista en Syria Direct en Ammán, Jordania. Twitter: @will_christou
Rusia sorprendió al mundo al invadir Ucrania el jueves. Los sirios dicen que la agresión rusa se perfeccionó en Siria y se envalentonó por la inacción de la comunidad internacional.
El lunes por la mañana, los residentes del campamento sirio de desplazados internos de Al Rukban se despertaron con el estruendo de aviones rusos surcando los cielos. Se trataba de una anomalía: la primera vez en casi cuatro años que los aviones rusos violaban el espacio aéreo controlado por Estados Unidos a lo largo de la frontera sirio-jordana.
A dos mil kilómetros de distancia, las tropas rusas se reunían en un número sin precedentes en las fronteras de Ucrania. Tres días después, las tropas rusas entraban en Ucrania y lanzaban misiles por todo el país, incluida la capital, Kiev.
Los diplomáticos europeos y estadounidenses se apresuraron a condenar el movimiento, calificándolo de violación del derecho internacional y de la soberanía de Ucrania. Para muchos, la idea de una invasión militar rusa de otro Estado del continente europeo fue un shock y un desafío a las normas internacionales que conforman su visión del mundo.
Para los sirios, sin embargo, las acciones de Rusia y la incapacidad de la comunidad internacional para detenerlas no constituyeron sorpresa alguna.
“Lo que está ocurriendo en Ucrania nos recuerda a los sirios cuando Rusia intervino inicialmente en Siria, con el pretexto de luchar contra los terroristas. Una mentira, no vino sino a ocupar nuestro país”, dijo a The New Arab Fared al-Mahul, periodista y fotógrafo independiente que cubre la crisis humanitaria en Siria.
Fue a partir de 2015 cuando Rusia intervino del lado del régimen sirio, nominalmente para combatir lo que llamaba “terroristas” en Siria. En realidad, los civiles sirios han constituido la gran mayoría de los objetivos del ejército ruso. Los grupos de derechos han denunciado constantemente a Moscú por atacar hospitales, panaderías y otros centros civiles, aunque Moscú niega haberlo hecho.
La intervención de Rusia cambió el rumbo de la guerra civil siria contra los rebeldes y permitió al régimen reconquistar gran parte del país.
“[En Siria] la comunidad internacional ha visto los crímenes de Rusia y [del presidente sirio Bashar al-Assad] durante los últimos diez años y no han hecho nada más que emitir declaraciones. Ahora ocurre exactamente lo mismo en Ucrania: la comunidad internacional se muestra impotente, limitándose a hacer declaraciones e imponer sanciones”, afirmó Al Mahul.
Una línea roja no aplicada, un ejército envalentonado
En 2012, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, advirtió al presidente sirio, Bashar al-Assad, que el uso de armas químicas contra su propio pueblo sería considerado una “línea roja” que provocaría la intervención militar de Estados Unidos. En 2013 el régimen sirio hizo precisamente eso, utilizar armas químicas contra Ghuta, un suburbio de Damasco, matando a cientos de personas.
Al final, Obama se alejó de su línea roja y sometió los ataques militares contra Siria a una votación en el Congreso, que fracasó. El régimen de Assad siguió utilizando armas químicas contra su propio pueblo más de 300 veces más.
“Esa infame línea roja en 2013 y la negativa de Obama a enfrentarse a Assad (…) fue una señal inmensa para Putin de que algunas cosas iban a permitirse. Menos de un año después [en 2014], invadió Ucrania por primera vez”, dijo a The New Arab Rime Allaf, analista político de origen sirio y miembro del consejo asesor del Programa de Siria del Middle East Institute.
A pesar de que las atrocidades de la guerra civil siria están a la vista de todos, con teléfonos inteligentes que proporcionan una documentación sin precedentes de los crímenes de guerra en tiempo real, ninguna potencia internacional intervino para proteger a los civiles en Siria. En su lugar, las potencias occidentales recurrieron en gran medida a herramientas diplomáticas, como las sanciones y las resoluciones de la ONU, para castigar al régimen de Assad y a Rusia.
Desde 2011 Estados Unidos ha sancionado a una serie de personas e instituciones de Siria y Rusia en relación con los crímenes de guerra cometidos en el país, sin que ello haya tenido apenas efecto en el comportamiento de ninguno de los dos actores.

“Las sanciones han sido siempre una forma conveniente y bastante gratuita para Occidente… de responder a los crímenes contra la humanidad, los crímenes de guerra y las digresiones del derecho y el orden internacionales”, dijo Allaf. Añadió que estas “condenas, pensamientos y oraciones” por sí solas no hacen otra cosa más que envalentonar a actores autoritarios como los autócratas rusos.
Estados Unidos y la UE han amenazado con imponer sanciones “a gran escala” a Rusia por su invasión de Ucrania, y ya han empezado a tomar medidas como la de detener el gasoducto Nord Stream 2, de un valor de 11.000 millones de dólares, que va de Rusia a Europa.
Estas sanciones parecen ser más amplias que las impuestas a Rusia por su participación en Siria. Sin embargo, algunos analistas sugieren que Putin ya ha tenido en cuenta el coste de las sanciones en sus expediciones a Ucrania.
“Las sanciones no son un problema para Rusia. Al contrario, son una medalla que la prensa gubernamental rusa muestra constantemente al público”, dijo a The New Arab Ruslan Trad, autor y analista de Siria y Rusia.
Añadió que, aunque Rusia le preocupan sus ventas de gas natural a Europa -suministra al continente alrededor del 40% de sus necesidades de gas-, tiene un “mercado creciente en Asia”.
Siria como campo de pruebas de armas… y de tácticas
Rusia ha utilizado su intervención en Siria como campo de entrenamiento para sus pilotos de combate y como exhibición para su industria nacional de defensa. Desde 2015 ha probado “más de 320 tipos de armas” en Siria, según declaraciones del ministro de Defensa ruso y, como resultado, sus ventas de defensa se han beneficiado enormemente.
El martes, la Defensa Civil Siria, conocida como los Cascos Blancos, emitió una declaración de solidaridad diciendo que “les dolía saber que las armas probadas en los sirios se utilizarán ahora contra los civiles ucranianos”.
Siria no solo fue un campo de entrenamiento para el armamento, sino también para las tácticas políticas y de información. Desde 2015 Rusia ha perfeccionado el uso de la desinformación para evitar tener que rendir cuentas por las víctimas civiles y crear pretextos para sus acciones militares.
En Siria, en lo que según los expertos es una campaña de desinformación dirigida por Rusia, los Cascos Blancos han sido presentados como agentes de Al Qaida. Los ataques químicos perpetrados por el régimen de Assad han sido presentados como operaciones de “falsa bandera” llevadas a cabo por actores de la crisis, destinadas a dar un pretexto a las potencias occidentales para intervenir en Siria. Rusia ha advertido en múltiples ocasiones que los combatientes de la oposición siria respaldados por Turquía en el noroeste de Siria se están preparando para lanzar un ataque con armas químicas, a pesar de que no hay indicios de que estos grupos tengan dicho armamento.
En Ucrania, los analistas han dicho que Rusia está empleando tácticas similares.
En el período previo a su invasión, el Kremlin publicó vídeos de lo que, según él, eran “provocadores” ucranianos que intentaban atacar a los soldados rusos y de cadáveres muertos por los bombardeos ucranianos. Los políticos occidentales han denunciado que se trata de intentos de Moscú de crear un pretexto para seguir invadiendo el territorio ucraniano.
Los mismos periodistas que han ayudado a promover la desinformación rusa en Siria también se han hecho eco de su narrativa en Ucrania. Vanessa Beeley, una bloguera británica famosa por su apoyo a Assad y a su historia de que los Cascos Blancos están extrayendo y vendiendo órganos de civiles sirios, ha participado activamente en la amplificación de la retórica rusa en Ucrania.
Eva Bartlett, otra periodista que aseguró que los Cascos Blancos utilizan actores en sus vídeos, ha afirmado también que Ucrania está orquestando un genocidio contra la población de la región escindida del Donbás. Este discurso ha sido una parte clave de la justificación rusa para invadir Ucrania.
El efecto de esta desinformación en Siria ha sido amplio, desde la difamación del fundador de los Cascos Blancos, James Le Mesurier, hasta la falta de apoyo popular a las medidas contra actores que han cometido crímenes de guerra, como Assad.
La narrativa en Ucrania está todavía escribiéndose, ya que Rusia y Ucrania libran su propia batalla en la esfera de la información al mismo tiempo que sus tropas avanzan en Ucrania.
Como muestra la historia de los últimos diez años en Siria, el resultado de esta guerra de la información puede ser casi tan mortal como la guerra que se libra fuera de la red.
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